…Y más tecnología mesiánica

Los excesos de los eslóganes tecnófilos

Pues otra semana más con la misma tónica de la defensa a ultranza de la tecnología como forma inequívoca de evitar el mismísimo apocalipsis, pero si en la última entrada se presentaba de forma medianamente justificable, o incluso más que justificable (aunque exagerada), lo que traigo hoy roza lo ridículamente indefendible. Vamos, que esta vez ya me han tocado las partes nobles, y vengo en plan indignadito.

Estamos acostumbrados en esta era digital a los eslóganes tecnológicos altisonantes, que unas veces suenan a frases de Paulo Coehlo, y otras a afirmaciones categóricas indiscutibles. El último ejemplo que he leído del segundo tipo viene por parte de Scott Imhoff, Vicepresidente Principal de Gestión de Productos de Cambium Networks, fabricante de soluciones de red, en este artículo sobre la tecnología de 60Hz. En el mismo, Imhoff suelta la siguiente perla:

"Hoy el acceso a Internet de alta velocidad es tan importante como tener el acceso al agua y la electricidad".

¡Toma ya! Internet tan importante como el agua o la electricidad… vengaaaaaa…

A ver amigos pulperos, os planteo lo siguiente: A ver quién tiene huevos a tirarse una semana entera sin alguna de estas tres cosas en su casa. Venga, que cada uno elija con cuál de ellas se atrevería:

  1. Una semana sin agua
  2. Una semana sin electricidad
  3. Una semana sin Internet

Para la primera os hago una composición de lugar de lo que significa una semana sin agua, ¿eh? Sin poder ducharte, sin poder lavarte los dientes, sin poder hacer la comida, sin poder lavar la ropa, sin tirar de la cadena del wáter… en fin, muy llevadero, mucho más que no tener Internet, claro.

Para la segunda, baste decir que sin electricidad, directamente, os quedáis sin Internet. No es ya que perdáis la conexión, es que no podréis ni recargar móviles ni portátiles. Vamos, que la opción 2 lleva directamente a la 3, y a eso le añadís el andar a oscuras por la noche (o con velas), olvidaros del frigorífico, del microondas, cocina eléctrica, lavadora, lavavajillas, televisión, etc.

Y en cuanto a la 3, os resalto un detalle que he pasado por alto: El tal Scott Imhoff se refería a Internet de alta velocidad. Vamos, que en realidad esa semana sí que podríais tener algo de Internet, aunque fuese a pedales. ¿Hay alguien que siga prefiriendo alguna de las otras dos opciones?

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Un inciso. Por favor, no me vengáis con que hace falta Internet para poder contratar el agua o la luz. Primero, porque es mentira; el mundo físico sigue existiendo (de momento), y los contratos en persona, firmados con un boli Bic que mancha de verdad, también. ¿Que en el futuro eso no existirá? Puede ser. ¿Qué será mejor así? No lo sé, pero de momento es como es ahora, y no se puede convertir una mentira en verdad antes de que haya ocurrido para que cuando ocurra ya no se pueda negar. Habrá otros motivos por los que valga la pena digitalizarlo todo, pero de momento el motivo no consiste en que hoy por hoy sea imprescindible. Y segundo: Por la misma regla de tres, también habría que decir que no se puede contratar Internet si no se tiene Internet, lo cual es otro absurdo.

Lo grave de que Imhoff haga ese matiz sobre el Internet de alta velocidad es que supongo que eso significa, si no he interpretado mal su frase, que tener Internet básico o rudimentario supone la misma diferencia respecto de no tenerlo en absoluto, que la que supone tener Internet de alta velocidad respecto de poder ducharse o conservar la comida fría, que para él es ninguna diferencia. Vamos, que nos cuela trampas por todos los lados, este tecnólogo tecnófilo gurú del tecnoconvencimiento tecnopopular tecnomasivo, como todos los gurús de la revolución digital. ¿Pero por qué se empeñan en adoctrinar a la gente si la gente ya está obnubilada per se con la tecnología?

…Pues es evidente, por desagracia, y bien sencillo de entender: Porque les interesa crear todavía más dependencia al consumidor. Cuanta más dependencia, más negocio. Y si para ello hace falta crear un cambio en la percepción de lo verdaderamente necesario, pues se repite hasta la saciedad y ya está. Una mentira repetida mil veces se acaba convirtiendo en una verdad, ¿no?

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Otro ejemplo de ese cambio forzado, artificial o impostado en las necesidades lo recuerda Marta Petrano, autora del libro “El enemigo conoce el sistema” (que tengo pendiente conseguir) en esta entrevista: “Tomemos Netflix como ejemplo. Hace poco, su CEO reconoció que su empresa no competía con YouTube o con HBO, dijo que competían con el sueño, una de las tres cosas que los seres humanos necesitamos para sobrevivir. Están generando de forma consciente aplicaciones adictivas”.

Como hemos comentado, no es la primera vez, ni será la última, que escuchamos frases exageradas sobre la imposibilidad de renunciar a la tecnología. En otro libro (éste si lo leí y comenté alguna vez en el blog) de Evgeny Morozov “La locura del solucionismo tecnológico”, entre otras muchas se incluye por ejemplo esta cita de David Post, experto en leyes sobre propiedad intelectual en la red: “Internet podría estar impulsada por leyes y reglas tan firmes como las de la naturaleza”. Podría estar, dice: en definitiva, que no lo está pero se hará el esfuerzo para que lo esté, porque es imprescindible que así sea.

Como el propio Morozov sugiere en su libro, Marconi no se puso a elucubrar sobre cómo sería la vida para la humanidad después de que él mismo inventara la radio, ni tampoco lo hicieron más tarde los desarrolladores de la televisión; hicieron bien, porque eso que todavía no sospechaban que existiría y que se llama Internet podría haber acabado con sus inventos, aunque lo cierto es que de momento no lo ha hecho. ¿No sospechan los internéfilos como nuestro ya querido e ínclito  Scott Imhoff, que lo pone al mismo nivel que el agua o la electricidad, que algo podría en el futuro sustituir a Internet o relegarlo a un segundo plano, como ahora la radio o la televisión no “inteligentes”? Ah bueno, que si eso ocurre ya será en el futuro. Ahora lo que importa es Internet. Tanto como el agua o la electricidad… y no sé qué hacemos dándole todavía importancia a cosas tan viejas como la electricidad y no te digo ya el agua… ¿y eso de comer, no está ya anticuado? ¿Y lo de respirar…? ¡A ver si nos renovamos, hombre ya! ¡Qué vergüenza le daría a San Steve Jobs!