El cinéfilo tecnológico: Anonymous (2016)

Poca cinefilia y menos tecnología de la esperable

Dado que nos parece adecuado seguir alimentando esta subsección de reseñas de ficciones con las nuevas tecnologías como temática, uno se afana en buscar más películas o series interesantes sobre las que hablar por aquí, y eso me lleva a aceptar cualquier cosa que tenga pinta de servirme a ese objetivo. Pero claro, no siempre se acierta mucho.

Eso último es justo lo que me ha pasado con “Anonymous”, película norteamericana (coproducción entre EEUU y Canadá) del año 2016, dirigida por un tal Akan Satayev, realizador de Kazajstán con nada destacado en su haber, ni por éxito comercial ni por buenas críticas. Vamos, que el nivel de la cinta es esperablemente bajo, y además trata lo justo sobre tecnología.

Entonces, ¿por qué me he dejado engañar viendo este film para luego reseñároslo? Pues porque toda su apariencia es claramente informática: Su título original (que por cierto no acabo de entender por qué fue “traducido” -más bien cambiado- si tal cual valía), Hacker, y su imagen de carátula con el icónico “ciberdelincuente enmascarado con ordenador”, parece remitir a una obvia trama sobre cibercrimen. Sin embargo, esa parte luego solo resulta ser un elemento más entre otros.

El hecho es que el grupo de estafadores que protagonizan la trama tienen tanto o incluso más de ladrones y timadores de toda la vida que de expertos en sistemas de TI (aunque para eso también valen y lo usan en ocasiones). En el argumento de la película se alude un par de veces a los ciberataques que están sufriendo de forma masiva los bancos, y apenas hay un par de detalles más que me llaman la atención como para tratarlos en este blog de tecnología: Una es la forma en que al protagonista le pagan dinero al principio a base de hacer clic en banners múltiples veces cambiando su dirección IP para que contabilicen como usuarios únicos (no sé si esto se hará en la realidad, pero me da que con bots debe ser mucho más efectivo y rápido). Y la otra es cómo el mismo personaje saca los colores a un banco demostrando su pésima política de ciberseguridad, tan sencillo como metiendo un pendrive en el PC de la empleada que le atiende, para hackearlo y dejarlo inoperativo.

A parte de eso y tres o cuatro cosas más, el resto es trapichear con relojes, utilizar tarjetas clonadas, y salir corriendo muchas veces. Tecnología digital la justa, vaya. Todo eso, narrado de forma rutinaria, que apenas entretiene lo justito para no dejar de ver la película (sin disfrutar) durante más o menos una hora, pero de la que se acaba desconectando en la recta final. Lagunas de guion por todos los lados; el personaje misterioso y malvado (“Z”) es un cliché infumable. No se sabe si el protagonista se puede considerar bueno o malo, porque la inmensa mayoría de lo que hace es lucrativo y de enorme cuantía (le sobra para muchísimo más que para ir tirando), pero lo quieren humanizar con su preocupación por ayudar a su madre a la que han echado injustamente de un banco, del que trata de vengarse. Los actos de latrocinio están creados sin gracia: Entran, roban, se van y lo celebran en la discoteca; No hay nada ingenioso en cada una de esas operaciones, con lo que digas “¡hala, ¡qué cracks son estos tíos!”. Y el final, por anodino y falto de explicaciones, resulta ridículo.

Es inevitable pensar (y creo que ya lo dije en alguna reseña anterior) que sigue faltando una buena versión “informática” de El golpe o de Oceans eleven. Y ahora que las ciberamenazas contra todo tipo de organizaciones y particulares están tan en boga, si fuera de calidad podría petarlo. Pero de momento esto es lo que hay. Hacedme caso, ahorraros “Anonymous”.

 

Nota del Pulpo: 4,5 / 10