¿Recordáis la primera vez que buscasteis algo en Google? Yo ahora debería tirarme el rollo por no ser nativo digital y poder, en teoría, rememorar ese momento, que para la generación Z debe tener la misma persistencia retiniana que coger un tenedor, pero el caso es que no lo tengo en absoluto en la memoria consciente.
Supongo que lo anterior pone de relieve hasta qué punto el uso del principal motor de búsqueda en Internet ha acabado siendo algo tan cotidiano y asumido por todos, tras un cuarto de siglo en nuestras vidas. Por eso, y por haber cambiado tan poco en ese tiempo, el momento en el que nos encontramos, con la llegada al buscador de Google de su tecnología de inteligencia artificial, presentada esta semana con el nombre de Bard, supone un hito en la historia reciente (y no solo) de la informática.
Lo que sí recuerdo, como buen proyecto de viejuno que empiezo a ser ya (sin llegar a lo de boomer, tampoco nos pasemos), es lo difícil que era buscar cosas antes de Google. No te digo ya buscarlas en internet o en el ordenador (que también), sino buscarlas en general, en el mundo físico… Bueno, estoy mintiendo; la verdad es que, excepto el móvil, al que uno puede llamarse con otro teléfono para que suene y así localizarlo, lo de buscar cosas físicas (salvo que sean cosas del internet de las cosas), sigue siendo igual de “difícil”. Sin embargo, a la inversa lo que sí me ocurre es que, desde hace años, desearía que al buscar lo que he perdido (y yo soy muy de perder y olvidar) fuera tan fácil de encontrar como las páginas web en internet. Alguna vez, de hecho, tengo la rayada mental de hacer ademán de buscar algo físico (mis llaves, la cartera, etc.) en Google… no os preocupéis, es una especie de flashazo que apenas dura una centésima de segundo, pero es una sensación rara, rara…
Pero el ejemplo que todos recordamos de buscar cosas físicas muy concretas entre un montón de artículos de esa misma cosa, eran las bibliotecas. Aquellos maravillosos ficheros físicos, y el nunca suficientemente valorado orden alfabético (imaginad por un momento que a nadie se le hubiera ocurrido nunca ordenar las letras…), qué recuerdos, qué tiempos aquellos… Ahora bien, cuando los equipos informáticos entraron en esas mismas bibliotecas, la tarea se facilitó. Sin tener todavía internet, uno buscaba a nivel local en el propio PC la ficha del libro que quería encontrar, más rápidamente que pasando fichas y fichas de cartulina manualmente… Y lo de saberse el abecedario empezaba a no ser tan imprescindible. En este punto sí que tengo un recuerdo concreto, que es la primera vez que un amigo me explicó, en la biblioteca de mi universidad, cómo funcionaban los filtros para mejorar la búsqueda en esos programas de software que gestionaban las bases de datos de las bibliotecas. Quizás por eso no recuero la primera vez que usé Google: Porque en esencia era lo mismo que ya conocíamos a nivel local, pero buscando en todos los servidores conectados online del mundo. Eso sí, ese cambio ya fue una revolución, como es lógico.
Con los años irían llegando pequeñas modificaciones, como los textos predictivos: Tal vez los más jóvenes del lugar no sepan que al principio Google no iba sugiriendo palabras según introducíamos las primeras letras de lo que buscábamos: Tenías que escribir tú la palabra o expresión entera, y tener claro lo que querías encontrar. Los textos predictivos ya eran pequeños bocetos de inteligencia artificial, todavía muy lejos de la que nos ha acabado trayendo a la era de ChatGPT y demás. Y en esas estamos ahora, con HAL 9000 o C3PO próximos a charlar con nosotros mientras buscamos en Google o en el Bing de Microsoft. El salto parece, de nuevo, tan enorme, que es como pasar de una charla familiar tipo: “Tráeme el ese que está ahí”, “¿Dónde?”, “Ahí, en el ese”, “¿En el ese o en el aquel?”, “Ni en el ese ni en el aquel, en el otro” (etc.), a tener al CSI en casa buscando con precisión milimétrica dónde se te han caído las lentes de contacto.
Lo cual a nosotros nos hace una ilusión enorme, porque esperamos que nos dé para muchos ratos de entretenimiento y de creación de entradas curiosas para este blog. Nosotros, que ya vacilábamos a Google hace años con las respuestas automáticas de Gmail, o que mas recientemente hemos tratado de conversar sobre informática con un desarrollo de Open AI anterior a Chap GPT, entonces (por entonces nos referimos a hace pocos meses) llamado GPT – 3, nos hacen los ojos chiribitas al imaginar lo que puede dar de sí el futuro buscador de Google para o bien flipar, o bien echarnos unas risas, que es lo nuestro. ¿Se podrá filosofar con los chats que pronto estarán disponibles? ¿Se podrá por tanto escribir guiones estilo “Amanece que no es poco” por vía informática? Veremos.