El Boyero techie: Dark Web

Una versión floja de Black Mirror

ADVERTENCIA: En este artículo hay alguna “pista de SPOILER” (pero no totalmente explícita) que no hemos tenido más remedio que hacer para incluir un chiste (es nuestra idiosincrasia); lo malo es que el chiste solo lo pillarán quienes hayan visto la serie (que no serán muchos).

Después de varias entradas dedicadas a películas, volvemos a centrar nuestras reseñas de ficción tecnológica en una serie de televisión, cosa que no hacíamos desde el año pasado. En la búsqueda de ellas, hemos dado con una que tiene no pocos parecidos con la serie que lo inició todo (en la ficción episódica con temática techie y en nuestro blog): Black Mirror.

Las comparaciones son odiosas, sí, pero a veces también inevitables (seguro que los creadores de Dark/Web eran conscientes de ello). Por un lado, la tecnología vuelve a mostrarse a medio camino entre el realismo de la actualidad y la ciencia ficción distópica, jugando con el recurso (manipulador o no) de convertir los miedos al futuro (o el presente) en base para crear tramas de estilo terrorífico o, al menos, desasosegante.

Por otro lado, aunque en los seis capítulos de esta serie hay una historia central que lo vertebra todo, sobre una programadora de software que ha desaparecido misteriosamente, hay también narraciones cortas (escritas y enviadas por la propia programadora a sus amigos) acerca de diferentes situaciones dramáticas en relación a distintos tipos de tecnología y sus consecuencias, siendo esta segunda vertiente expositiva la que irremediablemente nos retrotrae a los episodios antológicos o auto conclusivos del Espejo Negro.

Entre esas historias breves tenemos por ejemplo una app de movilidad hackeada para que un conductor de la misma sepa lo que no debería saber sobre los clientes que se suben a su coche y actúe en consecuencia; o la típica situación de acoso a través de redes sociales a una chica pero llevada al extremo; o un videojuego de zombies de realidad virtual hiperrealista; o el acceso a la propia Dark Web para conseguir un órgano para un trasplante y las implicaciones morales de esto. O (y aquí viene la “pista de SPOILER”) una mujer que utiliza una app de citas para un fin distinto al convencional: convertir aquello para lo que sirve Tinder para obtener aquello para lo que sirve Glovo.

En definitiva, como podéis ver, así contado podrían parecer perfectamente capítulos de Black Mirror. La diferencia está en esa historia central, que en vez de mostrar un peligro cibernético desde el lado de los usuarios abrumados por la tecnología como lo estaban los bañistas en la playa por los tiburones de la mítica película de Spielberg, la perspectiva está narrada en buena medida desde el bando de los programadores de software, siendo la excusa para poner sobre la mesa el debate ético sobre las intenciones de la tecnología y sus consecuencias, y con los buenos tratando de salvar el mundo. Es decir, la segunda parte de la película Tiburón, cuando los protagonistas se hacen a la mar para ir a por el escualo.

Mientras todo esto ocurre en escena, desde el primer capítulo escuchamos titulares de informativos que no se diferencian mucho de algunos de los que estamos habituados a ver últimamente en el mundo real, cada vez más desde la revolución digital, acerca de ciberataques, hackeos a todo tipo de organizaciones, etc., pero de consecuencias más graves, y por lo tanto de orientación distópica. Esos titulares se mezclan con anuncios publicitarios sobre servicios y aplicaciones en la nube, supuestamente muy seguros, en lo que es un intencionado sarcasmo basado en la paradoja. La otra cuestión de Dark / Web que matiza a Black Mirror es que aquí se defiende claramente que el peligro no está en la tecnología en sí, sino en las intenciones con las que se quiera programar, lo cual entra en la libre elección que haga previamente el ser humano en su desarrollo. Pero claro, en ese libre albedrío sí está el peligro (y en los intereses de las grandes compañías tecnológicas, etc.).

Con toda esta temática detrás, todo parecería indicar que esta es una serie muy interesante, al menos para fans del mundo techie, pero para mi gusto está más bien desaprovechada, sin negar que también hay momentos más o menos buenos (no muchos). El problema es que el hilo narrativo resulta algo endeble en su estructura, de manera que aunque da para ser entendido, no da para causar reacciones anímicas destacables al espectador (al menos a mí... vamos, que me ha parecido más bien sosa -sin ser mala-), y eso no lo arregla el que la música de la cabecera se parezca a la de Stranger Things. Además hay algún momento creo que desubicado dramáticamente: Cuando el programador al que va a ayudar Molly muestra esa tensión desesperada sin que los espectadores sepamos aún  cuál es el peligro que le acecha, no podemos sentir esa misma tensión dada nuestra ignorancia: No es lo mismo suspense que misterio, y el argumento en ese punto está en el segundo de los géneros; El código de software que se ve al mismo tiempo en las pantallas en esa escena simbolizaría, para los profanos en informática, lo perdidos que estamos. Eso sí, narrativas más sosegadas y humanas como la del transplante redimen en cierta medida la inconsistencia general.

También afecta la sensación de que, en el fondo, la mayoría de lo que se trata está ya muy visto (volvemos a Black Mirror), y eso lleva a la rutina que ya comentamos hace poco con motivo de la película La columnista, consistente en “ya están otra vez los tecnófobos dando la turra con lo de siempre”. Hay una escena con uno de los protagonistas dando clase y pidiendo a los chavales que apaguen el móvil, mientras éstos insisten en que para qué necesitan estudiar si ya está todo en Internet. La intención narrativa de que las burlas de los alumnos al profesor resulten preocupantes para el espectador quizá ya no funciona, porque desarrollar esa cuestión no se consigue en una breve escena de ficción, y no me parecería muy sorprendente que empiece a ser más probable que haya más gente de la que creemos preguntándose si no tendrán algo de razón los alumnos…

Mucho me temo que la ficción podría estar creando un nuevo cuento de Pedro y el lobo… así que mucho cuidadito cuando el lobo venga de verdad…

 

Nota del Pulpo: 5,5 / 10