Se nos va de las manos lo de los selfies y los filtros…

Ojalá un futuro capítulo de Black Mirror sobre este tema...

Sobre los selfies y la glorificación de nuestra imagen en plataformas digitales ya hemos hablado un par de veces en el blog, una para despotricar como buenos tecnófobos que somos, y otra para compensar como buenos volubles demagogos que somos. Esta vez, para que no nos puedan tildar de listillos, vamos a dejar que sean otros, a través de un estudio, quienes pongan sobre la mesa la dimensión del problema que ha creado el narcisismo en Internet.

Pero antes de eso, una anécdota personal relacionada con el tema, que para eso estamos en un blog. Estas vacaciones, un buen día bajaba a la civilización después de tres días de patear por un valle pirenaico, en Andorra. Como es lógico, todavía no había tenido oportunidad de ducharme ni cambiarme, y ahí estaba yo, con mi ropa de campo, mi mochila, y mi aspecto pseudo - hippie, camino del hotel por la calle más comercial de la capital del Principado, que es una de las ciudades más comerciales y “fashion” que uno pueda imaginarse… Yo era la antítesis de los modelitos de la gente con la que me cruzaba, y ese ambiente fino y de shopping era la antítesis de lo que había vivido durante tres días, hasta hacía apenas una hora.

En medio de ese contraste, físico y psicológico, me fijé en no pocas personas que tenían todo el aspecto de haberse pasado de rosca con la cirugía estética. Y en concreto, en una chica que, cumpliendo claramente con dicha apariencia, andaba sola por la calle mirando constantemente su smartphone y poniendo morritos y demás gestos sexys a la cámara (no es de extrañar que Andorra la Vella sea una de esas ciudades en las que los colores de los semáforos aparecen ya también en el suelo). Y yo, que venía de haber hecho con mi móvil alrededor de 100 fotos de montañas, bosques y lagunas de origen glaciar, sin salir yo en absolutamente ninguna de ellas, no pude evitar que aflorase en mí la mencionada vena tecnófoba. De repente, mi sensación de sentirme como el raro en medio de aquella calle tan sofisticada se volatilizó por completo, y me sentí afortunado de estar siendo “un pulpo en aquella nube”.

Y es que la moda del uso de filtros en las apps para mejorar la imagen de los usuarios de plataformas está llevando a una distorsión de la realidad, o a una negación de lo natural por sistema. Y una de las consecuencias es que cada vez más gente acude a clínicas de cirugía estética para parecerse a sus selfies y avatares digitales. Es un poco como aquello de la realidad virtual usada mientras se monta en una montaña rusa, que comentamos en un post, como si el entorno real no nos impresionara tanto subiendo y bajando a toda velocidad como otro en plan metaverso. Pero con nuestra propia imagen la cosa es más seria, porque lo que la tecnología nos lleva a no aceptar no es ya el paisaje de alrededor, sino a nuestro propio ser.

De eso trata el artículo con el que os dejamos a continuación, para que vosotros saquéis vuestras propias conclusiones. Pero que conste que la tecnología se puede usar de formas muy distintas, incluso contrapuestas, como demuestra el uso que le día yo a la cámara de mi móvil en ese viaje, como os he contado: Mi móvil es “selfie – free”.

 

 

Dismorfia del selfi: cuando te comparas con imágenes retocadas o distorsionadas por softwares de filtros

Según el INE, alrededor del 95 % de los menores de entre 10 a 15 años ha utilizado el ordenador o la tablet en los últimos tres meses (datos de 2021). En torno a un 70 % dispone de móvil. Entre los 16 y los 24 años, según Statista, utilizaban algún tipo de red social en 2020. El primer pico del trastorno dismórfico corporal (o TDC) aparece antes de la mayoría de edad, a los 16,4 años, según se desprende del estudio sobre TDC elaborado por la Universidad Católica de Chile. Son cifras que componen la realidad actual: las redes sociales, tal como apuntan los expertos, aumentan y agravan los casos de TDC.

Este trastorno, descrito por primera vez a finales del siglo xix y conocido entonces como dismorfofobia, es una percepción distorsionada de la imagen que se tiene de uno mismo. Las personas que lo padecen (en torno al 2 % de la población, con ligera prevalencia de hombres sobre mujeres) ven o creen ver defectos en su físico que les hace desarrollar comportamientos obsesivo-compulsivos.

Pero en los últimos años los expertos advierten de que las redes sociales (en especial las más visuales, como TikTok o Instagram) han agudizado este problema. El Boston Medical Center habla de un nuevo fenómeno conocido como dismorfia del selfi para referirse a un nuevo tipo de pacientes que están acudiendo cada vez más a las consultas de los cirujanos plásticos. Su petición: parecerse a las fotos que publican de sí mismos en redes sociales después de filtros varios.

"Las redes sociales, junto con la publicidad, son los medios que más favorecen la exposición pública de cuerpos y la categorización de estos. Y funciona bien esta categorización porque de alguna manera hemos sido sus consumidores pasivos y la hemos llegado a normalizar", explica Mireia Cabero Jounou, profesora colaboradora de los Estudios de Psicología y Ciencias de la Educación de la Universitat Oberta de Catalunya (UOC). En las redes sociales se publican "nuestras mejores fotos en nuestros mejores momentos y mejores posiciones", añade, "lo que hace que tomemos una dimensión diferente de nuestros cuerpos".

dismorfia

 

Así afecta a hombres y mujeres

Según el estudio Core Clinical Features of Body Dysmorphic Disorder de la Universidad de Oxford, las áreas que más preocupan a mujeres afectadas por el TDC suelen ser nariz, muslos, caderas y piel; en los hombres, cabello (alopecia), músculos y genitales. Asimismo, las asimetrías presentadas en ojos y fosas nasales se convierten en una obsesión para estos pacientes, que suelen estar infradiagnosticados y terminan pasando por quirófano cuando lo que necesitan es terapia psicológica. "Este es el riesgo: que la operación se entiende como un medio para la resolución del problema cuando el problema es psicológico", indica Cabero.

Los resultados de la operación suelen agrandar la frustración en lugar de eliminarla. Quienes padecen TDC suelen presentar estos síntomas:

  • Conductas de camuflaje que alteran su día a día, con maquillaje o adoptando ángulos o posturas que les favorecen.
  • Comparación con uno mismo y con los demás.
  • Verificación (se miran compulsivamente al espejo).
  • Aseo e higiene excesivos.
  • Pellizcarse la piel.
  • Inseguridad.
  • Baja autoestima.
  • Conductas evitativas (cancelar citas, por ejemplo, para no ser juzgados).
  • Buscar referencias irreales.

Según los expertos, el TDC puede agravarse entre quienes lo padecen o puede afectar de manera especial a adolescentes debido a esa exposición continua en las redes sociales, lo que entraría en el concepto de esta dismorfia del selfi. Esa búsqueda de la perfección comparándose con rostros y cuerpos que no son reales es crítica en la adolescencia. "En esta etapa es básica la comparación con otros. Buscas grupos de iguales, buscas tu lugar. Los referentes externos son muy importantes. Si en esa búsqueda tienes referentes que no son reales, estamos perdidos: te comparas con algo que no existe y tu nivel de exigencia es tremendo", indica Montserrat Lacalle Sisteré, profesora colaboradora de los Estudios de Psicología y Ciencias de la Educación de la UOC. Y este es uno de los grandes problemas: la nueva publicidad se cuela camuflada a través de los influencers en las redes sociales. Son personajes que publican fotos retocadísimas y tras los cuales hay, a menudo, profesionales que los visten, peinan y maquillan.

Lacalle considera que el TDC puede afectar a más gente o agravar los casos ya existentes: "Nos muestran como un ideal algo que no es perfecto y que no es la realidad. No me estoy comparando con la modelo de cuerpo perfecto, sino con un montaje de Photoshop".

La dismorfia del selfi hace que los investigadores cambien su foco: han interiorizado el ideal de delgadez y la insatisfacción corporal "que nos afecta a todos, pero que empieza a ser TDC desde el momento en el que modifica tus conductas", explica Lacalle. Este consumo activo (interacción en redes) frente al pasivo de la era analógica también afecta de manera diferente a los usuarios de redes. Esta cercanía con los famosos los hace más alcanzables, ya que nos comunicamos en un mismo plano, de igual a igual. Con respecto a Instagram, es bien conocida la polémica que rodeó a Mark Zuckerberg cuando The Wall Street Journal publicó en septiembre de 2021 documentos internos que habían alertado al magnate de lo tóxica que es esa red social para las adolescentes. Aun sabiendo que Instagram (una red basada en juzgar el aspecto físico de otros) empeoraba la relación con su cuerpo en un tercio de esa población o que elevaba los niveles de ansiedad y depresión, Zuckerberg decidió mantenerlos ocultos.

La prima de belleza y la penalización por fealdad

Ese ideal de perfección no viene de la nada, sino del sesgo de aceptación que implica ser bello. Existen dos conceptos, "prima de belleza" y "penalización por fealdad", acuñados por el economista Daniel S. Hamermesh: a lo largo de su vida, las personas más bellas reciben salarios más altos (se estima en unos 230.000 dólares más). Por el contrario, las personas menos agraciadas reciben una penalización económica por el hecho de serlo: Iris Bohnet, profesora de Harvard, habla de un salario hasta un 13 % más bajo en hombres occidentales; en el caso de las mujeres, la brecha es menor, pero en Oriente la bajada de salario en ellas puede sobrepasar el 31 %. "Se ha construido socialmente una exigencia hacia el cuerpo de la mujer, cosificada y prototipada por la publicidad y la cultura patriarcal", indica Cabero.

Las mujeres de entre 16 y 25 años pasan hasta cinco horas a la semana tomando selfis, retocándolas y compartiéndolas en redes sociales, algo que comporta un alto riesgo para la autoestima y la autopercepción. También se indica que las personas que necesitan elevar su autoestima suben selfis con más frecuencia. Ese choque con la realidad (verse en el espejo y compararse con las selfis retocadas) agrava los trastornos de dismorfia.

El TDC necesita de terapia psicológica, pero la aceptación de uno mismo se puede trabajar, dicen los expertos. Montserrat Lacalle es clara al respecto: "Tenemos la responsabilidad social de proteger a los adolescentes. Aprender a aceptarse es vital, y las redes sociales en este sentido solo traen insatisfacción. Hay que cuidar la salud mental y aprender a gestionar los conflictos viendo las redes sociales como lo que son, un mundo de apariencias".