El Seriéfilo Tecnológico: Super Pumped. La Batalla por Uber (2022)

Travis Kalanick, el enésimo líder amoral de Silicon Valley

Nos hemos tomado una eventual pausa en la temática de la inteligencia artificial a la hora de elegir las películas y series de las que hablamos en esta sección, que ya está bien con la turra que os hemos dado últimamente, y con la que nos queda por dar…

Hemos aprovechado la ocasión para ver una mini serie estrenada el año pasado, Supper Pumped, que trata sobre la controvertida historia de Uber, la empresa de la aplicación de movilidad más exitosa del mundo. Otro más de los muchos ejemplos de startup o unicornio del sector tecnológico que cambia las reglas del juego, asciende como la espuma, y deja por el camino numerosas polémicas y daños directos y colaterales.

Detrás de Uber, o mejor dicho al frente, está su cabecilla o gurú, en este caso Travis Kalanick, que trata de cumplir, a su manera, con el estereotipo del líder carismático de la informática a lo Steve Jobs, pero pareciéndose más – también a su manera- a la imagen de otro que tal baila, un tal Elon Musk. La serie le toma obviamente como protagonista, encargándose de intentar que el espectador le coja la mayor tirria posible.

Kalanick, o T K como le llama su gente de confianza, sin ser un experto en programación de software, dirige al equipo de desarrollo de Uber bajo una vehemente estrategia de hiper – motivación y fogosas técnicas de coaching a full que él mismo resume en la expresión que da nombre a la serie, “Super Pumped” (expresión de inexacta traducción literal que vendría a significar algo así como “súper entusiasmados”). En el primer capítulo no tendríamos por qué ver excesiva turbiedad por parte de T K, pero a mí personalmente ya me empieza a cargar ese rollo “Míster – Wonderfull” hiper competitivo. Por supuesto, supongo que eso ya es intencionado por parte de los creadores de la serie.

Pero claro, cuando los capítulos van avanzando y se va mostrando la falta de ética de la compañía en sus estrategias agresivas, sus técnicas de espionaje cibernético a propios y ajenos, el acoso a mujeres trabajadoras en la oficina, la infinita avaricia y egolatría del ínclito Kalanick, etc., etc., vemos ante nuestros ojos a otro caso de más de “¿por qué tantos líderes tecnológicos que suben como la espuma se empeñan en parecer tan sociópatas y megalómanos, como malos de películas de James Bond, mientras venden su mantra de querer cambiar el mundo para bien?”. No sé qué parte de culpa tendrá la serie pudiendo haber exagerado la personalidad de su protagonista, pero sí es verdad que, si tiene un defecto, para mi gusto, es que enfatiza tanto ese carácter que en algunos momentos se pasa de obvio y estereotipado.

Cierto es que no hay ningún engaño: Los hechos narrados en Super Pumped son de sobra conocidos por todos, así que un angelito no es, el tal Kalanick. Pero lo cierto es que la serie se diferencia de otras ficciones sobre historias reales de empresas de la era digital en su mayor componente emotivo, lo que paradójicamente potencia positivamente su pulso narrativo y dramático, otra vez para mi gusto, y a pesar de la rabia que me da el protagonista. Si ponemos por ejemplo el de otro gurú de los que son para echar de comer aparte, como es el caso de Mark Zuckerberg de Facebook (ahora Meta), la película La red social de David Fincher tiene un tono mucho más objetivo, pausado y frío (probablemente en consonancia con una personalidad más calmada e introvertida por parte de su jefe); En esta la narrativa es impecable, como un reloj suizo, pero no enerva por igual al espectador. En Super Pumped el estilo parece más bien la sátira de El Lobo de Wall Street de Scorsese, añadiendo recursos típicamente propios de Tarantino, como los frecuentes rótulos sensacionalistas en pantalla.

La serie va convenciéndome cada vez más a medida que se acercan sus episodios finales. Al principio algo farragosa en medio de estrategias comerciales y de negocio que se dialogan a toda velocidad, pero luego cada vez más interesante tanto en su narrativa como en su contenido, hasta desembocar en aquello que los creadores han estado cultivando en nuestra cabeza: El deseo del espectador de ver a Kalanick llevarse el mayor número posible de zascas en el peor momento de la historia de Uber. Y aquí introducen, ya en el último capítulo, una escena que considero genial, muy efectiva y totalmente necesaria: El momento en que el actor protagonista, Joseph Gordon-Levitt, sin abandonar el rictus de soberbia de Kalanick, rompe la cuarta pared para dirigirse al espectador y visibilizar su hipocresía, nuestra hipocresía, la hipocresía que todos mostramos cuando criticamos aquello que de forma más o menos consciente hacemos viable, como cualquiera de las muchas apps móviles o servicios de internet que están volatilizando el valor de la privacidad. Es un poco como cuando nos indignamos con la polarización de los políticos y los improperios que se lanzan, cuando es sabido que si esos son los momentos que los medios nos muestran de sus debates es porque cuando bajan el tono nosotros mismos bajamos los niveles de audiencia de esos medios. Hay un capítulo de Black Mirror que también visibiliza ese tipo de hipocresía, que es El Himno Nacional.

Ahora yo me pregunto: Habiendo conocido lo de Zuckerberg, lo de Musk o lo de Kalanick, ¿qué podría pasar si la más poderosa y revolucionaria de las tecnologías actuales, la inteligencia artificial, estuviera siendo desarrollada por genios de similar catadura moral? Para echarse a temblar. Y sí, he terminado hablando de IA otra vez, lo siento. Pero a eso le llamo yo cerrar el círculo.

 

Nota del Pulpo: 7,5 / 10