Cuando decidimos crear esta sub – sección del blog dentro de las reseñas de películas y series, para diferenciar los documentales de la ficción, no imaginamos que tardaríamos tanto en volver a dedicar una segunda entrada de la misma. Pero bueno, aquí estamos con ello, nunca es tarde.
Esta vez volvemos al mundo de los videojuegos, que ya habíamos tratado tanto en Free to Play como, mucho antes, en la mini serie High Score. Lo que diferencia a Tribute de aquellos dos, entre otras cosas, es que por fin nos centramos en el sector de los videojuegos creados en España.
El documental está dirigido y presentado por Nacho Vigalondo, que entrevista a varios protagonistas (de mayor o menor importancia) de diferentes etapas de la historia de los videojuegos en nuestro país. Hay que dejar clara una cosa de antemano: Lo más probable es que ni su contenido ni su forma sea lo que los aficionados al mundo del ahora llamado gaming esperarían de dicha premisa.
Las cosas como son: Nacho Vigalondo suele hacer lo que le da la gana, para bien y para mal, pero porque no sabe hacerlo de otra forma. Por lo tanto, no es raro que sus resultados no gusten a todos, o no gusten siempre. En esta cinta, su visión es friqui, pero no al gusto friqui de la mayoría de los gamers de este país, me temo. Y es subjetiva, pero con una subjetividad con la que pocos van a conectar.
El propio director decía en la presentación de Tribute, hace unos meses, que “hemos hecho todo lo posible para que funcione más bien como una desordenada reunión de amigos soñada por el gamer cuarentón más afortunado del mundo”. Y matiza apuntando que “esta pieza imita los desórdenes de la memoria”, refiriéndose a que una cosa es lo que vivimos en los 80 o 90 con los videojuegos, y otra cosa cómo lo recordamos. Bueno, yo mismo reconozco que no tengo claro si eso era intencional, o más bien una excusa para reconocer que tampoco es que se haya currado muchísimo el documental, que digamos.
Dicho todo lo cual, resulta que a mí si me ha gustado. Sin entusiasmarme, pero me ha gustado. Porque trata una parte del mundo de los videojuegos (sobre todo en los primeros minutos) que conecta conmigo mucho más que los dos documentales antes mencionados que ya habíamos reseñado en este blog. Pero también, y sobre todo, porque me hace gracia el estilo de Vigalondo, me parece fresco, gamberro, y por lo que sea conecto con su “paso de si a los demás les parece bien” (como un buen pulpo en la nube, tal vez). Y no, no me parece alguien autocomplaciente o narcisista como le critican algunos en ciertas webs de reseñas: De hecho, Vigalondo se pone intencionadamente en ridículo a sí mismo con una humildad y sentido del humor que no me imagino en quienes solo saben destilar superioridad y/u odio desde un teclado. Eso sí, vuelvo a reconocer que, improperios aparte, me parece comprensible que en general no haya gustado.
Pero bueno, vamos a turrón, que este es un blog de tecnología y sin querer me he dedicado de entrada a la valoración (que normalmente dejo para el final). Como ya he dicho, en la primara parte del contenido está lo que más añoro, con referencia a la llamada Edad de Oro y a los juegos de Dinamic, y de repente veo con asombro e ilusión en la pantalla imágenes de Army Moves o de Don Quijote, a los que tantas y tantas horas dediqué desde mi Amstrad CPC 6128. Es algo que ya mencioné en aquella entrada sobre los videojuegos de 8 bits, en la que hablaba del emulador que había encontrado para volver a jugar a aquellos y muchos otros vieojuegos (de hecho, de vez en cuando vuelvo a ello).
Más adelante aparece Paco Pastor, que yo ignoraba que, tras haber sido cantante de Formula V, fue el líder de otra compañía histórica, ERBE. Más marciano me resulta lo del director de cine Enrique Urbizu, que resulta que rodó las escenas de un videojuego tipo western de acción real bastante bizarro. Luego está Sonia Herranz de HobbyConsolas, que aporta algunas intervenciones interesantes, y sobre todo me revela la forma tan cutre pero apañada con la que se elaboraban los mapas de los videojuegos que se publicaban en las revistas, que luego quedaban espectaculares (amén de muy prácticos para poder pasarse todas las pantallas).
En la parte final, con los actuales streamers, yo me veo un poco más desplazado porque ya me pilla desconectado (pulpo en la nube), pero me gusta el paralelismo que se sugiere entre aquellos que mirábamos a los mejores jugones de los 80 y 90 en las máquinas recreativas, y los actuales seguidores de los gamers de ahora, y que hacen lo mismo de “mirar” pero a través de plataformas de internet, y de manera masiva. Esto da a entender más una gran evolución que un cambio.
Ahora bien; todo lo que se trata en el documental me parece interesante, amén de hacerme gracia los diversos chascarrillos de Vigalondo, pero: Es obvio que la historia de los videojuegos en España debería dar para mucho, mucho más. Tampoco es que necesite yo una serie de 10 capítulos, pero al menos algo de duración más cinematográfica que la poco más de media hora aquí mostrada sí que se echa en falta. Digamos que me resulta una aceptable introducción o apunte sobre algo que merecería más desarrollo.
…Dicho lo cual, a mí resulta que me ha dado para una de las entradas más largas que he escrito en mucho tiempo…
Nota del Pulpo: 6,5 / 10