Los centros de datos evolucionan hacia el ahorro energético
La mejora de la eficiencia energética en los centros de datos viene siendo, desde hace tiempo, una preocupación para los fabricantes de soluciones de alojamiento masivo de información. No en vano, la demanda de este tipo de infraestructuras crece en paralelo al auge de la nube, y ello supone grandes gastos, tanto económicos como energéticos.
No es nuevo, ni mucho menos, el uso de conceptos como el Green computing o Green IT, traducido a nuestro idioma como Tecnologías Verdes, en referencia a la utilización eficiente de los recursos informáticos, reduciendo el impacto ambiental. Tampoco lo es en particular la expresión Green Datacenter, que concreta el mismo concepto trasladado a los centros de datos, los cuales deberían cumplir ciertos requisitos de diseño para minimizar las emisiones de CO2.
A pesar de los muchos esfuerzos realizados por diversas compañías, el consumo global de energía de los centros de datos sigue aumentando, lo que parece inevitable cuando la sociedad cada vez exige más y más servicios basados en cloud computing. En la actualidad ese gasto ya supone el 2% del consumo total de energía a nivel global, y se estima que supere a la industria aérea en 2020, alcanzando el 3% en 2022, todo ello según datos de Boston Consulting Group.
Parte de las soluciones que se vienen desarrollando para superar el problema provienen de la gestión, lo que en la actualidad también supone el uso de herramientas informáticas, en este caso de software. Las aplicaciones de monitorización permiten analizar, en tiempo real, el consumo energético de un centro de datos, asegurando su funcionamiento sin interrupciones, así como permitiendo la optimización de sus recursos.
Siemens ha desarrollado recientemente uno de estos sistemas de gestión, con la colaboración de Microsoft y FuelCell Energy, poniéndolo además en práctica en un centro de datos cuyos recursos energéticos se obtienen de forma ecológica. Con esto último nos referimos a las tan nombradas energías limpias, y más en concreto al biogás.
Se trata de un proyecto piloto materializado en un centro de datos localizado en Cheyenne, Wyoming, Estados Unidos. Sus 200 servidores funcionan gracias a la energía proveniente del metano que se obtiene en los tanques de una planta de tratamiento de aguas residuales. El biogás es antes transformado en electricidad por electrólisis, evitando así procesos de combustión, gracias a una gran batería de combustible. De los 250 kW generados por la pila, 100 kW son usados por el centro de datos, y los 150 restantes sirven para el funcionamiento de la depuradora, convirtiendo a todo el proceso en sostenible, y de paso logrando otro beneficio ecológico, el del tratamiento de las aguas.
A la vista de experimentos como el explicado, es posible que en un futuro no sea necesario lamentar lo que ahora parecen unas dramáticas cifras, tanto para la conservación del planeta como para los bolsillos de aquellos que vayan a invertir en tecnologías de almacenamiento masivo de datos.