Buscando nuevo material de películas con argumento relacionado con la tecnología para hacer una nueva reseña en esta sección, hemos querido esta vez volver a un tono desenfadado, tras la seriedad planteada por el documental El gran hackeo y por la tensión psicológica más o menos chunga, tipo Black Mirror, de Ex Machina. Lo encontrado no es que nos haya hecho sonreír, pero es que además se han dado varias casualidades locas.
Resulta que el film que habíamos reservado para la ocasión tiene un tono y una parte de su trama tintado con el género de la comedia romántica, un tipo de cine que al Pulpo no le suele hacer gracia ver. Sin embargo, y curiosamente, ha pasado por el aro por una razón más o menos “rebelde”: Si había un momento idóneo para hacer una excepción con una peli de parejitas, era en unas fechas en las que la obligación social mediáticamente impuesta es la de ver películas de terror. Luego ya, por San Valentín, puede que haga lo propio viendo algún extracto de las maratones de sustos que mucha gente religiosamente se está tragando ahora con lo de Halloween…
Ahora bien, lo más alucinante del caso es que este que escribe debía haber visto, hasta el momento, como mucho una película brasileña en toda su vida, y ha ido a dar con otra justo en el momento de las mundialmente mediáticas elecciones de dicho país… La prueba de que no había sido intencionado es que no solo no lo sabía antes de verla, sino que de hecho le estaba pareciendo el típico telefilm estadounidense para público juvenil… porque eso es exactamente lo que parece. No fue pequeño el asombro cuando luego vio la ficha de Modo avión.
Atendiendo ya al propósito de dejar de dar vueltas sobre nimiedades para empezar hablar sobre lo que esta película cuenta respecto al mundo digital y de Internet, lo cierto es que, sin embargo, no está tan mal que hayamos rellenado un poco con esos párrafos, porque la verdad es que, contar lo que es contar, cuenta muy poco que nos sirva. Sobre las redes sociales, el dominio de la comercialización de los influencers online sobre la gente, y la adicción a los dispositivos móviles, hemos tratado ya muchas veces es esta sección de reseñas de ficción del blog y, sobre todo, lo hemos podido tratar mucho mejor y con mucha más profundidad. Este film viene a aportar a todo lo anterior más o menos lo que un nuevo grano de arena al desierto del Sahara.
Modo avión comienza con una frívola exposición del frívolo mundo de los influencers en las redes sociales, con toda su falsedad y todo su postureo en aras del único y obsesivo objetivo de conseguir el mayor número posible de seguidores y de likes. El problema es que la propia ejecución de la película es en sí misma tan superficial que uno no llega a distinguir el sarcasmo de lo que no lo es, o lo distingue pero no le afecta, porque no aporta una mirada lateral, apartada de la superficialidad que supuestamente critica… Qué leches, dejémonos de intentar profundizar con los argumentos: Esto es un entretenimiento hecho para adolescentes poco exigentes, cuya calidad está a la altura de lo que antes se conocía como telefilmes, pero de los de calidad baja o muy baja. Una película del montón para lo que entonces eran fans de Lindsay Lohan o de Disney Channel. Lo que me cuesta creer es que realmente haya adolescentes que se diviertan con esto, y mucho menos que a través de ello mejoren su conciencia respecto al mensaje de los riesgos de las nuevas tecnologías.
Ahora bien, si ya la cosa había empezado floja tirando a anodina en el mundo digital habitual de la protagonista, cuando esta se queda perdida fuera de la nube (mira, al revés de lo que le pasa a nuestro Pulpo), el nivel de simpleza, ñoñería e inutilidad en lo de hacer reír de esta supuesta comedia alcanza cotas sonrojantes e irritantes. La pobreza de ideas es la norma en un guion en el que los personajes, sin apenas matices ni profundidad en su personalidad, modifican su conducta y se redimen con una facilidad ridículamente imposible de creer. Las subtramas son o bien absolutamente predecibles o bien absolutamente inconsistentes. La carencia de originalidad alcanza su clímax precisamente en el supuesto clímax de la película, con un plan maestro “genial” por parte de los buenos para desmontar a los malos que ni a un chaval de instituto debería llamarle la atención a estas alturas de la historia de la ficción audiovisual … Ya me estoy flipando otra vez en plan crítico erudito… ¡que esto está hecho para el equivalente actual de los seguidores de Hanna Montana, hombre ya!
Uno puede salvar a Modo avión del cero absoluto porque sabe que siempre puede llegar a encontrar cosas peores, e incluso mucho peores, e incluso hasta muchísimo peores (por difícil que parezca). Y también porque, probablemente, los que perpetraron esto no pretendían hacerlo mejor de como les salió… pero esta segunda es una triste excusa para conformistas (pero muy, muy conformistas, en este caso). Por lo demás, si esto es con lo que contamos los no tecnófobos pero sí “moda sagrada de la tecnología – fobos” para tratar de convencer a los tecnófilos de que hagan el esfuerzo de replantearse al menos parte de su exceso de veneración y dependencia a las nuevas tecnologías, entonces me parece que vamos a seguir teniendo sermones de marketing digital inconsciente para rato. En fin, siempre nos quedarán intentos muchísimo mejor logrados, como aquel episodio de Black Mirror llamado Caída en picado. Pero el día que se haga una película dramática realmente potente y creíble, de calidad premium, sobre los estragos de las redes sociales, eso sí que va a causar terror en los cines, y no Halloween ni demás tontunas…
Nota del Pulpo: 3 / 10 (hasta el momento, récord absoluto por lo bajo)