Crece la tensión comercial entre EEUU y China por la nueva normativa de chips del primero
Dos asuntos económico – tecnológicos a nivel mundial, uno anterior a la pandemia y otro posterior, han confluido en una controversia comercial. El primero es la eterno conflicto comercial entre Estados Unidos y China, y el segundo la crisis de los semiconductores, que aunque atisba esperanzas de recuperación, sigue encontrando nuevos frentes.
La guerra comercial entre las dos mayores economías del mundo ha entrado en una nueva fase con la imposición en octubre por parte de Estados Unidos de amplios controles a la exportación de tecnologías de vanguardia destinadas a su rival asiático. El objetivo de la regulación es limitar las capacidades de las empresas chinas para obtener o desarrollar microchips avanzados que impulsen la innovación en Inteligencia Artificial.
Las nuevas leyes también prohíben a las personas y empresas estadounidenses apoyar a las empresas chinas que se dedican a estas áreas. Por su parte, China no parece estar dispuesta a aliviar la tensión. A tenor del último congreso del Partido Comunista Chino cabe inferir que profundizará en sus políticas de aumento de la autosuficiencia tecnológica y de priorización de la seguridad nacional sobre el crecimiento económico.
"Asistimos a una fase de guerra comercial nueva y más intensa. Los controles de las exportaciones y las prohibición a los ciudadanos estadounidenses de apoyar a empresas chinas, probablemente darán lugar a un desacoplamiento de las economías estadounidense y china en el ámbito de la alta tecnología, e impactarán negativamente en el intercambio de conocimientos entre las dos superpotencias", explica el economista de Atradius Asia Bert Burger. Esta nueva fase podría dar lugar a que las multinacionales occidentales reduzcan sus inversiones en China y trasladen la producción de bienes de alta tecnología a mercados como Malasia, Tailandia y Vietnam.
Aunque la nueva normativa provocará que las principales empresas de diseño de chips pierdan un mercado de exportación clave, las repercusiones en el sector tecnológico estadounidense tardarán en manifestarse. "El impacto a corto plazo en las empresas de alta tecnología de Estados Unidos será limitado, ya que habrá muchas exenciones para los actores clave", explica el director de Riesgos de Atradius en Estados Unidos, Jon Starck. Además de las exenciones a corto plazo, las empresas podrán solicitar licencias que les permitan seguir vendiendo productos prohibidos a China. El Departamento de Comercio de Estados Unidos insiste en que la mayoría no se concederán, pero esta postura podría cambiar si se relajan las tensiones.
Estados Unidos prevé que, a largo plazo, la prohibición sea peor para el sector chino de alta tecnología que para el suyo propio. En China, las nuevas normas podrían tener un impacto significativo. Los fabricantes chinos de chips son los que más van a sufrir a corto plazo porque dependen de equipos estadounidenses. Las nuevas normas también impedirán que China desarrolle su propia industria de chips de nueva generación en un futuro próximo. "La Administración china ha invertido miles de millones de dólares en su industria de chips. Sin embargo, construir una cadena de suministro totalmente china en microchips avanzados puede ser casi imposible en un futuro próximo. Los propios fabricantes de equipos chinos siguen estando entre cuatro y cinco años por detrás de sus homólogos extranjeros", explica el director de Riesgos de Atradius en China, Chris Chen.
Resultará difícil eludir la prohibición, ya que Estados Unidos aplicará las sanciones de forma extraterritorial: los fabricantes de chips avanzados de otros países deberán cumplir los controles o perder el acceso a los equipos esenciales de Estados Unidos. Sin embargo, la normativa solo se aplica a los chips más avanzados, que suponen un pequeño porcentaje del comercio global de microchips. Esto significa que, también en China, el efecto inicial puede ser limitado. "El impacto real de las restricciones dependerá de cómo se aplique la política. No obstante, no esperamos un amplio impacto comercial en las empresas privadas chinas a corto plazo", añade Chris Chen.
Además de los fabricantes estadounidenses y chinos, la normativa tiene importantes implicaciones para otros países. "Es probable que los fabricantes de chips de Japón, Corea del Sur y Taiwán reduzcan gradualmente sus vínculos con las empresas chinas y diversifiquen la producción a medio y largo plazo, para evitar la incertidumbre geopolítica", explica el director de Atradius en Asia, Albirich Tang. Los fabricantes asiáticos de semiconductores que lideran el mercado global tienen un año para cumplir las restricciones, por lo que no actuarán con precipitación, pero la previsión es que los fabricantes de chips de vanguardia de Asia y Europa no querrán caer en las restricciones de Estados Unidos y arriesgarse a perder el acceso a las cadenas de suministro avanzadas de las que dependen sus negocios. Por ello, la nueva regulación supone una intensificación de la guerra comercial entre China y Estados Unidos.