Espejo Negro, T1 EP1: El himno nacional

Jamón, jamón

Pues que me está gustando a mí esto del Espejo Negro, mira tú. Sin ánimo de exagerar, quizá sea la serie que más me está flipando e impactando de todas desde que me he vuelto seriéfilo. Ya sé que no se la suele considerar de las mejores, quizá por aquello de que son episodios autoconclusivos y a vosotros lo que os mola es tener el vicio ese de ver qué pasará en el siguiente capítulo en una historia continuada, pero a mí me mola más esa independencia de temáticas y personajes, como si fueran mini – películas (series antológicas, las llaman).

Lo que a lo mejor también os pasa es que os toca un poco las partes bajas que en esta serie critiquen, o se metan con, o al menos cuestionen, eso de lo que estáis tan empedernidamente enamorados que es la tecnología digital del siglo XXI, y que a este pulpo más bien le trae por la calle de la amargura. Como ya dijimos en el post de presentación de esta sección que hemos inaugurado este año, Black Mirror es una serie que nos representa. A la gente le suele dar mal rollo, pero yo a mis enemigos no les tengo miedo… vosotros a vuestro amante de 128 GB y pantalla táctil, cuando veis esta serie, sí.

Menos mal que empecé esta serie de entradas, por error, por el capítulo 3 de la primera temporada, que es bastante más liviano, y así pude hacer chascarrillos y demás, cosa que en este primer episodio de la serie me va a resultar más difícil, porque es francamente turbio  y chungo. El caso es que me parecía ideal que tuviera a un político de por medio en la trama, aprovechando que esta es la semana en la que ha empezado (de forma abrupta e insultante) la campaña electoral en EEUU, y así además me meto no sólo con la tecnología, sino también con ese paripé norteamericano que en otros países también sabemos imitar. Pero me he enterado ahora, ignorante de mí, que la serie es británica, así que el político en cuestión resulta ser el Primer Ministro de allí. Además, no sé por qué, pensaba que iría también de unas elecciones y resulta que no… Aunque el tema de la popularidad, alentado a través de Internet, es un foco básico del capítulo. En fin, no pasa nada, no por ello es menos interesante. Además, bastante cariz peliculero ha tomado ya por sí misma la propia campaña de EEUU con lo del contagio del presidente y la primera dama…

Bueno, que me voy por las ramas, y al final la introducción me sale más larga que la reseña en sí misma… Os dejo con el capítulo, no sin antes aclarar que aunque en esta reseña no hay spoilers explícitos, sí hay pistas o sugerencias que pueden llevar a ellos. Avisado queda.

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Sinopsis

Hay un secuestro de una personalidad muy relevante, grabado en vídeo, y difundido por Youtube de forma viral. La exigencia del secuestrador para el rescate es de lo más extravagante y sórdida. No quiero dar más detalles para que puedas disfrutar del capítulo con similar ignorancia a priori sobre el argumento a la que disfruté yo, pero se podría decir que es una auténtica cerdada.

Crítica

Esta historia resulta especialmente inquietante por el hecho de no tener elementos de ciencia ficción dentro de la misma: Toda la tecnología que aparece en el episodio existe ya (e incluso existía hace 9 años, cuando se estrenó) en el mundo real, y se utiliza de manera similar, así que resulta más realista que otros de la serie, y por lo tanto da más miedo lo que pasa en sus cuarenta y pico minutos de duración.

La habilidad con la que está narrado este capítulo lleno de tensión es encomiable; el realizador o realizadores del mismo te conducen con habilidad sobre una situación con una componente psicológica muy potente. Y al mismo tiempo, es tan admirable como reprochable (o todo lo contrario) que los muy cabrones conduzcan al espectador a desear que se acabe produciendo aquello que ha exigido el rescatador; si habéis visto el capítulo, no seáis hipócritas y me llaméis enfermo, porque vosotros también lo estabais deseando, y no me refiero a verlo si no al simple hecho de esperar que el protagonista se vea en el brete sin remedio, lo cual es todavía más criticable que el morbo voyeur en sí. Y con esa misma habilidad hacen finalmente sentir al espectador tan culpable como a las masas de gente que aparecen en el episodio (las cuales inicialmente también deseaban lo mismo, mientras nosotros, los irreprochables espectadores del capítulo, decíamos “¡qué asco da la gante!”).

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Implicaciones tecnológicas en el mundo real

El poder de las tecnologías que viralizan el morbo, en manos de las masas curiosas y más o menos ignorantes de su responsabilidad sobre las consecuencias de sus visualizaciones y difusiones. A menudo, los tecnófobos culpan directamente al smartphone, o a la aplicación, o a la plataforma de vídeos o a las redes sociales: culpan a la tecnología. Un paso más allá sería reconocer que la culpa es el mal uso de la tecnología, pero si tenemos en cuenta que controlar un mal uso por parte de una determinada parte de la población es probablemente imposible (salvo en China), entonces todavía habría que ir otro paso más allá: Yo no lo llamaría culpa per se, pero si en los consejos de administración de las grandes tecnológicas son conscientes del uso al que pueden llevar y llevan sus innovaciones (difusión del odio, fake news, manipulación del electorado, vídeos de palizas, ciberacoso, etc.), entonces yo sí hablaría de gente que o bien no tienen mucha conciencia, o bien toman muchas pastillas para dormir. El de la red social por antonomasia, especialmente.

Por supuesto que hay una parte positiva del uso de la tecnología; por supuesto que esa parte es la mayor parte. Pero las excepciones resultan preocupantemente graves. No todos los rifles de Estados Unidos producen tragedias como la de Columbine; de hecho son excepciones. Pero ojo con las excepciones. Y ojo cuando las excepciones pueden ser suicidios de gente que ha sufrido Cyberbulling, o son líos como el Brexit, o presidentes como Trump. La tecnología, o su uso, o su ofrecimiento por parte de los gigantes de Silicon Valley, está teniendo parte importante en excepciones demasiado graves, que también están cambiando el mundo. Y no sabemos lo que nos espera.

…Es un poco como lo que pasa con la política: Se pensó como una herramienta para lograr sociedades mejores, más maduras y democráticas, pero vemos cómo se utiliza con frecuencia para engordar ilegal y criminalmente los bolsillos de algunos… O para convencer a la ciudadanía, por puro interés de reputación (como en el capítulo del Black Mirror), de que los culpables de la mala gestión de una crisis que está matando a miles de personas son los del bando contrario, siempre, y que ese interés reputacional parezca ponerse por delante de la solución a la crisis. Absolutamente vergonzoso.