El Boyero tecnológico: Upload

Este metaverso sí que está para morirse…

Tras haber topado con una serie que aparentaba seguir los pasos de Black Mirror pero con peores resultados, como era Dark Web, nuestro estimado Pulpo ha descubierto una que también encuentra paralelismos obvios con la serie del Espejo Negro, pero que sí funciona bien, especialmente en esa intención tan apreciada por nuestra mascota que es poner el dedo en la llaga con la crítica a la parte negativa de la tecnología.

Upload es una serie estadounidense creada por Greg Daniels que, a pesar de no llegar al nivel de su aclamada The Office (era difícil), supera a su más reciente Space Force (era más o menos fácil, aunque reconozco que también me entretuvo). Como es fácil suponer con esos antecedentes, la clave del éxito vuelve a ser el humor, y ese es también el arma que hace que la “tecnofobia” fluya y convenza de manera inteligente, porque se anticipa así a los habituales memes de los tecnófilos que se ríen de “boomers” e inadaptados de la vida digital (lo que, por alusiones, pone al Pulpo en el bando de los fans de la serie).

Casi podría decirse, como ya hemos anticipado, que Upload parece, por referencias temáticas, un capítulo muy largo de Black Mirror en versión cómica (aunque no del todo; también tiene su parte de trama seria). De hecho, el argumento principal, que es ese universo virtual para que los fallecidos tengan vida tras la muerte, nos remite inevitablemente al episodio de San Junípero de la serie de Charlie Brooker. Además, hay otras líneas argumentales que nos pueden recordar a otros capítulos, como la reputación a base de puntuaciones digitales o estrellas (Caída en picado), o la posibilidad de investigar en la memoria digital de los personajes (Toda tu historia o Cocodrilo). Todo en una única trama argumental, no como los episodios auto conclusivos del Espejo Negro.

Explicado así, alguien podría decir que la historia parece un plagio (o varios), pero lo cierto es que tiene fuerza suficiente como para que no nos acordemos de Black Mirror, personalidad propia en la forma en que se hilvanan esos distintos aspectos (y otros muchos), y sobre todo mucho ingenio, tanto en el desarrollo de los hechos como en los gags cómicos a cuenta de lo absurdo y parodiable de tantas “soluciones” tecnológicas vendidas como “imprescindibles”. Aquí la sátira y el sarcasmo funcionan con una agudeza que en la serie del Espejo Negro solo llegaba a atisbarse en el mencionado Caída en picado y pocos más. Es cierto que esa no era su intención, sino asustarnos, pero me parece algo más efectivo el humor que el terror, para este ámbito en particular.

Desgranando detalles concretos que me han llamado la atención, en primer lugar, está la manera de explicar cómo los fallecidos (ahora “descargados”) siguen siendo los mismos (digitalmente) en su nuevo “metaverso”. Esta era una cuestión que habitualmente no se resolvía, o se explicaba mal: En el mencionado San Junípero (que por lo demás me parece superior a esta serie) no nos muestran nada más allá de ser una memoria digital almacenada en un gran centro de datos, con lo que uno puede pensar que esas versiones virtuales de los muertos no dejan de ser clones de los originales, y por lo tanto los originales no deberían sentirlo ni padecerlo (como muertos que están), pero en la historia no aparenta ser así; claro, un clon siente y padece lo mismo que si fuera el original, luego visto desde fuera nos parece que es el mismo ser. Yo aquí siempre me remito a lo del teletransporte: Si tus células mueren y desaparecen completamente en el punto de inicio del viaje, y las que se regeneran en el punto de llegada son réplicas de las tuyas, ese que sale al otro lado no eres tú, aunque él si lo crea, por lo tanto, ¿de qué me sirve a mí si a efectos prácticos es un suicidio con sustituto idéntico? Bueno, en Upload este asunto “se resuelve” con la imagen que nos muestra cómo el muerto es “digitalmente decapitado”, de manera que entendemos que el cerebro se ha transportado al universo virtual sin dejar de ser ese cerebro. La verdad es que resulta una idea pueril, más de fantasía que de ciencia ficción, pero como el tono de la serie en general es de comedia, lo aceptamos de manera más o menos válida.

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A partir de ahí, resulta asombrosa la naturalidad con que la serie muestra cómo el concepto de la vida y la muerte han cambiado por completo: La muerte en sí ha dejado de ser un tabú o un drama, puesto que psicológicamente es casi como si no existiera (ni para los fallecidos ni para sus familiares aún vivos, que se pueden seguir comunicando). Al mismo tiempo, los “descargados” se convierten en un nuevo colectivo social, y eso da lugar a nuevos tipos de relaciones y fricciones entre ellos y los biológicamente vivos. Todo lo anterior se explota muy bien desde la comedia, pero también deja espacio para reflexiones más profundas, entre las cuales surge el debate entre ciencia y fe: Obviamente el nuevo mundo virtual para los fallecidos se ha convertido en un sustituto del “más allá” religioso, pero lo cierto es que todavía quedan personas que creen en ese cielo tradicional, tanto desde una fe sana, como desde el habitual integrismo.

Otro detalle que me parece genial consiste en que en el “cielo digital” también hay clases sociales, dependiendo de la capacidad económica de los fallecidos o sus familiares, y que disponen según ello de mayor o menor cantidad de datos, o bien datos limitados o ilimitados. Aquí drama y comedia funcionan al unísono, porque no deja de ser curioso ver el paralelismo con tener, en nuestro mundo real, un smartphone con datos ilimitados o con sólo una pequeña cantidad de gigas, y lo que nos ocurre en el segundo caso si los malgastamos. En la serie, los que agotan el nivel de 2 gigas se quedan directamente congelados y en blanco y negro.

Está muy lograda la narración en paralelo, del mundo real y el virtual, y de los momentos en que ambos se conectan. Buena parte de los personajes son programadores informáticos, y esto da lugar a una curiosa escena en el último capítulo de la primera temporada (sin hacer spoilers), que nos remite a una famosa película pero a la inversa: Si en Matrix los expertos en software guiaban desde el mundo real a los personajes que se habían introducido en el código, en Upload es un informático del mundo virtual (“descargado”) el que guía y ayuda a un personaje del mundo real en una escena de acción de ese último capítulo.

Hay muchos más detalles y aspectos a tratar (la ética de los vehículos autónomos ante los accidentes, la publicidad online, la ciberseguridad, etc.), así que la serie da para mucho. Bien es cierto que el asombro que me produjo en la primera temporada decae para mi gusto en cierta rutina durante la segunda, y quizá la ventaja de desarrollar un tema con detalle, que no existía en los episodios independientes de Black Mirror, se pase del límite de lo necesario a partir de un determinado número de horas; la serie sigue estando bien, pero me habría parecido probablemente más redonda en una sola temporada (formato miniserie). Veremos si la anunciada tercera temporada acaba desmintiéndome (ojalá).

 

Nota del Pulpo: 7 / 10 (Temporada 1: 7,5; Temporada 2: 6,5)