El móvil y la compulsión
Sobre los dispositivos digitales y su capacidad de convertir a la gente en autómatas sin mente se ha escrito mucho, y la mayoría no muy bueno. Buena parte de la crítica al uso que hacen muchas personas de los móviles (en especial los jóvenes) confunde el placer o el gusto con la adicción, lo cual hace un flaco favor a quienes de verdad tienen problemas.
Otra pega habitual es acusar a los usuarios de aislarse de la sociedad, cuando en muchas ocasiones cuando alguien está absorto en su dispositivo es porque interactúa con alguien al otro lado. Demasiados críticos se limitan a reiterar la alarma de Platón sobre el terrible efecto que la nueva tecnología iba a provocar en la mente humana haciéndonos perder la memoria, en referencia a la escritura. Las historia no respalda esta visión apocalíptica: la escritura y la imprenta lejos de destruir las mentes de las personas han ayudado a una expansión del conocimiento nunca vista.
Dicho lo cual casi cualquier tecnología o actividad capaz de causar placer es susceptible de provocar una verdadera adicción en algunas personas. Por la estructura misma de nuestro cerebro, que usa los mismos circuitos neuronales de recompensa para el simple placer, el sexo o las drogas muchas actividades pueden convertirse en adicciones, desde el juego a la comida, la bebida, la pornografía, los videojuegos, las máquinas tragaperras, el deporte o hasta la lectura. Si una actividad puede estimular los circuitos del placer en algunos casos extremos será capaz de provocar los terribles y dolorosos síntomas de la verdadera adicción: una compulsión irrefrenable que no tiene en cuenta las consecuencias. Las adicciones existen; también al móvil, o a Internet. Eso sí: son mucho menos habituales de lo que ciertos estudios alarmistas y partes interesadas quisieran hacer creer. La verdadera adicción es un trastorno muy serio que puede destruir la salud y la vida de quienes lo sufren y de sus familias y amistades y no debe trivializarse etiquetando de este modo el mero hecho de que un niño quiera jugar a un videojuego o que un estudiante pase muchas horas ante el ordenador.
Lo que no quita para que existan elementos preocupantes en algunas prácticas de páginas web y apps de móvil que para aumentar sus visitas (e ingresos) recurren a técnicas psicológicas que fomentan conductas compulsivas del tipo de las que emplean los fabricantes de máquinas tragaperras o los juegos de azar. Hay detalles que sabemos tienden a provocar compulsión, en el sentido de atraer de modo repetido e irrefrenable nuestra atención. Por ejemplo las luces intermitentes atraen irremisiblemente nuestra mirada: para nuestro cerebro más profundo una luz intermitente significa que algo se mueve cerca y hay que mantenerlo vigilado queramos o no. Músicas simples y repetitivas, asociaciones estímulo-recompensa y otras técnicas bien conocidas por la psicología ayudan a secuestrar muestra atención de modo excluyente. Este tipo de tácticas no sólo resultan molestas, sino que pueden facilitar que se desarrollen verdaderas adicciones en personas vulnerables.
Algunos de los técnicos y científicos que iniciaron el estudio de estas técnicas están mostrando preocupación ante el uso, y a veces incluso abuso, que llevan a cabo algunas empresas de sus descubrimientos. La línea que separa un truco legítimo para llamar la atención de un ‘anzuelo’ psicológico que atrae con malas artes no está clara, ni en la práctica ni en la ley. Y la tentación de hacer uso de este tipo de atajos es cada vez mayor según se extiende la Economía de la Atención y se encarece cada vez más la mirada del navegante. Tendremos que pensar en definir cuándo un modo de atraer la atención es excesivo y cuándo es incluso peligroso para evitar que nuestras aplicaciones y sitios web acaben haciendo de nosotros marionetas como si fuésemos personajes de un episodio de Black Mirror.
Artículo escrito por Pepe Cervera y publicado en 20minutos.es
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