Amigos seguidores del blog, estoy harto de las distracciones tecnológicas. De las noticias que saltan, de los mensajes que llegan, de los soniditos que te sacan de la concentración… Y claro, al final, me quedan menos de veinte minutos para escribir una nueva entrada… ¡así no se puede trabajar!
Así que esta vez me veis a perdonar, pero me temo que me lo voy a currar muy poco, dejando que la mayor parte de este post sea, como ya hemos tenido que hacer en otras ocasiones, un artículo ajeno. Eso sí, un artículo muy interesante, que además tiene precisamente relación con esto de lo que me estoy quejando, entre otras cosas: Cómo nos afecta o nos puede afectar la tecnología a nuestra mente, y qué puede hacer al respecto la llamada neurotecnología.
Este concepto podría revolucionar el futuro tanto o más que la popular inteligencia artificial, ya que precisamente tiene que ver con esta última, y como puede llegar a modificar el uso de nuestro cerebro. Por supuesto, da miedo y a nuestra mascota le saltan todas las alarmas, así que había que tratarlo por aquí. Ojalá sea para bien: En una parte del artículo se habla de ordenadores que podría ayudar a todo lo contrario de lo que me ha pasado hoy: a poner más atención en lo que uno está haciendo, de manera beneficiosa para nuestra concentración y nuestro trabajo y demás tareas. A ver si es verdad, pero como digo uno no puede evitar percibirlo como sospechoso, como una peligrosa arma de doble filo, como con todo lo digital.
En fin, os dejamos con ello, y esperemos que, ya sea con o sin ayuda de la tecnología (y el Pulpo se decanta por lo segundo), recuperemos la concentración, para que próximamente hagamos algo más en este blog que meras introducciones como la que acabáis de leer.
¿Y si pudieran leer o modificar tu pensamiento? Los límites de la neurotecnología
El auge de las neurotecnologías y su conexión con la inteligencia artificial auguran avances prometedores para la medicina y la accesibilidad, pero también despiertan preocupación por sus posibles usos para controlar o alterar el pensamiento humano.
La capacidad de leer e incluso modificar la actividad mental mediante tecnología ya es una realidad. La neurotecnología, que agrupa técnicas capaces de medir, interpretar o intervenir sobre el cerebro humano, hace tiempo que se aplica con éxito en medicina. Su expansión hacia el consumo de masas, sin embargo, plantea interrogantes cruciales sobre privacidad, gobernanza y derechos humanos.
La implantación de la neurotecnología en el ámbito médico ya es una realidad y empieza a extenderse también a contextos como el laboral o el del bienestar digital. Lo que la hace particularmente relevante desde el punto de vista jurídico es que se está avanzando en la capacidad de acceder a información íntimamente vinculada a lo que nos hace humanos, como nuestros pensamientos, emociones o decisiones, y alterar directamente procesos cognitivos o conductuales a través de la estimulación cerebral.
"Lo más disruptivo de la neurotecnología se relaciona con lo que algunos describen como leer y escribir la mente: inferir aspectos subjetivos del pensamiento y, a su vez, alterar procesos neuronales con capacidad de modificar el comportamiento humano", explica Miguel Ángel Elizalde.
Las neurotecnologías incluyen dispositivos y técnicas que miden (neuroimagen) o modulan (neuromodulación) la actividad cerebral. Las más avanzadas, combinadas con inteligencia artificial, permiten conectar el cerebro con dispositivos digitales. Aunque su uso actual es principalmente médico y experimental, algunas ya se comercializan sin estudios concluyentes sobre su eficacia o efectos a largo plazo. Según la relatora de la ONU, el alto nivel de inversión anticipa su pronta llegada al mercado de consumo.
Ya existen dispositivos portátiles que prometen mejorar la concentración, el sueño o la meditación. Sensores como los relojes inteligentes abren paso a nuevos aparatos —como auriculares o diademas— para monitorizar salud mental, emociones o comportamiento. Es fundamental comprender cómo funcionan, qué beneficios ofrecen y qué riesgos implican, destaca Milena Costas.
Aplicaciones médicas con impacto clínico: de la parálisis a la depresión
"El modelo asistencial se ha transformado gracias a las neurotecnologías, pero, aunque la aplicación de estas para recuperar funciones perdidas no está en entredicho, sus capacidades potenciales nos obligan a una reflexión ética profunda", afirma Solana Sánchez.
En el ámbito hospitalario y sociosanitario, ya se están utilizando dispositivos neurotecnológicos en pacientes con lesiones medulares y cerebrales, donde técnicas como la estimulación magnética transcraneal o la estimulación transcutánea de la médula espinal han demostrado mejorar la función motora incluso en casos severos; en ictus, mediante su combinación con interfaces cerebro-ordenador (BCI), que permiten recuperar funciones motoras y mejorar la movilidad; en trastornos de dolor crónico y depresión resistente, donde la neuromodulación ofrece alternativas no farmacológicas eficaces, y en estados de mínima consciencia, gracias a tecnologías como el EEG avanzado y la resonancia funcional, están mejorando el diagnóstico y el pronóstico clínico.
Solana también destaca avances como la realidad virtual terapéutica, los wearables para seguimiento remoto en pacientes neurológicos y el uso de inteligencia artificial para predecir la evolución y personalizar los tratamientos.
¿Qué riesgos plantea esta tecnología?
Según Milena Costas, la protección de datos confidenciales y la seguridad de los dispositivos digitales adquieren una importancia central. La posibilidad de que un dispositivo acceda a la mente sin consentimiento y con fines no autorizados —el llamado brainhacking— pone en riesgo tanto la privacidad como la integridad de nuestros pensamientos. A esto se suma la falta de estudios sobre los posibles efectos secundarios a largo plazo y la escasa claridad sobre sus aplicaciones más allá del ámbito médico.
También preocupa la dependencia tecnológica y la capacidad de estos dispositivos para influir o manipular pensamientos, deseos o decisiones. Los riesgos ya son visibles: sin controles adecuados, gobiernos o empresas podrían utilizar estas tecnologías para interferir en procesos mentales. Además, el volumen de datos personales que acumulan unas pocas compañías plantea serias dudas sobre la concentración de poder. Todo ello podría, bajo usos aparentemente inocuos, socavar la autonomía individual.
Fronteras legales y de gobernanza
"La neurotecnología podría alterar la voluntad individual y poner en peligro la autonomía mental", señala Elizalde. A su juicio, estos avances plantean desafíos inéditos para el derecho en términos de autodeterminación, privacidad e identidad, por lo que es urgente establecer límites regulatorios antes de que se generalice su uso en la vida cotidiana. "Ya se están desarrollando interfaces cerebro-computador que permitirán, por ejemplo, jugar a videojuegos sin usar las manos, solo con la mente. Si estas tecnologías se popularizan a través del entretenimiento o la productividad, el impacto social puede ser tan profundo como imprevisible", advierte. "Lo que está en juego es precisamente la identidad de las personas", concluye Elizalde. "Imagina cómo afectaría que alguien pudiera saber tus pensamientos más íntimos y controlar tu comportamiento".
Hoy no existen mecanismos democráticos suficientes para fomentar los usos beneficiosos de estas tecnologías y evitar su aplicación en objetivos indeseados, como el control gubernamental sobre las decisiones individuales o la explotación del big data con fines comerciales y de desinformación. El contexto político y económico actual tampoco favorece esta regulación.
Es crucial desarrollar normas e instituciones que garanticen un uso responsable del conocimiento sobre la mente humana y sus aplicaciones en salud. Pero este progreso debe responder al interés común, no al beneficio de unos pocos, reflexiona Costas.