Apuntes sobre la IA en Metropolis (1927)

Robótica cinéfila mítica

En este ciclo sobre inteligencia artificial en el cine que hemos venido desarrollando desde hace algún tiempo en el blog, no hemos querido pasar por alto (al contrario) películas que se pueden considerar clásicos, aunque hubiera que remontarse a un momento en el que la IA y la robótica estuvieran muy lejos del grado de desarrollo actual, que tanto ha dado que hablar últimamente. Bueno, pues esta vez nos hemos superado, amigos, con un film que ya casi tiene un siglo de existencia.

Se trata de Metropolis, una de las películas más icónicas de la historia del cine de ciencia ficción, dirigida en 1927 por el alemán Fritz Lang, y que por tanto hace parecer jóvenes a los mismísimos boomers, ahí es nada. Tanto es así que estamos hablando de cine mudo, a ese extremo nos hemos remontado. De hecho, ya va a ser difícil que nos podamos superar, en lo que a temática de inteligencia artificial se refiere. Es más, he estado a un tris de no hacer reseña de esta película, una vez que la vi en la víspera de la redacción de estas líneas, ya que el argumento no me estaba pareciendo, mientras la veía, estar lo suficientemente conectado con el concepto que tenemos actualmente de inteligencia artificial.

Sin embargo, y más allá de si la idea puede haberse quedado anticuada o no, no deja de ser interesante ver los puntos de sutil relación con la robótica que posteriormente nos ha mostrado el cine, como por ejemplo en la también reseñada aquí 2001, una odisea del espacio, y a su vez de esta con los desarrollos informáticos que nos están mostrando actualmente aplicaciones como Chat GPT. Al mismo tiempo, hay otro aspecto que en esencia habla de lo mismo en aquel 1927 que hoy en día, que es el afán humano por crear “vida” artificial semejante a la nuestra, y que entronca con el clásico mito de Prometeo, escultor de la humanidad, y que a su vez se ha visto reflejada en otras obras clásicas de la literatura (y del cine) como el cuento de Pinocho o la novela Frankenstein de Mary Shelly.

En Metropolis, una sociedad futurista se divide en la hiper – tecnologizada ciudad de la superficie y la ciudad subterránea en la que viven los sumisos trabajadores que la hacen posible manejando las máquinas que generan la energía necesaria para la primera. En ese contexto, y sin dar más detalles del argumento, es creada una máquina con forma humana que, tras dotársele del físico y facciones de una mujer, será utilizada para manipular a la masa social según los intereses de los poderosos, con el fin de evitar una posible rebelión del esclavizado pueblo subterráneo.

Mientras veía la película, primero me fijé (en lo relativo al tema que nos toca en este blog) en que en ningún momento se menciona la palabra robot (lo de inteligencia artificial ya daba por hecho que no iba a ocurrir), sino que se alude al “ser – máquina”. Según iba viendo el desarrollo de la historia, al ver al ser – máquina cobrando vida en forma de mujer, desaparecía por completo la sofisticación posterior de la ciencia ficción acerca de la inteligencia artificial, y más bien lo que se representaba en Metrópolis era una especie de personaje demoníaco típicamente mitológico, némesis de la beatífica, angelical y mesiánica mujer original (María) de la que se toman sus características.

Sin embargo, reflexionando a posteriori, creo que la cuestión no es la forma sino el fondo. La forma es cómo se contaban las historias hace un siglo (dentro y fuera del cine) y cómo se han contado posteriormente. El fondo es, como dije antes, el mismo: la aspiración humana de crear humanoides, con el fin de ser utilizados para cualquier tipo de objetivo, benéfico o maléfico. A partir de ahí, encontramos varios puntos de conexión.

robot

Para empezar, el diseño inicial del ser – máquina es ya el del robot prototípico de la historia del cine de ciencia ficción. Sin ir más lejos, recordemos cómo se le parece ese robot cincuenta años posterior llamado C3PO de Star Wars. Luego tenemos el acto de “traslación” del físico de la mujer original al ser – máquina, convirtiéndolo en una androide de aspecto indistinguible de la mujer original, mostrado en una escena típica de aquellos tiempos, en gabinete de científico loco tipo Frankenstein. Sin que sea exactamente lo mismo, sir ir más lejos hemos visto, en la última temporada de Black Mirror, cómo consciencias humanas son trasladadas a androides en los que "habitan" transitoriamente a miles de kilómetros (episodio Beyond teh Sea). Y finalmente, la idea del robot entendido como ser maligno que puede destruir la humanidad, como vaga inspiración lejana de Terminator, y que quizá inspira muchas de la reticencias y miedos que causa (con mayor o menor razón) la inteligencia artificial en nuestros días.

Así pues, lo que tenemos en Metropolis es una historia de proto – inteligencia artificial, en el sentido actual de esa expresión. Y de la misma manera que una semilla, o incluso su primer brote incipiente, a simple vista se parecen muy poco al árbol que crecerá después, pero es el mismo individuo y ya tiene todas sus características germinales, Metropolis se parece muy poco a Ex – machina, pero contiene la esencia de lo que sería esta mucho después.

De la misma manera, valorar una película tan antigua (no olvidemos lo de que es muda) con los ojos de un espectador de cine del siglo XXI puede llegar a ser muy difícil e injusto. Yo me he limitado a dejarme llevar y tratar de percibirla como una obra artística sin más (como si estuviera en una catedral gótica o en el Museo del Prado), y en ese sentido me ha parecido espectacular y fascinante. No quiero ni pensar lo alucinante que debía ser verla en aquella época…

 

Nota del Pulpo: 9 / 10