Puesto que la inteligencia artificial sigue estando a la orden del día como principal tendencia tecnológica de estos tiempos, nos parece oportuno continuar esta especie de ciclo dedicado a películas sobre el tema, que últimamente hemos plasmado en AI (2001), Yo, robot (2004) y Ex – machina (2014). Pero esta vez lo vamos a hacer dando un salto atrás en el tiempo con un clásico.
Y es que no está de más recordar que, mucho antes de la actual revolución digital basada en internet, la nube y los dispositivos móviles, ya se hablaba del concepto de inteligencia artificial, e incluso se trabajaba en incipientes desarrollos, cuando la informática estaba en su infancia. Algunas décadas después de los primeros pasos llegaba 2001, odisea del espacio, mítico film de Stanley Kubrick, estrenado en 1968.
Esta vez no voy a hacer una reseña completa de la película, puesto que la parte dedicada en concreto a la IA está sólo en una sección (muy importante, eso sí) de su desarrollo central, mientras que en toda la introducción y en todo el desenlace los argumentos tratados son diferentes. Eso sí, no podemos dejar de mencionar la metáfora - elipsis de la historia de la tecnología, con ese hueso (herramienta primigenia) transformándose en una nave espacial (herramienta del futuro).
Es más, ni siquiera he vuelto a ver la película (que en cualquier caso ya la tenía vista de ocasiones anteriores), sino que me he apoyado en la novela que, de forma paralela, escribió el co – guionista junto a Kubrick del film, el autor de ciencia ficción Arthur C. Clarke. Y esto es así porque el libro explica con mucho más detalle, tanto el argumento de todo el film, como en particular la parte de HAL 9000, el robot que asiste (pero que en el fondo gobierna) la nave “Descubrimiento” que se dirige a Júpiter y más allá.
La primera introducción al personaje cibernético de la película en el libro desmiente de raíz el falso mito de que su nombre procede de las letras anteriores a las siglas de la compañía tecnológica IBM (feliz casualidad, eso sí). Las siglas H Al ya existían antes que la película, y significan (en inglés) Algoritmo Heurístico, y como podéis imaginar por lo popular que es actualmente la primera de esas dos palabras, es la esencia matemática de la inteligencia artificial.
Lo siguiente es especialmente llamativo: Arthur C. Clarke hace una síntesis de la historia de la inteligencia artificial, empezando por hechos reales (hasta finales de los 60), y elucubrando sobre hechos entonces futuros pero contados desde ese futuro especulativo como si hubiesen ocurrido ya. Es decir, aúna ciencia real con ciencia ficción (lo que es en sí misma la base de ese género). Y lo más curioso es que concluye que los avances de la IA más relevantes llegan en oleadas separadas unos 20 años: En los 40 con la computadora ENIAC, en los 60 con el comienzo de la microelectrónica, para los 80 ya se inventa a unos tales Minsky y Good que crearían unas redes nerviosas auto – replicadas, y en el homónimo 2001 tenemos a HAL. La gracia viene por el hecho de que actualmente, otros 20 años después, estamos viviendo en la realidad la revolución de la IA generativa, como por ejemplo está mostrando Chat GPT.
Tras ello, nos describe a HAL 9000 como al robot definitivo, sin apariencia humanoide como en otras películas, pero aquel con el que se puede mantener una conversación indistinguible de la que tendríamos con un humano, y que por lo tanto piensa como tal, siendo capaz de superar el test de Turing. Ahora, en 2023, millones de usuarios de internet en todo el mundo conversan con Chat GPT, algunos incluso como terapia psicológica… ¿se va acercando la realidad a la ciencia ficción (con al menos 20 años de retraso respecto a lo que vaticinaban Kubrick y Clarke, eso sí…)?
Es de suponer que quienes conocen la película esperan que las inteligencias artificiales no se lleguen a convertir en tan peligrosas como HAL. Al principio parece un fiel servidor de los tripulantes de la nave, con quienes incluso juega al ajedrez, y hasta se deja ganar la mitad de las veces (cosa que desconocen los humanos) por cortesía, porque en realidad es invencible. Pero luego empieza a pensar por sí mismo y a creer que los astronautas ponen en peligro la misión de la nave, ante lo cual cual urde un maquiavélico plan a sus espaldas. Cuando los tripulantes empiezan a ver los riesgos que suponen para su seguridad los “errores” (auto - forzados, vaya) del ordenador, empiezan a hablar, metidos en una cápsula para evitar ser oídos por HAL, sobre cómo anular al robot, pero este ya es capaz de leer en los labios de ambos lo que están diciéndose (vaya, curiosa similitud con la idea actual, paranoica o no, de que los smartphones nos escuchan). Finalmente, la única opción es la desactivación de las unidades de memoria de HAL, en una escena sobrecogedora y antológica que alcanza a transmitir nada menos que el sufrimiento emocional del computador inteligente mientras es consciente de su muerte cibernética.
Todo esto enlaza perfectamente con la preocupación principal que hoy en día causa el grado de desarrollo de la inteligencia artificial al que se está llegando en la realidad presente: El riesgo de perder el control de la ciberseguridad, y que la tecnología se vuelva en nuestra contra. O que la nave espacial vuelva a convertirse en el hueso; es decir, en arma en vez de herramienta.
Nota del Pulpo: Esta vez, no vamos a juzgar toda la película por sólo una parte de la misma, pero es que además el Pulpo se siente especialmente perdido (más que en la nube) juzgando una obra que le supera, que le parece tan fascinante y mítica como raruna y psicodélica (uno no sabe si en la parte final le han echado droja en el colacao…)