La revolución digital avanza a pasos agigantados y cada vez abarca más ámbitos. Los algoritmos ya nos dicen lo que nos va a gustar antes de que lo sepamos, pero basándose en lo que ya nos gusta según nuestras respuestas a través de Internet. Ahora bien, ¿llegará a haber tecnologías que hagan justo lo contrario, es decir, cambiar nuestros gustos?
Uno de esos nuevos ámbitos en los que están introduciéndose los profesionales de la informática, en el seno de equipos interdisciplinares, es el de la alimentación, pasando por la psicología. El objetivo, en el caso del que vamos a hablar en esta entrada, es mejorar los hábitos de consumo para favorecer la salud de las personas. Advertimos: a más de uno os dará rabia saber que esto forma parte de la guerra contra el azúcar.
Y efectivamente, volviendo a lo que sugeríamos al final del primer párrafo, la estrategia consiste en que, mediante técnicas basadas en la Inteligencia Artificial, dejen de gustarnos los productos que tienen excesivas cantidades de azúcar, esas que hacen que cuando te dan los resultados de las analíticas te lleves un susto. O las que provocan problemas de obesidad.
Aquí es donde los fans de lo dulce, entre los que me incluyo, ponemos en grito en el cielo: ¿Por qué queréis quitarnos una de las cosas que nos dan la felicidad en la vida? Bueno, no nos precipitemos, porque el plan tiene reverso positivo, y es que, de la misma forma que dejaríamos de disfrutar de helados, bollos y turrones, la misma metodología nos haría aumentar nuestra sensación de placer al ingerir productos mucho más saludables… ¿disfrutar con los copos de avena como si fuera una tarta de chocolate…? Estáis flipando un poco, ¿no?
Inevitablemente, esta manipulación tecnológica – mental me recuerda a aquella famosa escena de Matrix del filete de mentira que sin embargo sabe a gloria al personaje de Cifra. Y entonces pronuncia esa frase lapidaria (y peligrosa): “La ignorancia es la felicidad”. Efectivamente, esa antes mencionada felicidad no tiene por qué desaparecer de nuestras vidas si la computación cognitiva nos “engaña” adecuadamente.
Por lo tanto, el paladar, que ya por naturaleza es un esclavo de la mente (como todos los sentidos), podría en un futuro tener que depender también de un “segundo cerebro” que sería la tecnología. Y entonces, ¿qué valor pasarían a tener concursos como Master Chef o reconocimientos como las Estrellas Michelín, digo yo?
Ya en serio, hay que reconocer que el tema tiene su enjundia (por no decir miga para que no me riñan por jugar con las palabras). Es innegable que la salud es una de las cuestiones más importantes que atañen a las personas (por no decir la principal) y, en principio, cualquier idea que sirva para mejorarla debería ser bienvenida. Ahora bien, ¿es inevitable acudir a esa forma de manipulación del cerebro que, una vez más, parece tratarnos como a niños que no saben decidir por sí mismos lo que les conviene hacer o no (en este caso, comer o no)?
Ojo que no quiero posicionarme, porque sinceramente no lo tengo claro, pero ahí dejo la duda. Y no es por ser fan de lo dulce, que conste. Al fin y al cabo, hay que reconocer que, a su manera, es el propio azúcar el que nos está engañando haciéndonos creer que lo necesitamos para ser felices. Como les pasa a los fumadores con el tabaco… Si es que las drogas son malas… Pero, ¿puede la tecnología llegar a ser la droga del futuro…? Y, volviendo al diálogo de Matrix, ¿existe realmente el libre albedrío? ¿Elegimos nosotros, nuestro subconsciente, nuestras adicciones, o ahora la tecnología…?
Antes de pasar al artículo en el que se ha basado este post, la mascota de nuestro blog quiere manifestar algo: No le parecería mal que esto que se aplica contra el gusto por lo dulce se aplicase también contra el gusto por los moluscos. Dicho queda.
Logran modelizar las señales cerebrales para entender su reacción ante sabores dulces, con el objetivo de reducir el consumo de azúcar
El Instituto Ibermática de Innovación (i3B), junto con BCC Innovation, Be Food Lab y la Universidad de A Coruna, han podido dar un paso más en el ámbito de la neurocomputación, logrando modelizar con sistemas de Inteligencia Artificial señales cerebrales (EEG) para comprender las preferencias y hábitos de los usuarios, al entender un poco mejor la respuesta cerebral a distintos estímulos. Lo han hecho mediante el análisis de las reacciones del cerebro ante diferentes sabores dulces, cada vez más demandados, detectando además las relaciones existentes entre nutrición, salud y placer, de cara a contribuir en la mejora de la alimentación de las personas.
El uso de respuestas implícitas (EGG) para determinar la reacción de los consumidores ante diferentes estímulos se está convirtiendo en un requerimiento cada vez más habitual, pero aún se necesita investigación para comprender los resultados de las diferentes tecnologías utilizadas para recopilar datos.
Actualmente, todavía se desconoce mucho sobre los mecanismos detrás de las respuestas intermodales y el proceso de percepción de la dulzura, y la motivación de este proyecto se basaba en la necesidad de conocer dichos mecanismos cerebrales, con el objetivo de promover nuevas opciones de alimentos saludables en una sociedad con una demanda creciente de productos dulces. Una mejor comprensión de las respuestas cerebrales a diferentes modalidades de estímulos dulces (olor dulce, sabor dulce) es la base para diseñar nuevos alimentos y experiencias que desencadenen reacciones positivas específicas en los consumidores y, por lo tanto, para reducir el consumo de azúcar entre la población.
La hipótesis inicial se basaba en la idea de que la activación de ciertas regiones del cerebro puede ofrecer información sobre la respuesta no filtrada de las personas, proporcionando evidencia asociada con las emociones y sentimientos inconscientes de los consumidores, que “a posteriori”, no es la misma que la información que los mismos usuarios suministran de forma “consciente”. Y sin embargo, se puede objetivizar que la respuesta subconsciente es igual e incluso más fiable.
El estudio, liderado en la parte analítica por i3B, y en colaboración con el BCC (Basque Culinary Center, BCCInnovation), y la empresa alimentaria Be Food Lab, se desarrolló con el objetivo de explorar los procesos de respuesta neurológica asociados con la exposición de sabor dulce a sacarosa y aroma dulce (vainillina) en matrices alimentarias, y para estudiar si la respuesta implícita (respuesta cerebral) podría correlacionarse con la respuesta explícita (respuesta razonada por los participantes después de la experiencia sensorial, en base a una encuesta que debían rellenar). Además, se agregó una muestra que incluía sacarosa y vainilla para explorar la respuesta al sabor dulce. También se agregaron diferentes sabores en el diseño experimental (sulfuro de dimetilo, cayena) para determinar si las clasificaciones de sabor/aroma dulce eran diferentes de las de otras categorías de sabor/aroma.
Durante la investigación, se recopilaron respuestas de electroencefalografía (EEG) y gustos y emociones detectados en diferentes estímulos (olor, sabor, muestras de sabor) para comprender mejor la percepción del dulzor. Se utilizaron herramientas de Inteligencia Artificial para clasificar las respuestas implícitas, identificando árboles de decisión para discriminar los estímulos por sistema sensorial activado (olor/sabor/sabor) y por la naturaleza de los estímulos (olores “dulces” o “no dulces”; “olores dulces”; “sabor”, “sabor dulce” y “sabor no dulce”; y “estímulos dulces” frente a “estímulos no dulces”).
Se encontraron diferencias significativas entre el gusto detectado por los estímulos y las emociones provocadas por los estímulos, pero, validando la hipótesis inicial, no se identificó una relación clara entre los datos explícitos e implícitos, lo que es muy interesante a efectos de comprender cómo los usuarios gestionan las experiencias en dos hitos muy diferentes desfasados en el tiempo.
La presente investigación suma datos interesantes para la investigación relacionada con EEG, así como para el análisis de datos de EEG, aunque todavía se desconoce mucho sobre cómo explotar adecuadamente las tecnologías de medición implícitas y sus datos. En todo caso, la neurocomputación, y en concreto el análisis del comportamiento cerebral, está siendo la base en los últimos años de los mayores avances de los algoritmos más potentes en Inteligencia Artificial, y en una espiral simbiótica, estos nuevos avances están permitiendo un estudio y una comprensión más completa de la complejidad del funcionamiento del cerebro.
Ante este escenario, desde Ibermática, tal y cómo comenta Aitor Moreno, su responsable de la unidad de IA y computación cuántica, “estamos convencidos de que la neurocomputación es una gran oportunidad de generar un nuevo ecosistema industrial que permita liderar a las industrias nacionales en este no tan nuevo paradigma de producción de sistemas EEG y de nuevos sistemas de IA asociados, a nivel internacional. No podemos perderla”.