Hace un par de semanas, el telediario de Antena 3 aprovechó, entre su habitual retahíla de noticias tontas para rellenar, un hecho que en el siglo XXI resulta desconcertante para la mayoría de la gente, como es el que en un pueblo casi no haya cobertura móvil ni de Internet. Si a eso le añadimos que la excepción se encuentra en el cementerio de la población, qué podríamos esperar entonces de ese genio del humor que es Matías Prats…
Pero es que no les bastó con el chistecito de Matías; en el propio reportaje había más ejemplos de “brillantes” dobles sentidos de humor negro. Y no hacía falta, sólo con la gracieta de Prats (“las conversaciones telefónicas en el cementerio son…” -habitual silencio más largo que Cantó y Arrimadas subiendo diez pisos en ascensor- “…muy vivas”), la noticia se hizo viral. A partir de ahí, mención en todos los sitios, otra gracieta por parte de Buenafuente, un monólogo de Álex Clavero, el “Francotirarock”, con tal densidad de juegos de palabras malos por segundo que se podría haber creado un agujero negro (por supuesto, fue intencionado, en pura competición con Matías Prats), etc., etc.
Y estaréis pensando: Claro, y en este blog no querían ser menos: Tecnología, chistes fáciles, pueblecitos perdidos en el culo del mundo como un pulpo lo estaría en la nube, pero en este caso por lo contrario: perderse por no haber conexión con la nube … Pues aquí viene la guinda al pastel, amigos: Resulta que este que escribe tiene media familia proveniente de ese maravilloso pueblo de Ávila llamado Navacepedilla de Corneja, y de toda la vida (desde los años 80) ha pasado unos cuantos días e incluso semanas de verano en el mismo. Así pues, cuando me informaron de que Navacepe había llegado a ser por un momento trending topic, aparte de flipar en colores (sólo escuchar pronunciar a Matías Prats el nombre de mi querido pueblo, con dificultades pero el único que lo hizo bien -o casi-, ya me mereció repetir una y otra vez esa parte del vídeo), no pude evitar decirme a mí mismo: ¡Capullos, se me han adelantado! Teniendo este blog graciosete y que tira de “curiosidades” para su contenido, y conociendo desde hace muchos años el problema (y anécdota) de la falta de cobertura, ¿cómo he podido ser tan lento de no haberle dedicado antes una entrada? En fin, nunca es tarde.
Ante todo, un par de aclaraciones históricas, para poner este caso en contexto (que es lo que no han hecho los medios de comunicación, que bastante tenían con competir con El Club de la Comedia): El pueblo tiene actualmente una población ligeramente inferior a 100 habitantes, pero en invierno no quedan allí ni la mitad, si bien en verano llega a haber prácticamente el doble. Por lo tanto, esto sí que es un pueblecito, y lo demás son tonterías (a mí me suena desproporcionado que la gente llame “pueblos” a localidades de miles de habitantes, la verdad…). La mayor población, allá por el año 1900, llegó a ser de 733 habitantes (según “Culturas Ganaderas de Castilla y León. Instituto de Investigaciones Antropológicas”, 1999. Ángel Espinosa Barrio (Dir.).) Antes de los años 40 del siglo pasado la electricidad allí funcionaba con una dinamo conectada a un molino de agua, en el río, y la luz subía y bajaba su intensidad con frecuencia, como recuerda el autor de “Navacepedilla de Corneja. Recuerdos del Siglo XX”, mi tío Felipe Vergas García, que por cierto tiene blog sobre el pueblo. Él mismo cuenta cómo, ya en los 40, cuando en el pueblo aún había una población de 577 habitantes, se construyó una central eléctrica más efectiva. El teléfono (entonces fijo, obviamente), no llegó hasta los 50, y antes tenían que bajar al pueblo anterior, Villafranca, a 5 kilómetros, para poder llamar, con un teléfono de manivela, al también cercano (y más conocido) pueblo de Piedrahita, desde donde se daba paso (si se podía conectar) para poder comunicar con otras zonas. Ya en los 50 se instaló un único teléfono en una casa de Navacepedilla, y pasando el tiempo fue apareciendo lentamente alguno que otro más. Pero la posibilidad de tener teléfonos fijos en todas las casas, gracias a una centralita que se instaló, no llegó hasta ¡ojo cuidado! los primeros años del presente siglo XXI, cuando el censo del pueblo apenas contaba ya 144 habitantes, y mientras en el mundo ya empezaba a ser más que popular el uso de Internet y los teléfonos móviles.
¿Qué quiero decir con esto? Pues, sencillamente, que lo que ahora parece inconcebible, que es tener solamente teléfono fijo, hace no tanto tiempo era prácticamente un lujo. Fijaos que desde ese primer teléfono en Navacepdilla hasta la aparición de la telefonía móvil en el mundo ha pasado una cantidad de años no muy diferente de la que hay desde dicha aparición de la telefonía móvil hasta la noticia jacarandosa de Matías Prats. Medio millar de personas que ya no tenían que recorrer cinco kilómetros para hablar por un teléfono de manivela, frente a menos de un centenar que todavía andan uno para mandar un WhatsApp desde el camposanto. Así cambian los tiempos, amigos.
Pero, pese al tono habitual de este blog, a mí ya no me quedan chistes que hacer sobre este asunto; me los han quitado todos… Sin embargo, debo decir que lo que más gracia me ha hecho de todo lo que ha aparecido en los diferentes medios de comunicación, con diferencia, y con todos mis respetos, es cuando han tratado el caso, en algún periódico, con el habitual recurso del “tema sensible”: En El Confidencial aparecía este titular: “La España desconectada: El drama de vivir sin cobertura…” … ¿drama…? ¿En serio? A ver, que no quiero frivolizar: de acuerdo, lo de la “España vaciada” es un pena, y demás, pero ya os digo yo que cuando llega el verano irse a Navacepedilla a quedarse sin Internet es uno de los mayores placeres que ha parido madre. Ya os digo yo que allí la muchachada se lo pasa en grande. Y nuestro querido Pulpo, el tecnófobo, ve en esto una prueba más de cuántas de las cosas que con la revolución digital se nos han querido meter entre pecho y espalda son en realidad más psicológicas que realmente necesarias. Si es que no tenéis más que repasar esa breve síntesis de la historia tecnológica de Navacepedilla de Corneja para daros cuenta: que cuando yo pasaba en mi adolescencia una semana del verano allí era en los años 90, cuando sólo había algún que otro teléfono fijo en todo el pueblo, ¡y me lo pasaba en grande! Incluso recuerdo lo que costaba ajustar una antena de televisión en los 80 para ver las menos interferencias posibles en las etapas del Tour de Francia con Perico Delgado, y aún así era casi como lo que sería años más tarde el Canal + codificado, y era más divertido todo eso que la etapa en sí. Y sigue siendo así para los de ahora, todavía sin Internet. Drama dicen, en fin…
Sólo una última matización: No se ha mencionado tampoco en esos medios que el cementerio no es el único lugar en el que se pilla cobertura: Resulta que subiéndote en una piedra de la era también se consigue. Así pues, no sólo se molesta a los muertos cuando se quiere llamar; también se podría molestar, alguna noche, a alguna pareja en el lugar paradigmático erótico festivo de todo pueblo español que se precie… Vaya, sí me había quedado hueco para una gracieta…