Tecno-economía colaborativa

Acerca de las plataformas colaborativas digitales

Señores economistas: Déjense ya de discutir si capitalismo o comunismo, si liberalismo o proteccionismo, si El Lobo de Wall Street o La casa de papel, que todo eso ya está muy desgastado y no lleva a ningún sitio, y abran los ojos a la nueva realidad: La tecnología ya está aquí, y como va a arreglarlo absolutamente todo, pues también lo va a hacer con la cosa del dinero. Y no hay más que hablar.

Si es que ya lo estáis viendo delante de vuestras caritas: Llegan las plataformas colaborativas digitales, y de repente todo es armonía como en el país de los Teletubbies. Los viejos debates desparecen, y todo el mundo está encantado de la vida, como por ejemplo habéis visto que ha pasado con los repartidores de Glovo, o con las polémicas entre taxistas y conductores de Uber, o con… ejem, ejem…

Bueno, vale, voy a dejarme de cuñadismos, que si ya soy como un pulpo en la nube cuando escribo sobre tecnología, no te digo nada si la cosa va sobre economía… Pues como si de repente a una actriz le diera por hablar sobre virología y epidemias… Si es que no tenéis que fiaros de lo que os dicen por la tele: La verdad está en el Internet ese… Porque claro, lo de darse cuenta de por qué en un medio se miente y por qué en otro está la veracidad incuestionable es algo claro como el agua de deshielo, científicamente probado… entrad, entrad y veréis… la Tierra plana, por ejemplo veréis…

En fin, que me voy por las ramas. Lo dicho, os dejo con un artículo que muestra una visión acerca del mundo de la economía colaborativa que ha popularizado Internet. Y leerlo es gratis, no tenéis que pagármelo por Bizum ni nada de eso…

 

Un estudio revela el comportamiento de los consumidores de plataformas colaborativas digitales según su situación laboral

Wallapop, Deliveroo, Cabify o Glovo: estos nombres hace años que suenan con fuerza, y a raíz de la crisis y las restricciones derivadas de la pandemia, el modelo de la economía colaborativa es cada vez más popular. Estas plataformas permiten que un consumidor sea, a la vez, proveedor de bienes y servicios, y, de este modo, puede accederse a productos de segunda mano a precios más económicos o, incluso, a intercambios entre los usuarios. Y, del mismo modo, cualquier persona puede convertirse en proveedor para ganar algo de dinero extra.

Pero las motivaciones al acercarse a la economía colaborativa van mucho más allá de la voluntad de ahorrar o de consumir de forma responsable. Uno de los factores determinantes para entender cómo y por qué alguien acude a una plataforma de economía colaborativa, ya sea como proveedor o consumidor, es su situación laboral. Así lo ilustra la investigación Motivaciones de los obtenedores y proveedores colaborativos en Europa, que ha contado con una muestra de 14.050 ciudadanos de 28 países europeos, y ha sido elaborada por Joan Torrent, catedrático de los Estudios de Economía y Empresa de la UOC.

«Demostramos que, en Europa, en función del tipo de trabajo que se ejerce, las motivaciones para participar en plataformas colaborativas no son las mismas», explica el autor de la investigación, desarrollada junto con las profesoras de la UOC Natàlia Cugueró y Myriam Ertz. Así, a modo de ejemplo, las personas con cargos directivos valoran más la funcionalidad que el ahorro. Los trabajadores, ya sean o no cualificados, sí se fijan en los precios más económicos, pero también en la posibilidad de encontrar bienes y servicios que de otro modo no podrían obtener. Pero el factor clave, al decidir participar en la economía colaborativa, es la confianza.

La mayoría de estas plataformas se organizan por medio de aplicaciones móviles y páginas web donde los usuarios interaccionan directamente entre ellos, sin la presencia constante y vigilante de una persona que supervise los intercambios. «Las expectativas de confianza, tanto hacia la plataforma como hacia los usuarios, son fundamentales para entender la economía colaborativa», explica Torrent, también investigador principal del grupo i2TIC de la UOC. Tanto es así que haber usado una aplicación para obtener bienes o servicios es un paso previo casi en todos los casos antes de convertirse en proveedor.

«La gente primero usa las plataformas como consumidor, y cuando cuenta con experiencia y confianza, las usa para proveer servicios, usos o trabajo», resume el catedrático. Este es el caso de casi todos los emprendedores o autónomos que terminan proveyendo servicios mediante plataformas de economía colaborativa como Glovo o Deliveroo. Algunos llegan a hacer de su trabajo con la plataforma la principal fuente de ingresos. Son los llamados crowdworkers.

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Crowdworkers, un modelo laboral al alza

Aunque la economía colaborativa es una realidad creciente, según la investigación, un 53,2 % de europeos conoce su existencia; del resto, solo el 12,9 % ha obtenido bienes y servicios de ella, y tan solo el 3,5 % de los europeos son proveedores. De estos, el colectivo más numeroso son los autónomos: el 7,9 % de los emprendedores europeos provee bienes o servicios para la economía colaborativa. Según los datos, autónomos y pluriempleados son las personas más susceptibles de terminar ofreciendo allí sus servicios, de forma que pueden redondear sus sueldos a fin de mes.

Sin embargo, los trabajadores por cuenta propia que se hacen proveedores «lo hacen por razones que van más allá de recibir dinero a cambio, lo que no ocurre con ningún otro grupo», explica Torrent. Según la investigación, los crowdworkers valoran la posibilidad de obtener ingresos extras, pero también de lograr un mejor balance entre el trabajo y la vida personal, y la autonomía y el control sobre su carrera profesional. Sin embargo, la inestabilidad de los servicios prestados por medio de estas plataformas y la consiguiente variabilidad de los ingresos, así como el aislamiento y el estrés, preocupan a los trabajadores.

«La plataformización del trabajo tiene muchas ventajas, pero también muchos inconvenientes», alerta Torrent. Destaca, por ejemplo, la reducción de costes y la posibilidad de que pueda actuarse como consumidor y a la vez como proveedor en un mismo mercado. En cambio, en la otra cara de la moneda, el catedrático hace hincapié en el peligro de las deslocalizaciones: «es una manera de que las empresas se desvinculen de los gastos de protección social del trabajador».

Esta nueva realidad, según Torrent, tiene efectos diversos en función del estado de la economía: «en los países ricos, estos trabajos suponen una clara pérdida de bienestar, pero para los trabajadores de países pobres pueden conllevar aumentos en las ganancias y beneficios a corto plazo». Así, según el catedrático, esta «telemigración sin migración» se evaluará ponderando las consecuencias a corto y largo plazo. «Sin un marco de relaciones laborales internacionales, tal como reclama la Organización Internacional del Trabajo (OIT), es muy difícil organizar bien el trabajo remoto en plataformas», asegura.

Una puerta de entrada a la sostenibilidad en tiempos de pandemia

La pandemia ha popularizado el uso de plataformas colaborativas por toda Europa. La digitalización y la flexibilidad de este modelo económico suponen muchas ventajas, pero también riesgos, y exigen «un nuevo contrato social que encamine este modelo hacia una transformación económicamente viable, socialmente responsable, y neutra con el clima y saludable», según Torrent.

«La economía colaborativa es un gran contribuidor del trabajo atípico», apunta Torrent. Tanto es así que, debido al auge de trabajadores, Europa se ha visto obligada a regular estos nuevos modelos laborales. España no es un caso aislado y ultima los detalles de la llamada ley rider, que establece que los trabajadores de plataformas como Glovo o Deliveroo deben ser reconocidos como asalariados. «Al principio, la economía colaborativa estaba orientada al altruismo y al intercambio, pero el éxito del negocio, en cierto modo extractivo, ha debilitado los modelos más puramente colaborativos», apunta Torrent.

Es por ello que el catedrático subraya la necesidad de «construir un nuevo contrato social para esta nueva realidad» y asegura que hay que tener presente la responsabilidad de los trabajadores de plataforma: «si no se ponen a ello, el papel del contrato social lo escribirán para ellos y sin ellos», alerta Torrent en el primer monográfico sobre economía colaborativa de la revista Oikonomics. «Lo que está claro, y más aún después de la profunda crisis derivada de la pandemia de la COVID-19, es que las plataformas de economía colaborativa no dejarán de crecer. Y, según Torrent, la oportunidad debe aprovecharse, porque «no habrá recuperación posible sin una transformación digital que haga la economía más sostenible».

Los sectores que se han mostrado más flexibles con las prácticas remotas o virtuales son los que han sufrido menos las consecuencias de la crisis y por ello la economía colaborativa se postula como una buena herramienta para articular la recuperación: «sus infinitas posibilidades hacen de las plataformas digitales no solo un nuevo agente económico que reduce costes de transacción, sino también una de las innovaciones más importantes de los últimos años», cree el catedrático, quien compara el cambio que han representado las plataformas con el de las fábricas en el siglo xix. «Así, aunque todavía se sabe poco de cómo se establecerá la economía de plataforma, lo que está claro es que formará parte de la transformación del futuro y abrirá la puerta a una «economía viable, socialmente responsable, neutra con el clima y saludable».