Diseñar una estrategia que permita cimentar una nueva economía, más robusta, resiliente y basada en una digitalización que equilibre conectividad y privacidad, así como la descarbonización, son los grandes retos de la industria española en la realidad a partir de la pandemia de la COVID-19.
…Y el problema de esa falta de coordinación en los ritmos de ambos aspectos de TI es que las empresas se han ido volviendo, a lo largo de la pandemia, cada vez más vulnerables a ciberataques y demás riesgos de seguridad.
Mejor dicho, ¿ya no es tan bonita nuestra preparación para trabajar en remoto como se estaba vendiendo?
…Y tras ese titular cabría esperar que toca decir “hasta que llegó la pandemia”. Y sí, pero no tanto.
Ya hemos analizado en repetidas ocasiones la aceptación del trabajo en remoto durante la pandemia, pero no hemos tratado acerca de si las empresas cumplirían ahora con los requisitos del escrito legal redactado por el Gobierno ante esta tesitura, y ya adelantamos que no mucho, la verdad.
El 57,4 por ciento de las pequeñas y medianas empresas en España ve nada o poco probable que el teletrabajo aumente en el futuro en su negocio y el 53,1 por ciento tampoco cree que lo haga la inversión en las herramientas tecnológicas para facilitarlo.
El teletrabajo aumenta la actividad de los centros de datos, pero, ¿pueden estos últimos sumarse a él?
El primer paso se ha dado. Tras la reforma del artículo 34 del Estatuto de los Trabajadores, miles de empresas registran cada día la jornada laboral de sus trabajadores. Una medida legal obligatoria desde mayo de 2019 que puede acarrear sanciones de entre 626 y 187.000 euros para las compañías que infrinjan alguna de sus obligaciones.
Hay casos en los que decir aquello de que no hay mal que por bien no venga suena feo.
Hasta principios de 2020 hablar de teletrabajo era sinónimo de flexibilidad laboral, de una forma de trabajo que empleaban los freelance o las personas que por su ubicación tenían que trabajar en remoto para grandes empresas.
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