Vaya tela que tiene el Pulpito… Se demora varias semanas más de lo esperado en esto de regresar con sus exámenes, y luego va el cachondo y os pone la primera prueba en mitad de un puente, el muy sinvergüenza… Pero bueno, lo prometido es deuda, y nunca es tarde si la dicha es buena… ¿pero es realmente buena en este caso…?
Parece que hoy nos toca ponernos en plan proteccionista paternal, así que esperamos que no se nos malinterprete como haters del mundo gamer. Nada más lejos de la realidad, porque aunque es verdad que varias veces hemos hablado de los problemas de las adicciones tecnológicas, no es menos cierto que son muchas más las que hemos hablado de los videojuegos en plan bien.
Hace unos meses nos pusimos a hablar de la famosa teoría de la conspiración judeo – masónica de los smartphones escuchando conversaciones sin tener activado el asistente de voz y luego enviando publicidad sobre los temas hablados. En aquella entrada, reflejamos un estudio según el cual más del 85% de los españoles aseguraba que le pasaba esto.
No, no hemos iniciado ya la sección de críticas cinematográficas tecnológicas del Boyero techie. Además, esa supuesta película del título de esta entrada no existe, aunque la verdad es que se le podría ocurrir a alguien. Pero no os preocupéis (si es que lo estáis), que en breve haremos la primera reseña, tal vez esta misma semana.
El inefable mundo de las redes sociales y de los influencers no deja de ofrecernos novedades, con frecuencia impregnadas de denominaciones un tanto flipadas, cosa que por otro lado es lo que cabe esperar, teniendo en cuenta a quiénes van dirigidas. Una de las más recientes podría perfectamente haber salido de la cabeza de un creativo de Marvel o DC.
El teléfono hoy en día ha pasado a ser de todo menos un teléfono. Crea una adicción y una dependencia a montones de aplicaciones y demás zarandajas, pero cada vez se usa menos para lo que originalmente fue ideado y por lo que se le puso nombre: Para hacer llamadas telefónicas.
Hoy es uno de esos días que tantísimo nos emocionan, puesto que es un Día Internacional de algo. Y dejando a un lado el hecho de que ya todos los días son los días internacionales o mundiales de algo, o incluso de varias cosas en el mismo día (porque claro, en el mundo hay muchas más de 365 cosas que merecen ser celebradas a lo grande), por lo demás nos parece tan fenomenal todo esto que creemos incluso que todos los días internacionales de algo deberían ser festivos, y así ya viviríamos en un mundo permanentemente festivo… ¿no cuela…?
Lo prometido es deuda, amigos: Comenzamos hoy esta anunciada sección de críticas cinematográficas y televisivas sobre ficciones y documentales relacionados con el mundo de la tecnología. Y lo hacemos con una de las películas que mencionamos en la lista de la entrada con la que dimos a conocer esta iniciativa, con la que nuestra mascota espera poder seguir la estela dejada la pasada temporada con el Espejo Negro.
El ser humano es de lo que no hay. Antiguamente, en no pocas civilizaciones (incluida la nuestra en ciertos ámbitos y momentos), a la gente se le asignaba su pareja de por vida sin que pudiera decidir, incluso a veces sin conocerla previamente. Ahora que llevamos mucho tiempo con esta práctica superada (no en todos los sitios, también es verdad), mucha gente prefiere no tener que decidir por sí misma. ¿Y a qué se debe esto? ¿Adivináis? Efectivamente, a la sacrosanta tecnología, como siempre.
Todavía aterrizando mentalmente de las vacaciones, la búsqueda de ideas con las que conseguir que el blog esté a la altura de las propuestas del año pasado se nos está haciendo un poquillo ardua, para qué vamos a engañaros. Pero no os preocupéis, que algo saldrá de las brillantes cabezas de nuestro equipo.
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