Últimamente hemos recuperado temáticas tecnológicas que habíamos tratado hacía bastante tiempo, en casi todos los casos en una única ocasión, como hicimos la semana pasada acerca de las criptomonedas. En el caso del asunto de hoy, nos remontamos a una de las primerísimas entradas del blog, para hablar sobre conducción autónoma.
De hecho, tampoco puede decirse que en aquel post realmente llegáramos a hablar del tema, ya que, tal y como podéis leer en su escueto contenido, apenas aprovechamos para hacer un chiste (esperemos que no muy malo). Por lo tanto, hablar lo que es hablar, esta de hoy es la primera ocasión en que vamos a hacerlo acerca de los vehículos autónomos.
En estos últimos meses en los que tanto se ha comentado acerca de la inteligencia artificial y de lo llamativo y a la vez inquietante que resulta comprobar cómo se va pareciendo cada vez más a nosotros a la hora de mantener conversaciones, pararse a pensar en que sistemas informáticos van a controlar el desplazamiento de los coches por las carreteras puede llevar a cierta preocupación en cuanto a la seguridad vial. Uno se imagina a un HAL 9000 (perdón por poner casi siempre el mismo ejemplo) de 2001, una odisea del espacio, resolviendo una situación peligrosa en la que se anteponga la integridad de unos viajeros frente a la de otros y es difícil no sentir un pequeño escalofrío.
También habrá quien piense que, tal y como conducen algunas personas, casi mejor que lo haga el propio coche, que para hacerlo peor tendría que ser tan malo en eso como C3PO en lo de no dar la turra. Por otro lado, habría que ver si con la supuesta perfección del cumplimiento normativo ya no harían falta guardias de tráfico; Porque, claro, si un coche autónomo cometiera una infracción, también estaría gracioso ver cómo le paran para ponerle una multa: “Los papeles del coche, por favor”, “O sea, mis papeles, quiere decir” ó “Bájese del coche por favor”, “¿Me puede usted explicar cómo hago esto?”, etc.
Vamos a dejar que la entrada siga conduciendo sola, no porque vayamos a recurrir a Chat GPT para que nos escriba el resto, sino porque os vamos a mostrar un artículo que nos han remitido y que trata sobre el tema. Mientras, os dejamos con una idea, a ver qué os parece: ¿Para cuándo el patinete autónomo?
Coches autónomos, ¿dónde queda la seguridad vial en la carrera por la autonomía total?
El coche autónomo sin conductor al volante lleva años oteándose en el horizonte, pero no ha sido hasta hace poco cuando se ha confirmado como una realidad. Los fabricantes están aplicando su desarrollo tecnológico para que sea algo tangible y democratizado lo más pronto posible.
No obstante, la complejidad de programación de todas las posibles combinaciones de factores que se pueden dar en la vida real durante la conducción hace inviable poder lanzar un algoritmo de control 100% fiable con la tecnología actual. Es algo en lo que actualmente se está trabajando, nutriendo las bases de datos con datos estructurados y no estructurados, y recopilando en los sistemas infinidad de variables de todo tipo (meteorología, distintas tipologías de personas, colores, objetos, etc.) que afectan en la conducción autónoma.
Áreas como la ética de los modelos, los sesgos, la interpretación de las señales, o la privacidad de los datos, siguen copando algunos de los desafíos más importantes.
La regulación para coches autónomos de hasta nivel 4 llega en 2023
Los niveles de conducción de los vehículos autónomos vienen pautados por el estándar SAE J3016, desarrollado por la Sociedad de Ingenieros Automotrices (SAE, por sus siglas en inglés). En esta norma se establecen seis niveles de automatización – de 0 a 5 – focalizados en el grado de intervención humana durante la conducción.
En España, el actual Reglamento General de Circulación (art. 18) recoge que el conductor debe tener una atención permanente en la conducción. Además, tanto esta norma como la Ley de Tráfico indican que "el conductor debe estar en todo momento en condiciones de controlar su vehículo". Hasta la fecha, no se pueden separar las manos del volante.
De cara a finales de 2023, se espera una reformulación que contemple la circulación de coches autónomos de hasta nivel 4 en el país. Esto implicará un grado de automatización alta, en el que los sistemas "están preparados para conducir de forma autónoma ante cualquier imprevisto", sin necesidad de intervención humana.
La importancia de garantizar la seguridad vial
Con independencia de cómo quede la legislación a finales de este año, los avances en materia de conducción autónoma deben ir de la mano de la seguridad vial.
En cualquier ruta, el conductor se encuentra con distintas vías. A ello hay que sumarle los elementos habituales, imprevistos y accidentales del entorno. Para que la conducción sea efectiva y se llegue de un punto a otro, el coche autónomo debe tener todo ello en cuenta.
En este sentido, la seguridad vial cobra especial relevancia en dos sentidos: para con los transeúntes, pues hay que garantizar en todo momento que el vehículo no va a causarles percances, y para con el vehículo en sí mismo, pues es necesario preparar los sistemas para que integren toda la información del entorno en tiempo real y ofrecer seguridad al hecho de que no haya conductor.
"Estudiar en profundidad la eficacia de los sistemas de ayuda a la conducción segura (ADAS) y perfeccionar las tecnologías de percepción del entorno que mapean el recorrido en tiempo real son dos básicos para garantizar la seguridad vial. El éxito y futuro de los coches autónomos depende, sin ninguna duda, de ello", asegura José María Cancer, director general de CESVIMAP, centro de I+D de MAPFRE.