Hace poco tiempo se visibilizó una nueva tendencia de rechazo, por parte de padres y profesores, al uso que los alumnos hacían de sus smartphones en las aulas. Recordemos que ya se llegaron a legislar unas primeras normativas para prohibir dicho uso, dado que perjudicaba a la atención y al rendimiento de los estudiantes, y es probable que la tendencia avance.
Esta pequeña “revolución”, que más tarde o más temprano se iba a producir, por mucho que hace apenas unos años todavía se mirase a los críticos como una especie de tecnófobos temerosos de las tecnologías del diablo, ha puesto de relieve que, para estudiar, los métodos tradicionales siguen siendo no sólo válidos, sino en muchos casos preferibles. Eso no significa que toda herramienta digital o informática sea mala en todo momento, ni mucho menos, sino que se convierte en desaconsejable en el momento en el que distrae más que educa.
Un par de artículos que nos han llegado a la redacción ilustran esta preferencia con estudios sobre estado de opinión al respecto. Uno de ellos, encargado por el fabricante de soluciones de impresión Epson, indica que casi las tres cuartas partes de las familias españolas, en concreto el 74%, se inclinan por un mayor uso de materiales educativos impresos en papel y en libros de texto, proporción que, dicho sea de paso, baja al 63% en toda Europa. En el lado de los educadores, esa preferencia es muy similar, subiendo ligeramente hasta el 75%.
Veamos ahora la opinión de los estudiantes. En el otro artículo, emitido por la marca de papelería MP (Main Paper), se indica que un estudio de la Universidad de Navarra estima en un 45% el porcentaje de alumnos que se decantan por el uso de material físico en las aulas. La esperable menor proporción frente al punto de vista de padres y profesores es sin embargo más alta de lo imaginable, no sólo por la aparente “adicción” (tal vez podrían quitarse las comillas) generalizada de los jóvenes a la tecnología, sino porque a la misma cuestión el 36,8% se considera indiferente, lo que deja en un muy minoritario 18,2% a los partidarios de las herramientas digitales, lo cual resulta difícil de creer, la verdad.
Este segundo artículo refleja también otro dato, de otro informe, esta vez elaborado por la iniciativa Educación Conectada, que indica que un 44% de las escuelas españolas no se muestran especialmente partidarias de la transformación digital en la educación. Es un dato también menos rotundo que los del estudio de Epson, pero no olvidemos que, por un lado, Epson es una compañía del sector de la impresión, a la que le interesa por tanto promover el material en papel, mientras que Educación Conectada trata de impulsar todo lo contrario: la mayor digitalización de los métodos en las aulas. No obstante, como hemos sugerido antes, estar a favor de la transformación digital de la educación no implica que se prefiera esta a una mayor preponderancia de los métodos tradicionales (pueden coexistir con un mayor énfasis en libros y papel), mientras que ese 44% que acabamos de señalar sólo parece referirse a quienes están claramente en contra de cualquier tipo de digitalización.
Volviendo al estudio de Epson, vemos las razones por las cuales se prefiere esa apuesta por lo tradicional en los materiales educativos: El 54% de las familias españolas creen que los materiales impresos en las aulas optimizan la capacidad para leer, dato que sube hasta el 67% en países nórdicos como Finlandia. Apenas un 7% de los padres consideran que el material impreso pueda distraer a sus hijos en sus estudios, como sí hacen, como todos sabemos, los dispositivos móviles.
En definitiva, que lo que hace años era un runrún propio de “aguafiestas que odian la tecnología”, y que hace no tanto ya copaba muchas conversaciones con más aceptación, a estas alturas empieza a quedar constatado de manera más seria y contrastable. Así pues, esperemos saber adaptarnos a este nuevo conocimiento de la realidad, y que eso no signifique el fin del desarrollo y uso de la tecnología… Más que nada porque eso último no va a ocurrir.
Eso sí, luego está lo de usar menos papel para talar menos árboles, pero ya si eso lo vemos otro día…