La pandemia pone a prueba a las ciudades
El COVID-19 ha supuesto un duro examen para las ciudades, ya que éstas han tenido que valorar su capacidad para abordar la propagación de la infección. Es decir, comprobar si el entorno urbano era resistente, si funcionaban los instrumentos de apoyo, si la gestión de riesgos era eficaz y eficiente, o si un enfoque diferente y más sostenible nos habría ayudado a manejar mejor la situación.
No son preguntas retóricas, sino escenarios que debemos prever y abordar en este mundo posterior al virus. Nadie quiere otra pandemia. Nadie quiere una crisis económica derivada. Nadie quiere bloqueos que limiten la actividad social y económica.
Ahora es el momento de la ciudad sostenible siguiendo el modelo histórico de ciudad mediterránea, compacta y compleja, a la vez que eficiente y estable socialmente. Es el momento de la ciudad habitable, que proporcione un buen lugar para vivir y atraiga empresas y talento. Muchas ciudades deben continuar construyendo su resiliencia a pesar de la pandemia, y resulta crucial integrar la sostenibilidad: desde una mayor eficiencia energética y del agua, a una mejor calidad del aire. Es preciso integrar la sostenibilidad en cada etapa de la construcción y la producción, promoviendo el reciclaje para garantizar un entorno más limpio aprovechando el potencial que ofrecen tecnologías digitales para reducir la huella ambiental.
En este momento de adaptación la estrategia es la habitabilidad, y no solo la rentabilidad. Las ciudades no pueden ser sólo lugares eficientes para hacer negocios. Las ciudades están en constante competencia y, por ello, el papel que desempeña su identidad es clave. El carácter único de muchas ciudades se ve amenazado por la presión de la estandarización, por lo que posicionarse y construir una reputación resulta fundamental.
Ahora es el momento de priorizar el buen gobierno, de concentrar a los diferentes agentes, de tener un marco institucional transparente que permita actuaciones de envergadura y asegure estabilidad, especialmente ante cualquier opción estratégica que la ciudad emprenda.
Pero son varias condiciones y diversos los procesos que dan forma a la identidad de una ciudad, su competitividad y su atractivo. Por ejemplo: la calidad del medio urbano, el desempeño de la economía local, la satisfacción de los residentes, la identidad de la comunidad o el sentido de cohesión. Estos factores, tomados en su conjunto, garantizaran el éxito.
Las ciudades del futuro son las sostenibles, innovadoras y emprendedoras, que se adapten a un nuevo mundo digital conectado para ofrecer nuevos empleos, soluciones y salidas económicas. Todas ellas variables fundamentales de la identidad y la marca propia.
Las ciudades solo ocupan un 2% de la superficie del planeta, pero son esenciales para el crecimiento económico global. Determinan la riqueza y la pobreza de sus países, generan empleo, producen bienes, prestan servicios y promueven oportunidades económicas para todo el territorio. Además, albergan el 50% de la población mundial y se prevé un crecimiento de 65 millones de personas al año. En la próxima década habrá cerca de 500 ciudades de más de un millón de personas y varias "mega-ciudades" con poblaciones superiores a los 20 millones.
Grandes y conectadas, trascienden las fronteras y perturban las agendas internacionales. Son imanes para los negocios, la gente, el dinero y la innovación, y conducen la economía mundial. Las 600 ciudades más grandes representan más del 60% del PIB mundial y en el top 20 están ubicadas un tercio de las grandes empresas, que representan casi la mitad de los ingresos. Este es el siglo de las ciudades y en ellas reside el verdadero poder más allá de los estados.
Las ciudades globales son líderes en el comercio, las artes, la ciencia y la educación. Tienen el alcance, la ambición y el poder para dar forma no solo al mundo de la economía, sino también ser su modelo, promover sus ideas, su cultura, sus políticas y su futuro. Ya no son sólo lugares para vivir, sino que se han convertido en actores líderes en la escena mundial.
Cada vez más ciudades están actuando como motores de estabilización proporcionando centros para el desarrollo. Muchos países dependen de sus ciudades existentes y emergentes para actuar como oasis en un desierto muchas veces seco y con mucho espejismo decepcionante.
Las ciudades son un reflejo de las dificultades y los retos a los que se enfrentan los países. Pero sólo serán capaces de hacer frente a sus mayores desafíos si cuentan con herramientas de gestión adecuadas. La asociación público-privada adquiere cada vez más importancia como modelo de participación activa de todos en pro del crecimiento de la ciudad y el bien común, que es la suma para el desarrollo del país.
En el futuro las ciudades deben ser más flexibles, ágiles y receptivas a los desafíos, además de tener la capacidad para identificar y adoptar soluciones alternativas a los problemas apremiantes. En la era post COVID-19 la solución es un enfoque dual: el primero centrado en proteger a las personas y, el segundo, en asegurar las infraestructuras.
Las ciudades deben explorar las sinergias a través de múltiples planes de acción, por lo que una sola estrategia o acción puede abordar múltiples tensiones potenciales y solucionar problemas de salud, bienestar, liderazgo, infraestructuras, ecosistema, economía o sociedad.
En el mundo posterior al COVID-19 habrá un mayor uso de la tecnología, de los datos y el Big Data en tiempo real, y una infraestructura abierta de tecnología de información y comunicaciones que, bien gestionada, puede ayudar a proteger el bienestar de las personas, favorecer el crecimiento y crear un impacto en el entorno.
En resumen, una ciudad es atractiva mientras sea diferente, creando una verdadera armonía entre el entorno natural y la infraestructura construida. Es el camino hacia la resiliencia, porque los países han dejado de ser referencias de primer nivel. La verdadera acción ya no es de las naciones sino de sus centros urbanos.
Por Anwar Zibaoui, Coordinador General en ASCAME