Como sabéis, en este blog hemos sido abiertamente críticos con la parte que consideramos negativa de las tecnologías digitales, o mejor dicho de su uso, sin que por ello pretendiésemos caer, como es lógico estando en este sector, en la tecnofobia irracional, más allá de nuestros habituales chascarrillos.
Ahora bien, el doble programa emitido los pasados días 13 y 14 de octubre en La Sexta bajo el título Redes sociales: la fábrica del terror, supera con creces todo lo negativo que pudiera ser lo tratado hasta el momento en este espacio, entre otras cosas porque nuestra intención habitualmente -que no siempre- desenfadada queda totalmente desbordada por un tema tan sumamente escabroso.
Sin embargo, se ha hablado tanto del asunto, antes y después de la emisión del programa, que no podemos evitar hacer algún comentario al respecto. No vamos a entrar en detalles, porque para eso están los testimonios de las personas entrevistadas en el mismo, y porque, sinceramente, nos cuesta tratar en profundidad algo tan desagradable. Pero sí añadir un par de reflexiones que se nos pasaban por la cabeza viendo el programa.
Por un lado, está el personaje de Mark Zuckerberg, sobre el cual ya hemos hablado en este blog en varias ocasiones. Es precisamente uno de los ejemplos de cómo hemos expresado otras veces nuestras críticas hacia una estrategia de negocio propia de no pocos gigantes tecnológicos, que priman con mucho el interés y el beneficio a cualquier atisbo de ética o moral. Pero una cosa era la gravedad de lo tratado en anteriores ocasiones (que no era poca) y otra es esta barbaridad. Resulta extremadamente difícil de asimilar, por mucho que no nos fiáramos de los mea culpa anteriores de Zuckerberg (y luego se vio que acertábamos), que también en algo tan intolerablemente grave como la accesibilidad de pederastas a las redes sociales de Meta, este señor siga más preocupado por los beneficios o por la competencia. ¿Qué toma para poder dormir? Sinceramente, mi cerebro sigue obligándome a creer que tiene que ser todo mentira, o una manipulación, porque aceptarlo como real supera cualquier atisbo de lógica para mis neuronas.
Igual de duro, pero más creíble por aquello que expresamos en el subtítulo de esta entrada (imaginar lo que puede llegar a encontrarse en la red, que es como imaginar todo lo ignominioso de lo que puede llegar a ser capaz el ser humano), es lo de las moderadoras y moderadores de contenido. La idea en este caso es contundente pero sencilla: Si esta gente no sacrificara su salud mental revisando tantas imágenes de violencia real de todo tipo e intensidad, hay que entender que los que estaríamos destrozando nuestra cabeza seríamos todos nosotros, toda la población mundial que disponga de smartphones, ya que nos llegaría fácilmente y sin filtros. Al parecer, vivimos en un mundo en el que hay que sacrificar gravemente la salud de unos pocos para salvar la de todos en aras de mantener el uso actual de la tecnología digital.
Sinceramente, ante una reflexión como esa última, la verdad es que me quedo sin itinerarios de razonamiento con los que llegar a una conclusión aceptable o no excesivamente rotunda. Como para pedirle al Pulpo que deje de ser tecnófobo…