Espejo Negro, Temporada 6, episodio 2: Loch Henry

Mucho morbo y poca techie

La llegada de la sexta temporada de Black Mirror nos ha llevado a acelerar el ritmo de reseñas de la serie como nunca antes, ni en esta sub sección del blog en concreto ni en las del seriéfilo y el cinéfilo tecnológico. Y no es porque queramos evitar quedarnos desactualizados o por miedo a tener menos opciones de clickbait según pasa el tiempo desde el estreno, sino porque ha llegado un punto en que somos medio fans y nos apetece ir viendo ya los cinco nuevos episodios, al menos uno a la semana. Quizá sería mejor ir dispersando más espaciadamente esas reseñas en el futuro, pero en cualquier caso ya tendremos trabajo con otras series y películas de temática informática y digital, esperemos.

Sin embargo, ya que mencionamos dichas temáticas, que son las que dan sentido y personalidad a esta bitácora web, además de su gracejo cáustico y socarrón, en el segundo episodio de la temporada (24 en total), el peso de la tecnología como tal en su argumento es bastante más minoritario y accesorio de lo habitual en la serie de Charlie Brooker. Loch Henry habla sobre el fenómeno de moda del True Crime, ese género literario, de podcast, de series y películas de no ficción (de ensayo o documentales, vaya) en el que se relatan crímenes reales. Es innegable la importancia que ha tenido la tecnología actual, representada en este caso por internet, en el auge de este tipo de historias, y alguien podría defender que con eso ya basta para encajar como un capítulo de Black Mirror, pero lo cierto es que, repasando todo lo visto hasta la fecha de esta serie, me parece que es el menos representativo de esa vertiente cibernética (que es la principal) del Espejo Negro, y desde luego se queda algo lejos de los objetivos habituales de este blog en general.

No por ello hay que desdeñar su interés o calidad (si no me parecen mayores son por otras razones que explico al final); hay capítulos clásicos de Black Mirror que, siendo mucho más tecnológicos, me gustaron menos (incluso bastante menos en algún caso). Pero lo que queda claro es que la tecnología es, casi, casi, una excusa, usada como herramienta, para contar una historia que podría haberse basado en otros formatos del true crime (como la mencionada literatura o el cine y la TV “analógicos”). Sólo en la crítica final a la frivolización de las plataformas de streaming (segundo capítulo de la temporada con dardo a Netflix -que la propia Netflix ha aceptado con ¿deportividad?-), así como en el éxito turístico de un lugar apoyado en la viralización online del drama ocurrido en el mismo y convertido en espectáculo, hay una leve enjundia digital, pero el resto son apenas detalles puntuales con la misma relevancia que cuando un personaje bebe un vaso de agua, en lo que a tecnología se refiere.

Por eso no nos queda mucho más que contar en esta entrada, y aun así mira que nos hemos enrollado para hacerla un pelín decente en cuanto a extensión. ¿Aceptamos Loch Henry como capítulo de Black Mirror? Puede ser; al fin y al cabo, sería difícil que lo hubiera sido sin el impulso que le ha dado internet a las historias tipo Puerto Hurraco (ejemplo de que esto es más viejo que la web, porque a aquello le bastaron las televisiones de los 90 para que nos tuvieran meses dándonos la turra con el tema). Pero, precisamente por eso que digo en el paréntesis, tal vez no debería valer como entrada de este blog (y seguimos alargándola, mira que tenemos poca vergüenza…). A veces parece como que se quiere hacer creer que ciertas cosas no existían o no pasaban antes de la tecnología digital. Por otro lado, si hubiera que hablar de todo lo que ha visto impulsado su éxito por la tecnología, sin ser la tecnología la parte central del tema sino un habilitador, entonces todo valdría como animal de compañía, incluido nuestro querido Pulpo. Es como si en un blog sobre coches fuera obligatorio reseñar Telma & Louise por el hecho de que vayan media película en coche (road movie, se llama eso). O como si en un blog sobre maquinaria pesada tuvieran que hacer una reseña de un disco de David Bisbal solo por su forma de saludar. No es serio.

Pero, en fin, ya está hecho. Por lo demás, el episodio me parece, en general, razonablemente entretenido e interesante; bien narrado, pero sin ser una maravilla, y reconociendo que yo suelo huir de estas historias morbosas y chungas, que solo me gustan de verdad cuando hablamos de obras maestras tipo Seven, y que ni siquiera en el supuesto código crítico – sarcástico del Espejo Negro me epata, porque al final, por mucho que lo critique, está aprovechando la esencia y los clichés de dicho tipo de historias para generar lo mismo, o parecido, que los propios True Crime a los que critica. Por otro lado, la parte final me convence poco, percibo como tramposo algún hecho o detalle, y los habituales giros inesperados no me llegan a conmover. Pero vale, la mayor parte del metraje se deja ver, es aceptable.

 

Nota del Pulpo: 6 / 10