¿Piensan los programadores en las personas con discapacidad?
Dificultades para leer textos, ausencia de descripción de imágenes o enlaces que no llevan a ninguna parte, algunos de los fallos más detectados en webs y aplicaciones.
¿Cómo usan las personas con discapacidad visual una aplicación? ¿Cómo entiende una persona sorda un vídeo con audio? La tecnología ha de ser accesible, tanto para aquellos que tienen una discapacidad —que suponen alrededor del 9 % de la población española—, como para cualquier usuario que tenga ciertas dificultades temporales, dicen los expertos. Sin embargo, no toda la tecnología es accesible y muchas veces, advierte César Córcoles, profesor de los Estudios de Informática, Multimedia y Telecomunicación de la Universitat Oberta de Catalunya, empresas, administraciones o informáticos solo se acuerdan de la accesibilidad «cuando tenemos cerca el problema».
Dificultades para leer textos, ausencia de descripción de las imágenes o enlaces que no llevan a ninguna parte son algunos de los fallos más detectados en webs y aplicaciones. Que la letra sea legible para cualquier persona —a través del contraste, el color o el tamaño—, que haya textos explicativos para quien no puede ver las fotografías o que los enlaces funcionen correctamente y te dirijan a la pantalla requerida son fallos que tienen muchas herramientas tecnológicas y que dificultan el acceso a las mismas. «Todos vamos a tener problemas en un momento u otro, y los productos accesibles son mejores», defiende el docente, que también advierte de que prácticamente ninguna página lo será «perfectamente». Sí que hay que buscar, defiende, que lo sean en el porcentaje más alto que se pueda.
Los estudios son claros con respecto al camino por recorrer: el 98,1 % del millón de páginas web estudiadas entre febrero de 2019 y febrero de este año por una asociación de personas discapacitadas de Estados Unidos tienen, al menos, un error. Entre ellos, el más común es que el contraste en el color de la letra haga que esta sea ilegible y, el siguiente más común, que no haya texto asociado a cada imagen. Y la solución no es difícil, señalan los expertos. «La inmensa mayoría de los problemas se deben al hecho de hacer las cosas de una manera determinada, porque los creadores no se lo han planteado», explica Córcoles, que apunta al miedo a los costes —que realmente, dice, no son altos— o al desconocimiento tanto de las normativas vigentes como de las buenas prácticas de diseño y desarrollo como causas más probables de este gran número de obstáculos con los que se encuentran las personas con discapacidad visual, auditiva, motoras o cognitivas cuando usan la tecnología.
Los expertos acuden al ejemplo de la arquitectura para poder mostrar cómo debe evolucionar la tecnología. Una rampa en un portal de un edificio no solo sirve para una silla de ruedas, recuerdan, sino que también ayuda al vecino con el carrito de la compra o al que se rompe un pie y lleva una escayola. Lo mismo ocurre con la tecnología. «Tengo 47 años y pulso Control + para hacer la letra más grande por la presbicia; desafortunadamente, hay páginas en las que eso no funciona», confiesa el profesor de la UOC, que insiste en la empatía como clave para poder ayudar a que todas las personas usuarias tengan acceso a la información o a los servicios de manera digital.
Y, para ello, los futuros programadores o desarrolladores deben ver el beneficio de la accesibilidad. «Durante los cuatro años de carrera, los estudiantes pueden no cruzarse nunca con una persona con discapacidad, así que intentamos sensibilizarles», dice, en referencia al pódcast Despacho 42, que en su último programa entrevista a Juanjo Montiel, un desarrollador con discapacidad visual. Pese a estas acciones, Córcoles también destaca que la UOC es la segunda universidad de España con mayor número de estudiantes con discapacidad, después de la UNED, por la ventaja que supone para muchos de ellos que la formación sea en línea y por la adaptación que se ha hecho de los recursos educativos para que puedan seguir sus estudios con facilidad. Según una encuesta realizada por la UOC a sus alumnos con discapacidad, el 72,45 % de los estudiantes han escogido la formación en línea por la compatibilidad con las propias actividades y responsabilidades.
La tecnología: una aliada, no un obstáculo
La tecnología no siempre es un obstáculo para las personas con discapacidad. Todo lo contrario, defiende el experto. La mejora es patente, por ejemplo, en la vida de las personas ciegas, que con un teléfono móvil pueden comprobar el valor de los billetes que manejan en su vida cotidiana. O que, con los lectores de pantalla, pueden escuchar la información contenida en un web. Pero también hay dificultades. «A veces hay pasos atrás y surgen muchas frustraciones», explica Córcoles. La pandemia del coronavirus ha provocado nuevos y graves obstáculos para muchas personas. Es el caso de las mascarillas y su efecto en las personas sordas, que no pueden leer los labios de aquellas personas con las que se comunican y que, en el ámbito educativo, imposibilitan el avance de muchos niños y niñas. «Es una condena», afirma.
Eso sí, el docente apunta que, aunque puede que no sean muy utilizadas, los móviles tienen herramientas que transcriben los discursos orales. Otro ejemplo del mayor aislamiento que supuso el confinamiento es el de cualquier persona ciega, que antes hacía la compra en su barrio con la ayuda de vecinos y comerciantes, y que, sin contacto previo con la tecnología, no pudo ser capaz autónomamente de hacerla por internet, pese a que muchos webs están adaptados. «Aprender a usar el web, aunque sea accesible, es más complicado si se tiene una discapacidad», lamenta. Un último ejemplo, que fue denunciado por el invitado al podcast de la UOC, es que la aplicación Radar COVID, del Gobierno central, no era accesible cuando se puso en marcha en las primeras comunidades autónomas: «No podía darle a la tecla Ok para utilizarla».
Mentalidad de futuro
No es cuestión de buscar la perfección, porque no existe, alerta el profesor. «La accesibilidad no se trata de si es completamente accesible o no, sino de una serie de graduaciones», remarca. En algunos casos no sería viable, añade, revisar todos los webs que llevan operativos desde antes de que comenzáramos a tener en cuenta la accesibilidad, pero sí cree necesario «pensar en los que hacemos nuevos y considerar qué hacemos para que todas las personas puedan acceder a toda la información». Córcoles apostilla que existen guías de todo tipo por parte de los propios sistemas operativos, los navegadores o dentro de la industria del software para poder crear aplicaciones y webs con estos criterios. Tal como muestra el estudio estadounidense de WebAIM, el profesor considera que las Administraciones públicas, en Europa, también cumplen más con las normas de accesibilidad que las empresas privadas, debido a la obligatoriedad de las mismas y pese a que las compañías podrían adaptar o elaborar «casi gratis» sus productos tecnológicos para todas las personas usuarias.
Aspirar a que los webs sean lo más accesibles posible facilitaría su uso a alrededor del 9 % de la población española. Los últimos datos apuntan que hay 3,8 millones de personas con discapacidad, pero los expertos insisten en que todos, en mayor o menor medida, y antes o después, nos veremos beneficiados. «Si diseñamos pensando solo en personas "como yo" o en personas "prototipo", acabamos olvidando la gran diversidad de necesidades de las personas», explica el director del máster universitario de Diseño de Interacción y Experiencia de Usuario (UX) de la UOC, Enric Mor, en referencia al diseño universal en el que se enmarca la accesibilidad. Una página web accesible, avala, no solo ayuda a todas las personas a acceder a su contenido, sino que «si técnicamente está bien construida, los buscadores la indexan mejor y obtiene mejor posición en los resultados de búsqueda, tiene una mejor arquitectura de la información, navegabilidad y ofrece una mejor experiencia de usuario». «¡Todo el mundo gana!», concluye el profesor, que afirma que la accesibilidad debe conectar con conceptos como diseño centrado en el usuario, usabilidad, diseño de interacción y experiencia de usuario. Todas ellas, herramientas para que todos y todas, cada uno con nuestras características, podamos acceder a todo lo que nos ofrece la tecnología.