Seguimos tristemente empeñados en animar al personal a quedarse tirado perezosamente y sin vergüenza alguna en el sillón de casa con el aire acondicionado a todo trapo para hacer frente a las sucesivas olas de calor que están devastando completamente la capacidad de tan siquiera plantearse realizar cualquier otro tipo de actividad. Sí, es lamentable, pero es lo que hay.
Porque mientras salimos de esta epidemia apocalíptica que ignoramos si permitirá poder volver a poner en marcha el funcionamiento de la humanidad en algún momento, resulta que las alternativas se van terminando. A base de practicar mucho, los videojuegos se consiguen pasar enteros. Lo de la siesta durante el Tour de Francia es maravilloso, pero cada vez quedan menos etapas. Así que hay que buscar otras opciones.
No hay problema. Estamos en la era del consumo de contenido audiovisual a la demanda. Las plataformas de vídeos facilitadas por las nuevas tecnologías nos han llevado sobre todo a convertirnos en unos empedernidos seguidores de las series. Si no ves series, eres un raro, pero muy muy raro. Vamos, lo que soy yo. Así pues, ya que no controlo del tema, a continuación me remito a la opinión de los expertos en el asunto:
Las plataformas de vídeo bajo demanda (video on demand; VoD, por sus siglas en inglés) reúnen a la pareja y a la familia: el 78% del contenido de este tipo de plataformas se consume en grupo o en pareja, más que con la televisión tradicional (54,7%), según los datos de junio del Barómetro OTT en España. «Cada vez más los diferentes miembros de la familia consumen lo que les gusta en segundas pantallas, en parte tanto el éxito como la dificultad de estas plataformas radica en conseguir encontrar un contenido que reúna a toda la familia», afirma Judith Clares, profesora de los Estudios de Ciencias de la Información y de la Comunicación de la UOC. La televisión ahora tiene menos poder de convocatoria: en 2018 se registró el peor dato de consumo televisivo de la década, con una media de 3 horas y 48 minutos al día, 20 minutos menos que en 2012, cuando se batió el récord histórico.
Las plataformas de vídeo a la carta han revolucionado nuestra forma de «ver» la televisión, de consumirla y de entenderla, y no solo eso: han modificado la forma de elaborar contenidos, de ofrecerlos y de producirlos.
Los hábitos han cambiado y las series se ven de forma encadenada: más de la mitad de los usuarios (55,2%) no empiezan una nueva serie hasta que no acaban la que están viendo. En este sentido, las mujeres son más fieles que los hombres: el 76% llegan hasta el final de las series que eligen, frente al 68% de los hombres.
Un 61% de los usuarios de Netflix ven de dos a seis episodios el día que se estrena la temporada, un hábito de consumo casi obsesivo, que se conoce como atracón de series o binge watching. De hecho, los más jóvenes son los que hacen un uso menos racional: más del 80% de la generación Z (de 14 a 18 años) y de los millenials (de 19 a 32 años) ven tres o más capítulos seguidos. «A diferencia de la emisión semanal tradicional propia de la televisión, la mayoría de las plataformas apuestan por subir todos los capítulos de una temporada de golpe, lo que deja en manos del espectador el ritmo de su consumo», afirma Elena Neira, profesora de los Estudios de Ciencias de la Información y de la Comunicación de la UOC.
El tipo de contenido más escogido es el formato de las series y el género con más éxito es la ficción, líderes entre las elecciones de los usuarios españoles. Algunas de las series, como Juego de tronos (Game of thrones) y Stranger things, se han convertido en fenómenos de culto, como lo eran las grandes sagas y películas en el pasado. De hecho, la serie creada por George R. R. Martin, Juego de tronos, es la más vista en las plataformas OTT, y Stranger things, la que más fideliza, según el Barómetro de GECA. Por lo que respecta a la ficción en español, La casa de papel, Vis a vis y Arde Madrid lideran este género en VoD en España.
En el 2018, tres de las 20 series más vistas de Netflix eran españolas, y es que, en los últimos cuatro años, la producción se ha multiplicado en España. «La buena preparación del equipo y el bajo coste de la producción en comparación con otros países suponen una oportunidad, pero también una amenaza», afirma Clares.