Los tiempos siguen cambiando: Las compañías teleoperadoras ya no quieren engatusarnos con ofertas relacionadas con la telefonía o la conexión a internet. Ahora, la gallina de los huevos de oro está en las plataformas de streaming.
Así las cosas, esas molestas llamadas telefónicas publicitarias de las que no se libra nadie ni apuntándose a las Listas Robinson, imagino que están cambiando también. Digo que imagino porque a mí no me ha dado tiempo a comprobarlo, ya que nunca dejo que dichas llamadas me duren más de cinco o como mucho diez segundos. Pero sí puedo imaginarlas, teniendo en cuenta lo dicho en el anterior párrafo. Por ejemplo:
- ¿Dígame?
- Buenos días, ¿hablo con el propietario de esta línea telefónica, por favor?
- Sí, soy yo, dígame.
- Hola, le llamo de Flipatel. Quería ofrecerle información sobre nuestros servicios.
- Adelante.
- Bueno, verá, tenemos la mejor oferta del mercado con tres o cuatro plataformas de streaming a un precio inmejorable.
- Ah, ya, pero, ¿y del teléfono o internet, qué ofrecen?
- Bueno, eso también va en el paquete, pero ya son los complementos.
- Ya, es que primero me gustaría saber si tendría con ustedes llamadas ilimitadas, por ejemplo.
- Si, bueno, por eso no se preocupe, que tenerlo lo tenemos, pero lo importante es que con nosotros no se va a perder ningún partido de la Liga ni de la Champions.
- Bueno, bueno, jeje, llámeme raro pero es que no me gusta el fútbol, ¿sabe? Necesito saber antes cuántos gigabytes tiene su oferta de internet.
- Eh, pues… muchos gigas, señor, muchos… Y muchos capítulos de Juegos de Tronos, de Breaking Bad, Stranger Things, The Walking Dead… Todas, todas, todas las series que hay que ver. Y las películas también, claro.
- Ya, es que, en fin, llámeme también loco, pero me preocupa más si voy a estar bien conectado y me va a ser rentable, vamos digo yo…
- Claro, claro, lo entiendo, pero es que eso ya lo puede dar por hecho. Lo importante es que no se pierda usted ningún true crime, ni ninguna docuserie. ¿Qué clase de teleoperadora puede atreverse a ofrecerle una oferta si no le permitimos ver lo del hijo del actor que descuartizó a un tipo en Tailandia?
- Sinceramente, señorita, y con todo el respeto, no acabo de entenderlo. Se han pasado años dándome turras infumables sobre fibras, fusiones, gigas y roamings, ¿y ahora que por fin les pregunto por todo aquello me vienen con esto de la tele?
- Bueno, señor, es lo que nos está demandando ahora nuestro target.
- ¿Su qué? Yo no soy un target ni un targot, señorita. Y en cuanto a ustedes, pensaba que eran una empresa de telecomunicaciones, no un multicine de polígono industrial. ¿Cómo se supone que me iba yo a comunicar con mi familia si los contrato? ¿Con los cuervos de Juego de Tronos?
- (etc.)
¿Cómo se ha llegado a esta situación comercial tan curiosa? Pues, para empezar, por algo muy bonito: La reconciliación entre dos tipos de compañías tecnológicas que se llevaban mal… Por supuesto, reconciliación por interés, te quiero Andrés, qué os habíais pensado... es el mercado, amigos. Hablamos de las teleoperadoras por un lado y las plataformas OTT (Over The Top) que, tal y como nos explican desde la Universitat Oberta de Catalunya (UOC), hace años pugnaban por ofertas de telecomunicaciones partiendo de dos mundos distintos (como los taxis y las VTC tipo Uber). Las teleoperadoras se quejaban de que las OTT se aprovecharan de las redes de conectividad instaladas por las primeras… hasta que se dieron cuenta de que podían colaborar mutuamente, de manera que las plataformas mejoran la oferta de las teleoperadoras. Al fin y al cabo, sus contenidos llaman más la atención que una conexiones, velocidades y gigas que se ofrecen de mil maneras, en un mercado tan saturado que apenas tiene ya márgenes de beneficio para las compañías.
Y no sólo es series, películas y deportes: Las teleoperadoras también ofrecen seguros, alarmas, ofertas energéticas… Imaginad cómo podría ser la llamada anterior añadiendo todo eso… No te digo nada el crossover entre teleoperador de energía y telefonía… La unión de las conversaciones que no te dejan cenar tranquilo. Es un poco como lo del propio teléfono, que ha acabado sirviendo para muchas más cosas que para lo que se inventó en el siglo XIX, y que de hecho ya es lo de menos: hablar. Es más, diría que ya casi solo se usa para eso en llamadas comerciales... que te venden lo otro. Paradojas.