El cinéfilo tecnológico: Yo, robot (2004)

La interpretación de las leyes (de la robótica)

En la última entrada del blog del año pasado, sin planearlo en ese momento, anticipamos una posible serie temática concreta para varios posts de la sección del cinéfilo tecnológico, centrándonos en la inteligencia artificial. Lo cual viene muy a cuento de la rabiosa actualidad, con todo el asunto de los próximos motores de búsqueda en Internet, del que también hemos hablado por aquí. La IA está en un momento de cambio muy relevante, posiblemente histórico, y sobre cosas parecidas la ciencia ficción lleva avisándonos desde hace décadas.

Precisamente en aquella entrada sobre la película de Steven Spielberg, AI, sugeríamos que, además de la primera película relevante sobre robótica del siglo XXI, podía considerarse como la pionera en enmarcarse también dentro de la actual era de la transformación digital al abrigo de internet y la nube. Y también dijimos que eso la convertía en una especie de iniciadora (en esta época) de esa misma temática, para una serie de posteriores películas. Una de las primeras que seguirían esa estela es la que venimos a tratar hoy, Yo robot, del director australiano Alex Proyas. Pero nuestra intención es, en futuras ocasiones, escribir sobre lo que nos decía la ciencia ficción sobre la IA antes de que tuviéramos móviles, conexión a la red, y esas cosas... Aunque no deja de ser un mensaje similar, máxime si tenemos en cuenta que este film se inspira en un libro homónimo Isaac Assimov de 1950, si bien solo en la esencia.

De momento, actualmente estamos en un punto en el que, por ejemplo, el famoso Bing de Microsoft con ChatGPT, ha empezado a dar muestras de desvariar e incluso a dar miedito Si las inteligencias artificiales comienzan a reaccionar de forma poco ideal, más cercana a una especie de rebeldía robótica que al objetivo de facilitarnos la vida a los humanos, entonces la tradicional preocupación por una posible futura rebelión de las máquinas empieza a tomar forma como si de una distopía se tratara. Sobre esa misma preocupación nos ilustró precisamente esta película hace ya cerca de 20 años.

El planteamiento de Yo, Robot gira entorno a las tres leyes de la robótica que enunció el antes mencionado Isaac Assimov: 1. Un robot no hará daño a un ser humano, ni por inacción permitirá que un ser humano sufra daño. 2. Un robot debe cumplir las órdenes dadas por los seres humanos, a excepción de aquellas que entren en conflicto con la primera ley. 3. Un robot debe proteger su propia existencia en la medida en que esta protección no entre en conflicto con la primera o con la segunda ley.

La trama se inicia cuando el protagonista, un policía interpretado por un Will Smith que aquí todavía no abofeteaba a humanos, empieza a sospechar si ciertos sucesos no serán culpa de algún robot que podría estar saltándose esas leyes. Nadie le toma en serio, puesto que es famoso por su aversión a la tecnología, estableciéndose poco a poco una complicidad entre el personaje y el espectador, que trata de llevar al segundo a posicionarse del bando tecnófobo. En otras palabras, nuestro Pulpo es el espectador ideal de esta película.

El argumento lleva a ir cuestionando si el fallo de los robots está en su propia programación, en si la inteligencia artificial puede acabar abrazando el libre albedrío a pesar de las leyes de la robótica que la limitan, o en sí, simplemente, sus responsables la han diseñado con fines distintos de los que pregonaban al enunciar las famosas tres leyes. Sin embargo, y sin hacer spoiler, la verdadera razón termina estando en una de las diversas paradojas a las que pueden llevar esas tres leyes, dada su simpleza en relación a la complejidad de toda la casuística de la humanidad.

Una historia medianamente interesante, y que da lugar a un film entretenido, pero que, para gusto de quien esto escribe, está lejos de dejar impresa una huella relevante en lo anímico, ya que, salvo esa ingeniosa idea que resuelve finalmente el enigma del “fallo”, tampoco goza de toda la profundidad que podría haber transmitido un tema tan peliagudo, aun teniendo reflexiones válidas. Eso sí, como película de acción funciona razonablemente bien. Ahora lo que toca es preguntarse si la actual IA que vamos vislumbrando por internet podría tener el potencial de sufrir el mismo “fallo” en nuestro mundo real. Iremos viendo.

 

Nota del Pulpo: 6,5 / 10