El Cinéfilo Tecnológico: Apuntes sobre la IA en Terminator

La I y la II, que al Pulpo no le interesa el resto de la saga

Definitivamente, hemos tenido que convertir la sección de reseñas cinematográficas sobre películas con temática tecnológica en un monográfico sobre inteligencia artificial. Así lo requiere la actualidad informativa, sobre todo después de la carta abierta de la semana pasada que recomienda pausar el desarrollo de Chat GPT.

Y es que esa carta abierta suena totalmente a advertencia, a “ojo cuidado”. Máxime si tenemos en cuenta que ya se publicó otra con similares objetivos acerca de la IA hace más de siete años. En otras palabras, que esto es ya un segundo aviso, como diciendo: “al tercer aviso igual ya llegamos tarde”. Y como todo suena tan apocalíptico, nos parece que es el momento de hablar de la película anticipadora de la distopía robótica por antonomasia, que es Terminator (1984), junto a Terminator II (1991), ambas de James Cameron, y más que suficientes para tratar el tema (vamos, que el resto de la saga la vea Rita, con todos los respetos).

Y es que además ocurre que, en el argumento de la segunda película, se incide de manera especial en eso mismo de las advertencias, que los protagonistas explican al ingeniero que está trabajando en el desarrollo del microprocesador que en el futuro hará posible la destructiva inteligencia artificial de Skynet, líder de la rebelión de las máquinas. Como también se da la circunstancia de que - casualidades de la vida, no os asustéis amigos (o sí…) – el futuro distópico desde el que los robots viajan al pasado en las pelis es 2029 y por lo tanto sólo quedarían 6 años, mientras vemos en el mundo real que lo de la IA está cada vez más a full, decidme si no era el momento oportuno (u oportunista, si queréis) de hablar de este doble film de acción y ciencia ficción: Pensadlo bien: Hace 7 años, primera carta abierta o advertencia; 2023, segundo aviso; dentro de 6 años, la guerra de Skynet… Temblad, amigos, temblad…

Si tras la flipada con la que he terminado el anterior párrafo aún me perdonáis la falta de vergüenza como para seguir leyendo, en cualquier caso estaréis de acuerdo conmigo en que si no hablábamos ya de Terminator, más tarde habría quedado “a toro pasadista” si finalmente se confirma la distopía en nuestro mundo real. Algo así como si ahora alguien se hace el visionario con una película ecologista, estando a estas alturas lo del cambio climático tan avanzado y tan chungo… Bueno, la verdad es que eso mismo es lo que parece que está intentando hacer actualmente (con gran éxito de taquilla y espectacularidad visual pero muy poco argumentalmente) el propio James Cameron con sus personajes azules, mira tú que cosas. Pues sí que ha caído bajo el cineasta…

Volviendo a los dos films que nos ocupan hoy, lo que nuestro amigo Jaime rodó entre los 80 y los 90 fue una visión un tanto radical y simplificadora, pero en cualquier caso muy efectiva y logradísima (no olvidemos que son pelis de acción) de que la tecnología acabará volviéndose, sí o sí, contra nosotros. Y eso que en la segunda obra acepta la posibilidad de que la inteligencia artificial, en buenas manos, pueda ser beneficiosa, puesto que el Terminator interpretado por Arnold Schwarzenegger, que en la primera parte, haciendo honor a su nombre, era básicamente un asesino, ahora ha vuelto con una nueva programación en su CPU, introducida por el futuro John Connor, que le hace cambiar al bando de los buenos. Sin embargo, la conclusión es clara al final de la historia: Hay que destruir el microchip, el brazo robótico del primer Teminator, al nuevo Terminator malo (por supuesto), y al propio Terminator Chache aunque ahora sea bueno. O sea, que a la mierda con la IA, y se acabó. En comparación, lo de la carta abierta de Elon Musk y compañía diciendo que hay que pausar Chat GPT se queda cortísimo con lo que el señor Cameron concluyó hace ya 32 años.

Pero eso no quita que el trasfondo de la película, desprovisto de la necesaria e inevitable exageración que requiere este tipo de cine (en este caso, de luxe para ser género de acción), no tenga un mensaje para reflexionar más que acertado, acerca la capacidad del ser humano para escribir desde el presente su futuro y, dado el enorme poder de las tecnologías e innovaciones que creamos, la necesaria prevención de riesgos impredecibles de las mismas. Si en esa carta abierta han firmado gurús de la tecnología como Zachary Kenton de la compañía de IA DeepMind, o el co - fundador de Apple Steve Wozniak, no precisamente tecnófobos catastrofistas pulpiles, algo de autoridad tendrá la advertencia, digo yo. Volviendo a la exageración eco - simplista de Avatar, si por películas como esta o como Deep Impact o El Día del Mañana, o incluso por “informes” pasaditos de rosca apocalíptica que se publicaron en el mundo real hace años sobre la hecatombe que ya tendría que haber ocurrido con el calentamiento global, vamos ahora a echar por tierra los montones de estudios que sí son serios sobre el tema, y que ya estamos viendo confirmados en muchos aspectos (no tan drásticos -todavía-, pero sí evidentes, lo niegue quien lo niegue), entonces correremos el riesgo de olvidarnos del avance de esa lenta pero inexorable amenaza… Aunque, mira por dónde, eso es justo lo que parece que estamos haciendo, preocuparnos mucho de puertas para afuera, pero cambiar poco…

Volviendo a la tecnología y a la inteligencia artificial, y por muy buenas que sean esas dos primeras películas de Terminator en su género (que lo son, incluso más allá de dicho género), hay que reconocer que lo de terminar de desarrollar la IA sin más, por peligrosa que pueda llegar a ser, no es que sea un objetivo acertado o no, es que no es tan sencillo como acabar con dos cyborgs, un brazo robótico y un chip, ni de lejos: Ni hay una única empresa informática trabajando en el asunto, como en el film: Es que, sencillamente, hoy en día casi todo tiene algún tipo de software que incluye algoritmos. Pararlo es como poner puertas al campo. Es, al fin y al cabo, la historia de la humanidad: imparable. Lo oportuno es, en todo caso, llevar las riendas de todo ese desarrollo de la forma más sensata posible, desde ya, para obtener beneficios para el conjunto de la sociedad y evitar todo lo contrario. Ahora bien, habrá que ver hasta qué punto eso es posible, si esas máquinas y programaciones van a llegar a ser más inteligentes que nosotros, y van a llegar a tener conciencia de sí mismas, como dijo el propio James Cameron en una entrevista, cómo vamos a lograr que no se rebelen, que acepten siempre esa condición de “estar al servicio de la humanidad”, lo cual no deja de ser un régimen de esclavitud…

 

Notas del Pulpo:

Terminator (1984): 7,5 / 10
Terminator 2 (1991): 8,5 / 10