La paradoja del documental El Dilema de las Redes

Alecciona, pero ¿haremos caso a la lección?

Qué cosas. Entre las posibilidades que hay ahora mismo de que volvamos a quedarnos encerrados en casa y los riesgos del resultado de las inminentes elecciones en Estados Unidos, este año lo que menos miedo os va a dar en este Puente de Todos los Santos va a ser, con diferencia, las películas de terror de Halloween: Casi os van a parecer Barrio Sésamo. Bueno, pues yo hoy vengo a contaros un asunto que también es como para echarse a temblar.

Como ya os dije, iba a aprovechar la pausa en las reseñas de Black Mirror para ponerme a ver y comentar por aquí otros contenidos relacionados con la tecnología y sus consecuencias, a ser posible más actuales (que ya alguna simpática amiga me llamó “boomer” en Twitter por esto… si supiera que soy de la época de “El equipo A” y “El coche fantástico”, no sé yo lo que me llamaría…).

Precisamente de actualidad está el documental El Dilema de las Redes, no sólo porque es de este mismo año, sino porque ahora mismo los responsables de los gigantes tecnológicos artífices de las tecnologías cuyo lado oscuro se critica en la película están siendo investigados debido a buena parte de esa misma crítica. Así pues, era el momento ideal para ponerme a ello, oye.

Efectivamente, estos días el Senado de los EEUU interroga a los responsables de Twitter, Facebook y Google sobre su sesgo político y su permeabilidad a las noticias falsas. Un tema sobre el que hemos mostrado nuestra visión en varias ocasiones, por ejemplo en esta entrada. Y la conclusión sigue siendo similar: Por encima de la capacidad y bondad de las tecnologías actuales, hay que considerar, por un lado, el uso que se puede llegar a hacer de ellas, desde luego no siempre positivo ni mucho menos y, por otro lado, y sobre todo, a lo que están dispuestos esos señores ahora juzgados para que sus empresas obtengan más y más beneficios.

Pues de eso va El Dilema de las Redes, y las conclusiones son francamente desalentadoras. Entre otras razones, porque la mayor parte del discurso del documental está construido sobre la base de declaraciones de personas que han trabajado, incluso con cargos importantes, en algunas de las compañías señaladas con el dedo. Y no tienen problema en reconocerlo: Su forma de idear, vender y convencer con su tecnología a la gente es absolutamente manipuladora, sólo tiene el objetivo de incrementar su uso ilimitado y, finalmente, está cambiando a peor la vida de muchas personas. Ojo, no de todas, ni siquiera digo de la mayoría, y ni mucho menos quiero echar por tierra todos los beneficios de Internet y los smartphones, pero cuando los estudios demuestran que el nivel de suicidios entre adolescentes y jóvenes se ha incrementado clara y notablemente desde que aparecieron las Redes Sociales, es difícil negar que tenemos un problema, y que deberíamos afrontarlo, ¿no?

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Pero vayan por delante las críticas, que ya sabéis que en este blog nos gusta tocar las partes nobles… Hablando de sesgos ideológicos como los reprochados en la investigación actual del Senado de los EEUU a las Big Tech, en el documental se trata precisamente cómo ha crecido la polarización política en ese país en los últimos años, y el papel de los mensajes y discusiones en Redes Sociales en esa evolución: Los gráficos estadísticos muestran una división cada vez mayor entre demócratas y republicanos, con cada vez menos coincidencia de ideas en común y más separación de la demografía en dos “montañas” poblacionales (roja y azul) cada vez más aisladas entre sí, mientras que los testimonios en la propia película nos explican que ahora no se consideran mutuamente de sólo “ideas diferentes” sino literalmente enemigos irreconciliables que piensan unos de otros cosas como “no tienen ni idea de lo que dicen” o “son unos absolutos ignorantes”… ¿Os suena de algo? Efectivamente, algo muy parecido a lo que ocurre también en Europa y en España con la proliferación de partidos populistas y extremistas (aunque tampoco es que los partidos tradicionales muestran mucha más moderación, al menos en las formas…). A nadie se le escapa que esos nuevos partidos habrían tenido poco alcance de no ser por Internet.

¿A qué crítica me refería antes y con la que iba a tocar las partes nobles? Bueno, es una verdadera paradoja: El documental nos explica que Internet ha difundido discursos claramente polarizados para que cada parte de la población se sienta a gusto sólo en uno de ellos, y eso está calando. Vamos, que la gente busca en Internet, y a la larga es llevada de forma condicionada y manipulada, a ver lo que le gusta que le cuenten. Ahora bien, en el propio debate sobre la bondad o maldad de las tecnologías, El Dilema de las Redes se sitúa claramente en el bando que hace sentir a gusto más bien a los tecnófobos; O sea, que este Pulpo que escribe estaba encantado con todo lo que estaba viendo, porque es lo que ya pensaba previamente. Y de repente me he dado cuenta de que había caído en el mismo problema que el propio documental critica…

Polarizacion

Estamos de acuerdo en que El Dilema de las Redes se centra en un problema, y por eso se dirige a esa perspectiva. Pero también es cierto que se trata de una crítica muy escuchada, desde hace mucho tiempo, y que se ve que no parece hacer efecto, pues esas tecnologías siguen siendo igual de adictivas, y como tal siguen triunfando y creciendo. Es más, cuando alguien hizo algún hastag sobre que “el mundo era mejor sin móviles”, enseguida aparecieron millones de memes contestando con imágenes de las grandes tragedias, guerras, etc. del pasado, como si todo aquello tuviera que ver con la ausencia de la tecnología actual… Como si alguien ahora lanza un meme diciendo que la pandemia que vivimos (curioso, ahora no nos parece tan maravilloso el mundo actual, ¿eh?) se debe a la tecnología actual… En otras palabras, el discurso sobre los aspectos negativos de la tecnología entra por una oreja y sale por otra, mientras seguimos ensimismados con los móviles y las apps. Y eso es porque suena a discurso polarizado, y probablemente lo sea. En este documental faltan, a mi entender, más opiniones intermedias o incluso contrarias a la que se transmite principalmente, porque así sería tal vez más creíble el mensaje… O tal vez no, porque si ya estamos tan polarizados, también en esto, hay poco que hacer.

…Pero conste que la cosa no va del supuesto peligro del 5G para la salud, ni de los chips que dicen que ha dicho Miguel Bosé que él ha dicho que han dicho que Bill Gates nos va inocular en la vacuna de la Covid-19, ni de la Tierra plana, ni de las estelas idiotizantes de los aviones… fenómenos virales todos ellos, por cierto, alentados gracias a las Redes Sociales… porque sectas ha habido siempre, y tal, pero no de este tipo… No, la cosa va de cosas mucho más reales y serias, a saber:

  1. Cuando no pagas por un producto, es que el producto eres tú. En el caso de las apps, el producto es tu grado de atención o conexión: Cuanta más, más rentable eres.
  2. Para que lo anterior funcione, las apps se diseñan para engancharnos y manipularnos. Como las drogas.
  3. Lo anterior se consigue construyendo puentes entre la psicología y la tecnología, de manera que la primera favorezca a la segunda y no al revés, pero con la creación de falsas recompensas (“likes”) que hacen que nos parezca que sí es al revés. Como las drogas.
  4. Muchos adolescentes se vuelven adictos a esas falsas recompensas: Necesitan cada vez más “likes” para no dejar de sentir lo mismo. Y si dejan de llegar, o se transforman en “dislikes”, aparece la ansiedad y la depresión. Como las drogas.
  5. Las noticias falsas se propagan 6 veces más rápido que las verdaderas. Como la Coca Cola original frente a bebidas saludables.

Afortunadamente, lo que demuestra que El Dilema de las Redes es un documental serio y fiable, y por lo tanto muy recomendable (yo lo haría de visionado obligatorio en centros educativos oficiales, pero quitando previamente el móvil a los alumnos) es el hecho de que al final hay un mensaje que va a favor de que siga existiendo la tecnología, y que yo comparto, por muy Pulpo que parezca. Yo no quiero que desaparezca la Coca Cola, quiero poder seguir bebiéndome una de vez en cuando, aunque sea una vez al mes. El problema para la salud es beber medio litro de Coca Cola todos los días, o más. Y mientras esa empresa quiera seguir siendo boyante, le conviene más lo segundo que lo primero. Si eso lo trasladamos a algo que se ha convertido en infinitamente más imprescindible y adictivo que la Coca Cola, el problema ya es más gordo, y estamos viendo sus consecuencias, aunque no queramos verlas, o aunque viéndolas las dejemos pasar… Como con el cambio climático. Como con la Covid-19… Vamos, que parecemos actuar como si nos importara todo un bledo…

…El Dilema de las Redes no son las redes, sino la masa humana que estamos atrapada en las redes…