A la montaña con tecnología... y sobre todo con cabeza

GPS, Apps de seguridad...

A raíz de un artículo reciente de hayCanal, relacionado con el uso de la tecnología para mejorar la seguridad en actividades deportivas en la naturaleza, y por aquello de que en un blog lo que se supone que mejor funciona es escribir sobre las experiencias vividas por uno mismo, este montañero va a aportar su granito de arena sobre el asunto.

Nos encontramos ante un tema de esos que también dan lugar a interesantes debates. En este caso, se suma la habitual necesidad de tránsito para acostumbrarse a lo nuevo con el carácter romántico de muchos excursionistas hacia las viejas costumbres, que en ambientes naturales tiene un marco perfecto para su búsqueda. Sí, lo reconozco, a mí me pasa eso mismo. Pero ojo, no estoy en contra de lo que sea de sentido común: La seguridad es la seguridad. Veamos.

Desde hace ya unos cuantos años es habitual el uso del GPS en la montaña, antes incluso de que muchos empezaran a usarlo en los coches (dispositivos mucho menos “cool”, más propios de técnicos o profesionales, que los de los vehículos). También existía ya el ARVA, una especie de sonda para facilitar el rescate de sepultados por avalanchas de nieve. A todo ello, se han ido sumando todo tipo de apps móviles, a la moda de la tecnología digital de nuestros días. En esta segunda ola, existe por ejemplo una app que envía la posición exacta de un montañero accidentado o extraviado a los equipos de rescate, otra que ofrece información sobre predicciones de riesgo de aludes, otras sobre meteorología, etc. Estas herramientas entran dentro de lo que cualquier aficionado a deportes al aire libre podría encontrar útil. Aquí podéis ver más detalles.

Todo esto está muy bien, pero mi opinión es que, igual de necio o incluso más que negarse en redondo a aprovechar esta tecnología, es pensar que sólo por utilizarla vamos a estar a salvo de los riesgos inherentes al alpinismo y parecidos deportes. De hecho, el mayor riesgo es el exceso de confianza, y si este se va a potenciar por pensar que en el smartphone llevamos a poco menos que un guía profesional de montaña, todavía peor. Por ejemplo, respecto a las predicciones meteorológicas y de aludes, lo mejor es adquirir uno mismo los conocimientos necesarios en esas materias, a través de cursos, libros, la propia experiencia, etc., y luego ya sí tendremos la capacidad de decidir por nosotros mismos, sin desdeñar por ello el uso de las apps.

Una crítica que se suele hacer se basa en que el uso posiblemente más importante para seguridad del móvil en montaña es el de poder contactar en situación de emergencia, pero el uso habitual de todas estas apps consume la batería y reduce las posibilidades de uso cuando tal vez más falta haga. Se podría argumentar – con razón- que mejor prevenir que curar, mejor no perderse o accidentarse que tener que usar el móvil cuando ya nos hemos metido en un marrón, pero no es menos cierto que la prevención sigue siendo controlable con métodos tradicionales, mientras que la llamada o aviso de emergencia sólo la habilita la tecnología (y por tanto es seguramente su mayor aportación). Como anécdota personal, pero sin llegar a situaciones ni lejanamente críticas, sí que recuerdo que al final de más de una excursión, cuando quisimos contactar con conocidos para vernos luego o simplemente avisar del final de nuestra ruta, los smartphones se habían quedado sin batería, y sólo algún viejo “dumbphone” 2G permitió esas llamadas o SMS, gracias a la mayor autonomía que tenían.

Respecto a la orientación (es decir, a no acabar por el monte más perdido que un pulpo en un garaje – en la nube para nosotros, claro-), creo que tanto el GPS como las apps de geolocalización móvil son opciones bastante prácticas, pero en la mayoría de los casos no pueden sustituir al mapa, y sólo con visibilidad muy baja o nula (por ejemplo con niebla) se convierten realmente en salvadoras (aunque alguien con gran habilidad en el uso de mapa y brújula tradicional logrará el mismo resultado, tal vez de forma algo menos inmediata, pero igualmente útil).

GPS_mapa

Recuerdo una ocasión en la que no encontrábamos el camino, transitando por un bosque en el que el rápido crecimiento de los pinos en un cortafuegos abandonado había borrado las sendas que indicaba el mapa; en este caso, el uso de Google Maps con geolocalizador nos permitió situarnos en el punto del mapa en papel en que nos encontrábamos, luego ambas herramientas (tecnológica y tradicional) se complementaron para que pudiéramos seguir la ruta. En otra ocasión, en un terreno ondulado con pocas referencias visuales, íbamos siguiendo sólo las indicaciones del móvil, de momento con resultado positivo, y por pereza no quise quitarme la mochila para sacar el mapa, hasta que nos equivocamos en una de las bifurcaciones de caminos, de lo que nos dimos cuenta algún kilómetro después del fallo; se reveló ante nosotros el problema de orientarse con un dispositivo tan pequeño: Si quieres ver con detalle (escala agrandada) dónde estás, en la pantalla sale muy poca superficie alrededor, luego no tienes una composición general del lugar; si quieres verlo en general, no lo ves en detalle; y hay casos en los que lo de “ampliar” y “reducir” (separando o juntando los dedicos en la pantalla táctil) no es suficiente: tienes que verlo simultáneamente: En eso el mapa es infalible y de momento insustituible, además de que su escala es constante (otra cosa en la que lo de “ampliar” y “reducir” constantemente puede llegar a engañar). El día que se invente un dispositivo desplegable como un mapa, hablaremos de otra cosa.

La primera vez que alguien del grupo con el que caminaba por el monte llevaba GPS (de los antiguos), el compañero iba tan pendiente de seguir el “track” que miraba más al aparato que al paisaje e incluso diría que al suelo que pisaba. Por ahí si que no estoy dispuesto a pasar. La única vez que he llevado un GPS en mi propia mochila fue cuando subimos al Mont Blanc, y lo llevábamos como recurso por si nos veíamos atrapados por una nube y perdíamos visibilidad. Lo cierto es que hizo un tiempo fenomenal, y la visibilidad era tan absoluta y la ruta tan evidente, que ni siquiera hizo falta sacar el mapa. No quiero con esto hacer apología del exceso de confianza (poniéndoselo a huevo a tantos desconocedores del mundo de la montaña ávidos de crítica fácil y “cuñadil”: - “sois unos irresponsables”, etc. -), sino dar precisamente una idea del uso responsable y no caprichoso de las herramientas de seguridad (digitales, analógicas, o del propio conocimiento); lo contrario sería como estar tan pendiente de los sistemas de seguridad de un coche que dejemos de mirar a la carretera al conducir, o (para aprovechar nuestras temáticas habituales), como pensar que por tener el mejor antivirus del mundo se puede hacer click en cualquier enlace sin miedo.

Post by Albert