Se habla bastante de este segundo capítulo de Black Mirror, e incluso muchos lo recuerdan como uno de los mejores o al menos más memorables, y el caso es que a mí de momento me ha parecido el más flojete de los que llevo vistos (primera temporada), sin llegar a ser malo. Puede que me haya influido la comparación inconsciente con la ficción vista previamente: Antes de ver los dos capítulos ya reseñados aquí no estaba viendo ninguna serie y había visto esa locura llamada Tenet, con lo que, por contraste, me parecieron gloria bendita, y antes de ver este que reseño hoy ya estoy viendo la última temporada de ese milagro llamado Breaking Bad, y además muy pocas horas antes estaba en el cine viendo esa maravilla llamada Falling, la primera película dirigida por Vigo Mortensen, así que a lo mejor por eso 15 millones de méritos me ha sabido a poco, o mejor dicho a menos.
Antes de nada, un par de aclaraciones. Por cómo tengo en mente exponer mis argumentos a la hora de redactar esta reseña, esta vez voy a prescindir de separar la misma en “sinopsis”, “crítica” ni “implicaciones tecnológicas en el mundo real”, porque me resulta imposible razonar todo ello sin ir mencionándolo conjuntamente; esto no tiene por qué sentar precedentes para esta sección. Por otro lado, y con respecto a los SPOILERS, por la misma razón me veo obligado a contar algún que otro detalle del desarrollo de la historia, aunque ni voy a decir cómo acaba ni buena parte de las escenas previas a ese final. Dicho esto, vamos allá.
¿Y por qué creo que este capítulo me ha bajado el listón que tan alto me había puesto esta serie? Pues básicamente, porque se parece demasiado a nuestro Pulpo cabreado con la tecnología, pero sin pretender hacer gracia sino todo lo contrario. En otras palabras: se pasa tanto en el giro de tuerca con la crítica a lo digital y exagera tanto la distopía, que me acaba pareciendo casi una caricatura de nivel prácticamente conspiranoico, lo cual es una pena porque buena parte de su mensaje es muy certero. Y es una pena porque así no vamos a hacer resistencia, como pretendemos en este blog, mecachis! Los otros dos capítulos de esta primera temporada lograban ser más realistas o, como mínimo, más convincentes, merced a una narrativa menos histriónica. Además, y esto es muchísimo más grave, en un mundo tan tecnológico y digital, ¿cómo pueden seguir usando cepillos de dientes manuales y no electrónicos…?
El capítulo prometía al menos moderadamente de inicio, el planteamiento me resultaba atractivo, con esa sociedad virtualizada, falsa, de plástico, que se engaña a sí misma con hiperestímulos basados en cosas que no son reales… Incluso me congratulaba ver que a alguien más aparte de a este genio que escribe se le había ocurrido la idea de los gimnasios como generadores de energía… pero luego se empieza a llenar de trampas de guión por todos los lados, y de las mal disimuladas: ¿Cómo puede un protagonista que tiene esa opinión acerca de los programas de TV llevar a uno de ellos a la persona de la que está enamorado? Por no hablar de la forma en que recupera los 15 millones de méritos que antes tenía gracias a la herencia de su hermano fallecido: En apenas un poco de tiempo (a los realizadores no se les ocurrió por ejemplo envejecer algo a los protagonistas, o dar sensación de que han pasado al menos unos años), el tío se pone a pedalear como un poseso, y a base de ahorrar ¡en pasta de dientes, ojo, vaya ahorro! y en no comprar comida de dispensadores ¡que también tiene pinta de ser carísima!, y al parecer no le afecta una mala alimentación de pobre en su rendimiento físico… ¡y el tío los recupera en tiempo aparentemente no muy prolongado! Pareciera que ha recurrido a los métodos del ínclito protagonista de los 7 Tours fake de Francia, ahora en versión bicicleta estática – virtual, pero tampoco habría colado, porque no creo que fueran precisamente unos métodos económicos…
A eso le añades personajes exagerados, caricaturas de roles ya vistos mil veces en ficciones de toda la historia de la TV y del cine (véase el “capullo forzado” que representa el compañero de pedaleo a la izquierda del prota), y alguna escena sencillamente mal rodada y mal interpretada (véase el momento en que el prota es seleccionado de entre un montón de gente en la sala de espera: ¡denle unas gafas a ese tipo, por favor!) … Y claro, el resultado es que al final el capítulo me parece un tebeo, y ya se sabe que el cómic, en la mayoría de los casos (no siempre) queda desmejorado en la ficción de acción real. Con todo, lo más grave del asunto, sin ningún lugar a dudas, es que un país históricamente tan serio y prestigioso en la realización de series como es el Reino Unido, tenga que acudir a la televisión privada española para fijarse en un ser como Risto Mejide con el objeto de crear a uno de sus personajes. Lamentable.
Afortunadamente, el capítulo acaba remontando el vuelo (demasiado tarde, eso sí) con un final que sí me pareció que está a la altura de lo que parece que pretendía transmitir, porque es lo más creíble de toda la trama con diferencia, y porque representa nuestra filosofía tecnófoba tocapelotas como Dios manda. Ahora en serio, en esa aguda vuelta de tuerca final (esta no está pasada de rosca sino todo lo contrario, es la única sutileza notable del episodio) se representa la gran y trágica paradoja del artificial mundo tecnológico en el que nos estamos sumergiendo: Incluso lo auténtico tiene cabida como otro falso artificio más, indistinguible del resto. Genial (y triste) ironía.
Un detalle más: Por el momento, los tres episodios que he visto de esta serie desde que hago estas reseñas incluyen el sexo como un componente fundamental, y no precisamente positivo. No soy precisamente partidario de la mojigatez, pero esto refuerza mi idea de que la tecnología del siglo XXI es básicamente pornográfica: Virtual, hiperestimulante, fácilmente accesible, adictiva, idealizada, exagerada, artificial, falsa, y, sobre todo, una representación del “a ver quién la tiene más grande” al que juegan los gigantes de Silicon Valley y demás para que luego lo imitemos nosotros. Ahí lo dejo.
Pues nada, hasta aquí la reseña de este segundo capítulo de Black Mirror, lo que significa que ya he terminado la primera temporada, porque recordemos que, por error, empecé por el tercer episodio. Ahora quiero aprovechar este punto para descansar un poco esta sección y hacer también alguna crítica de otras ficciones o documentales que también tratan sobre el mundo digital del siglo XXI… En breve en el blog del Pulpo.
Por cierto, también he pensado en hacer la chorrada esa de ponerle nota a las cosas que reseño, que es algo que genera polémica y tal, así que como hasta ahora no lo había hecho, os dejo con la conclusión de esta primera temporada de la serie: