El Cinéfilo tecnológico: Criptoestafas

Las criptomonedas nunca duermen, si es que existen

Nuestro querido Pulpo no deja de meterse en berenjenales aparentemente alejados de su ámbito de conocimiento, pero su lema en estos casos es “de perdidos a la nube”. Esta vez se ha atrevido a ver un documental relacionado con el confuso mundo de las criptomonedas y, no contento con ello, va y se propone hacer una reseña del mismo en este blog. Quién dijo miedo.

Y es que el ámbito de las criptodivisas, controvertido donde los haya, es uno de los que mejor plasman la desorientación de nuestra mascota cefalópoda en el mapa informático actual: Al ya apabullante universo de las nuevas tecnologías digitales, súmale el volátil y etéreo mundo financiero… Si al molusco le suena a chino cualquier explicación de por qué suben o bajan los valores de tal o cual activo, cuando el activo es de tipo digital ya se siente como si le explicaran la física cuántica en hebreo.

Partiendo de ese galimatías, uno podría pensar que un documental centrado en tal temática podría ser infumable. Pues resulta que no, que “Criptoestafas”, estrenado recientemente en Netflix, se entiende bastante bien, no solo porque está bastante bien explicado, sino porque la estafa de la que habla consiste precisamente en que, detrás de engañifa que montan los protagonistas, no hay absolutamente nada. No hay que entender de criptoactivos ni de finanzas, porque ni lo uno ni lo otro existe detrás del negocio ilegal que montan, salvo humo.

La película narra la historia real de Centra Tech, un fraude montado en forma de negocio en 2017 en Estados Unidos, consistente en ofrecer a los clientes que invirtieran en él una tarjeta de débito de criptomonedas, que podrían gastar en tiempo real como si fueran los dólares de su cuenta corriente. El problema es que no existía ningún acuerdo con ningún banco para que tal cosa fuera posible, pero lo vendieron tan bien, con agresivas técnicas de márketing, buena imagen corporativa y diseño web por parte de desarrolladores de software, y el apoyo de algún personaje famoso al que untaron para un anuncio, más un gurú de las criptomonedas que no vio el engaño y habló bien de ellos, que en poco tiempo se forraron de millones.

Como es lógico, la cosa hacía aguas por varios sitios y se acabó descubriendo el pastel. Increíblemente, el cabecilla de la trama, Ray Trapani, consiguió librarse de la cárcel al colaborar con las autoridades. La ausencia de catadura moral y el cinismo de este personaje, al que lo único que le importa es el dinero, recuerda a más personajes reales del mundo de las grandes tecnológicas sobre los cuales hemos visto películas y series tratadas en esta sección de nuestro blog, como La red social, sobre Facebook, o Super Pumped, acerca de Uber. Pero también nos remite, fuera del ámbito informático, a la película de Martin Scorsese El lobo de Wall Street.

Al margen de este fraude en particular, es preocupante el dato que arroja este documental, acerca de las empresas que ofrecen servicios relacionados con criptomonedas: 79% de las investigadas acaban revelándose como estafas. Llegados a este punto, uno recuerda a los no pocos defensores del mundo de las criptodivisas: Todo el mundo conoce a alguno que ha invertido en alguna de ellas (puede que entre nuestros lectores los haya), y no es raro, en medio de la habitual conversación polémica sobre el tema, que el partidario de este tema saque un billete de equis euros de su cartera para explicar que eso solo es un papel, y que si vale para comprar y vender es solo porque se ha aceptado socialmente que sea así, y tal. El Pulpo no se va a meter a contradecir, con su ignorancia financiera y digital galopante, tales argumentos tan efectivos visualmente, faltaría más, pero se imagina un mundo en el que unos aceptan socialmente el uso de bitcoins, otros el de Ethereum, y otros el de las tarjetas de crédito o débito de negocios que surgen como setas como Centra Tech, y mientras trata de que no le estalle la cabeza, se pregunta por qué no animarse él a volver al trueque, y que le den a Bizum, a los tokens, al blockchain y a toda forma de dinero con la que no se pueda echar una partida a los chinos, como toda la vida de dios. Si se acepta socialmente el regreso a las cuevas, pues oye, igual de válido, ¿no?

Tanto si se trata de estafas como si es correcto y legal, cuesta asir la tangibilidad del asunto. Haciendo un esfuerzo (arduo) de comprensión del funcionamiento de los mercados, el Pulpo puede llegar a entender que los valores de los cultivos de naranjas suban o bajen según se sepa cómo ha sido la recolección, o incluso antes en base a la meteorología de la temporada, como puede entender que ese billete está en la cartera del “gurú cripto” porque le han pagado en su empresa por producir bienes o servicios tangibles a clientes de la misma. Pero el molusco no es capaz de visualizar de qué árbol brotan los bitcoins, o quien los siembra o recolecta, por mucho que le hablen de “granjas de servidores”. Y si al final se trata de una representación digital del dinero que en cualquier caso ya se ha generado en la realidad, ¿por qué obligáis al pobre octópodo a entrar en ese metaverso? “¡Que lo acepten socialmente los calamares, si ellos quieren!”, protesta nuestra mascota.

A la espera de una película que nos explique mejor todo eso de la minería de criptomonedas y el mundo blockchain en general (pero para dummies), “Criptoestafas” no está nada mal para entretenerse aunque no tengas ni idea del tema, y de paso informarse un poco de los peligros de la jungla cripto que inunda las redes. La narrativa es fluida y convincente, y hasta incluye una trampa para que el espectador también se sienta engañado en un momento dado con una de las muchas farsas inventadas en torno a Centra Tech. Solo se echa en falta el testimonio de algunas de las personas estafadas (a saber cuántos de ellos sacaron su billetito, o su tarjetita falsa, para convencer a otros con el argumento antes apuntado), para que no parezca que el delincuente protagonista se muestra como un genio -caradura pero genio- a imitar. No porque quien sea inteligente (y honesto) no vaya a entender el valor documental y la postura reveladora de la película, sino porque quien no lo sea podría pasarle lo mismo que a quienes admiran al personaje de Torrente como ejemplo de conducta. Por si acaso.

 

Nota del Pulpo: 7 / 10