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Internet se nos va de las manos

Internet se nos va de las manos

Probablemente ya haya oído hablar antes de la Internet de las cosas, o IoT en sus siglas en inglés. Sin ir más lejos en este mismo periódico (ndr: 20 Minutos).

Se trata de uno de los palabros, o conjunto de palabros, más de moda en el mundo digital, pero no está tan claro que mucha gente sepa exactamente a qué se refiere o la magnitud de la revolución que pone en marcha.

Una encuesta rápida entre colegas bien informados ofrece resultados dispares. Algunos de ellos relacionan la Internet de las cosas con los nuevos dispositivos electrónicos conectados, como los relojes inteligentes (smartwatches), pulseras de fitness o prendas de ropa conectadas: los llamados wearables (algo así como ‘ponibles’ en castellano). Y otros mencionan el control desde nuestro smartphone, a modo de mando a distancia, de otros aparatos, como la TV conectada, el aire acondicionado o nuestro propio coche.

Todos ellos tienen parte de razón, ya que la Internet de las cosas presupone dotar de ‘vida digital’ a todo tipo de objetos que anteriormente estaban desconectados o incluso eran completamente inanimados, como una chaqueta o una persiana. Y también implica la capacidad de estos objetos conectados de comunicarse entre sí, como ya ocurre entre nuestro móvil y nuestra tele. Pero en casi todos los ejemplos citados hay un ser humano como principal ‘agente’ y centro de la acción. Es el humano el que programa su camiseta inteligente, el que lanza vídeos del smartphone a la tele o el que controla el aire acondicionado con el reloj. La Internet de las cosas, sin embargo, como su propio nombre indica, tiene como principal singularidad y potencial el hecho de que son las cosas las que se conectan, comunican y controlan directamente entre sí, sin necesidad de intervención humana alguna – al menos desde su diseño y programación inicial.

Como escribió -¡en 1999!- el creador del concepto de la Internet de las cosas, el ingeniero inglés Kevin Ashton: “Hoy, los ordenadores -y, por tanto, Internet- son casi totalmente dependientes de los seres humanos para la información. Casi la totalidad de los 50 petabytes de datos disponibles en Internet fueron capturados y creados primero por seres humanos… El problema es que la gente tiene tiempo, atención y precisión limitados; así que no son muy buenos en capturar datos sobre objetos en el mundo real (…). Tenemos que empoderar a los ordenadores con sus propios medios para recoger información, de modo que puedan ver, oír y oler el mundo por sí mismos…

Ashton trabajó fundamentalmente con tecnología de sensores, que son los elementos que permiten poner ojos, oídos y nariz a la Internet. Sensores en autobuses, como en Helsinki, que registran la información del tráfico a cada minuto, permitiéndonos saber cuándo llegará nuestro bus, y al sistema de transportes regular automáticamente las rutas en tiempo real. Sensores en las lentillas, como las que han ensayado Google o Medella, que toman el nivel de glucosa para consulta propia y para poner en marcha campañas colectivas de prevención de la diabetes. Sensores en aeropuertos como los de Barajas o el Prat, que suministran información en tiempo real a los pasajeros, y permiten al aeropuerto regular los flujos en las líneas de seguridad, puertas o mostradores.

Los nuevos sensores (llamados beacons o balizas) funcionan con Wifi o con Bluetooth 4.0, que puede transmitir/recibir datos de móviles a su alrededor hasta 50 metros y se conecta directamente a Internet, como cualquier ordenador. Estos nuevos actores en la Red, que requieren su propia dirección o ‘matrícula’, han hecho estallar las costuras del protocolo actual de Internet (IPv4). En 2011, la Agencia Internacional de Asignación de Números de Internet entregó el último bloque de direcciones disponibles a Asia. Ahora, los ingenieros de todo el mundo (España, con mucho retraso) aceleran la implantación del nuevo protocolo IPv6, que dará espacio ni más ni menos que a 340 trillones de trillones (un 34 seguido por 37 ceros) de nuevos ‘amigos’ en Internet. Adiós a la supremacía humana.

Artículo escrito por Rosalía Lloret y publicado en 20minutos.es

Bajo Licencia Creative Commons Licencia CC BY SA

Rosalía Lloret de 20 Minutos


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