Queridos lectores, habréis notado que la cosa está calentita últimamente. Vale, con una frase así, sin explicar el contexto, parece que te puedes estar refiriendo a casi cualquier cosa que pasa últimamente en el mundo, ¡pero es que estamos en un blog sobre tecnología, así que a ver si nos centramos!
Y ojo que en el fondo todo está relacionado, ya sea directa o indirectamente. Porque uno puede unir con hilos, como en las pizarras de corcho de las comisarías de las películas, prácticamente todo lo que pasa. Más recientemente, en el centro de ese corcho estaría, claro está, lo del cambio de cetro de poder en el territorio a su vez más poderoso del bolo terrestre.
Como habréis observado, la camaradería del regresado jefazo con varios líderes del sector tecnológico es absoluta, y como es lógico ahora están todos ellos que no caben en sí de gozo. Al mismo tiempo, como también sabréis, y de esto venimos aquí a hablar, estos gurús de la era digital están siendo muy proclives a que las redes sociales que regentan primen la libertad de expresión sin cortapisas de ningún tipo, prescindiendo de los sistemas de verificación de contenidos, abriendo así las puertas a quien quiera difundir bulos y fake news.
Ahora es cuando, estando como estamos en un blog, seguramente estéis esperando que este que escribe os ofrezca su opinión. Y así debería ser, supongo. Pero ocurren dos cosas: La primera es que, actualmente, opinar se ha convertido en una forma de contribuir a la polarización, que es otra característica que define a las redes sociales, e incluso cuando se hace con buena intención y desde la moderación, puede salir uno escaldado, como ya os conté que me ocurrió hace años en cierta ocasión (no en este blog, el Pulpo nos libre). De hecho, ayer mismo, mientras ideaba este post, estaban ardiendo la redes (qué expresión más rancia, por cierto) con este mismo tema. Así pues, por ahí no me apetece avivar ese fuego.
La segunda razón es que posiblemente no haga falta poner por aquí mi opinión, ya que será más revelador ver lo que opina mayoritariamente la gente al respecto. Según una encuesta llevada a cabo por Asesores, que no es un nombre en plural que haya soltado para referirme vagamente a personas dedicadas a ese trabajo, sino el nombre de una consultora de comunicación y marketing, el 74% de los españoles considera que las propias apps y plataformas de internet son las que deberían tener la obligación de moderar o confirmar la veracidad de las publicaciones.
Otro dato interesante de la encuesta es que el 76% de los ciudadanos dicen recibir las noticias falsas y bulos a través de las redes sociales. Poniendo como motivo los cambios en las políticas de moderación y verificación de contenidos, cerca de un 20% de usuarios españoles de X (todavía hay que seguir diciendo “antes Twitter”) han dejado de tener o utilizar su perfil, y lo mismo para un 13% en Facebook y un 7,3% en Instagram. Cabe añadir que el 80% de los encuestados consideran que la politización es cada vez mayor en las redes sociales. Con todos estos datos, ya que cada cual opine según le parezca.
En una cosa sí que me voy a mojar con claridad, pero ya más con sentido práctico que con la idea de rotular una pancarta: Tal y como está el percal, igual este es justo el momento en el que más nos vale aprender a ser mayorcitos para ser capaces de distinguir la verdad de la mentira por nosotros mismos, ¿no? Claro, qué fácil es decirlo: La misma encuesta apunta a que 4 de cada 10 españoles reconocer no ser capaz de identificar un bulo, y otros casi 2 de cada 10 no lo suelen tener claro. Y este tipo de cosas las saben (no lo dudéis ni un segundo) los amigos del jefazo norteamericano, esos que eliminan los verificadores de sus plataformas.