Siguiendo con la línea tecnófoba de la semana pasada, resulta intuitivo ver similitudes entre el consumo abusivo de dispositivos tecnológicos y la ingesta compulsiva de alimentos de baja calidad: Ante ambos objetos de deseo se nos ponen los dientes largos, y nos lanzamos al disfrute de los mismos sin control alguno.
Pues hete aquí que esta idea va más allá de la metáfora, y resulta que un estudio ha demostrado que las pantallas digitales hacen que si nos ponemos a comer mientras las estamos viendo, seguramente nos decantemos por los temidos ultraprocesados. Vamos, que nos ponemos con los bollos o la galletas rellenas de chocolate como si estuviéramos mandando likes o mensajes de WhatsApps a cholón, pero mandándolos realmente al mismo tiempo.
Así pues, lo que proponemos desde aquí es que todo smartphone, aplicación móvil, página web, etc. se ponga desde ya una etiqueta de esas de NutriScore, pero que sea fiable y convenza a la gente. Y ojo que lo acabamos de decir en broma, con nuestro habitual tono jocoso, resulta que es una idea que ya se ha propuesto hace tiempo, lo que pasa es que ahora coincidiría la etiqueta alimentaria con la informática. Y esto último cierra el círculo de lo que decíamos en el primer párrafo: Lo que empezó siendo una comparación ha acabado siendo una relación directa.
Pero, en fin, no hemos venido aquí a presumir de nuestras brillantes divagaciones, sino a mostraros el estudio que demuestra lo ya dicho, y que podéis leer a continuación. Eso sí, hacedlo sin comer ultraprocesados al mismo tiempo, por favor, porque eso ya sí que sería el colmo de los despropósitos…
Comer delante de las pantallas puede llevar al consumo compulsivo de alimentos ultraprocesados
¿Cuáles son las motivaciones que conducen a los adolescentes a decantarse por los ultraprocesados? ¿Qué influencia tiene en este consumo el tiempo que pasan delante de las pantallas? Estas son algunas de las preguntas que responde el estudio "Screen Time Use and Ultra-Processed Food Consumption in Adolescents: A Focus Group Qualitative Study", liderado por Mònica Rodríguez-Barniol, investigadora del FoodLab de los Estudios de Ciencias de la Salud de la Universitat Oberta de Catalunya (UOC) y médica de familia en el Instituto Catalán de la Salud.
El objetivo del estudio ha sido explorar las motivaciones y percepciones de los adolescentes sobre el consumo de alimentos ultraprocesados delante de las pantallas, por lo que se han recogido las opiniones de treinta adolescentes de entre doce y dieciséis años de un instituto de Vilanova i la Geltrú, que participaron en cuatro discusiones de grupo (focus groups). Entendemos por ultraprocesados las preparaciones industriales comestibles elaboradas con sustancias que provienen del fraccionamiento de alimentos y su asociación con ingredientes como aditivos, estabilizantes, potenciadores del gusto, colorantes, aromatizantes, emulsionantes, etc. Se trata de productos como refrescos, pizzas, zumos industriales, patatas fritas, bollería industrial, barritas, dulces y algunos precocinados, entre otros.
Las principales conclusiones son que hay una serie de factores determinantes que influyen en el consumo de este tipo de comida delante de las pantallas —ya sea del móvil o de otro dispositivo—: la soledad y los encuentros con los amigos son momentos en los que se aumenta su consumo. También influyen su alta disponibilidad y el sabor agradable, además de los precios bajos que suelen tener estos productos. Otro factor que condiciona es la actitud de los padres respecto a este tipo de alimentos.
"El consumo de ultraprocesados por parte de los adolescentes es muy elevado, y desde la perspectiva de salud pública es preocupante porque estos productos tienen efectos nocivos para la salud", explica Rodríguez. Los momentos en que los comen más son durante el desayuno y la merienda, y principalmente consumen aperitivos salados, cereales azucarados, galletas y caramelos, que a menudo compran en tiendas próximas al instituto o encuentran en casa. "La cantidad viene determinada por la disponibilidad y accesibilidad que hay de estos productos. La industria ha conseguido hacerlos muy deseables por su palatabilidad y bajo precio", explica. El consumo de ultraprocesados se asocia a un incremento del sobrepeso y la obesidad, que son factores de riesgo importantes para el desarrollo de enfermedades cardiovasculares, diabetes y cánceres, entre otros, además de tener efectos negativos en la salud mental de los jóvenes.
Pantallas y consumo compulsivo
El estudio muestra que cuando los adolescentes están solos delante de las pantallas se acentúa la necesidad de consumir estos productos y que, una vez han empezado a comer, a menudo les es difícil parar y los consumen compulsivamente. "Observamos que algunos adolescentes podían tener sensación de culpa por haber consumido más productos de los que querían, y que incluso adoptaban actitudes falsamente compensadoras, como hacer más ejercicio", asegura Rodríguez.
Para la segunda autora del artículo, Anna Bach, investigadora del FoodLab, profesora de los Estudios de Ciencias de la Salud y directora del máster universitario de Nutrición y Salud, "las pantallas pueden estar privando de los efectos beneficiosos de la comida en compañía, o de la convivencia familiar, asociada a la dieta mediterránea, además de facilitar que no lleguen las señales de saciedad".
Otro factor que incrementa el consumo de ultraprocesados entre los adolescentes es la exposición a la publicidad de los productos, sobre todo si la protagonizan influencers. Tanto Rodríguez como Bach creen que sería necesario regular la publicidad dirigida específicamente a los adolescentes. "Hay que ir más allá de medidas informativas y no dejarlo en la autorregulación de la industria, además de hacer promoción de los alimentos frescos que integran nuestra dieta mediterránea", afirma Bach.
Georgina Pujol-Busquets, colaboradora docente de los Estudios de Ciencias de la Salud y coautora del estudio, añade que hay otros factores que hay que tener en cuenta, como "la accesibilidad económica a los alimentos saludables —se ha visto que hay un consumo más elevado de ultraprocesados entre la población de bajo nivel socioeconómico— y las presiones sociales y culturales". Para la investigadora, "sería interesante explorar cómo las tecnologías digitales pueden usarse para fomentar comportamientos saludables entre los adolescentes, por ejemplo, a través de aplicaciones de salud y programas educativos en línea".