Cada vez tenemos a nuestra disposición una gama más amplia de aplicaciones, capaces de abarcar todos y cada uno de los aspectos de nuestra vida. Ya sea por la novedad a la que no acabamos de adaptarnos todos igual de rápido, ya sea porque realmente se podría llegar a considerar una especie de locura en muchos casos, hay algunos ejemplos que nos llevan inevitablemente a reaccionar con perplejidad.
Hace unos días nos hacíamos eco en nuestro Twitter de una noticia cuanto menos llamativa: El éxito de una aplicación móvil que permite intermediar entre las parejas que quieren romper, para no tener que pasar por ese trago cara a cara. Por un precio de entre 10 y 89 dólares, se puede contratar alguno de los servicios que lo hacen efectivo, que son una llamada telefónica para romper con tu pareja, un mensaje de texto, una carta, un regalo de ruptura y un email. Si tú compras uno de estos productos, ellos se encargan de llamar a tu pareja, de escribirle o de mandarle el regalo.
Ante lo que esta start-up ofrece desde hace un par de años, los clientes muestran la siguiente satisfacción: "Usé The Breakup Shop para finalizar un par de relaciones cortas cuando las cosas no encajaban con la manera en que vivo mi vida", comenta una usuaria a la BBC. "En general, creo que lo entendieron (sus parejas). Es bastante simple. No he tenido que usarlo a menudo, pero me alegro que haya un servicio así", respondió otro joven a la cadena británica.
A mí de entrada todo esto me parece que nos conduce a un tipo de comportamiento que no tengo reparos en considerar cobarde, y eso que el que os lo dice es un tímido de libro. Pero como un servidor no es (precisamente) ni pretende ser el típico/a consejero/a sentimental, me voy a remitir a lo que dice la psicóloga Sherry Turkle en su libro En defensa de la conversación, del que ya he hablado en entradas anteriores.
La escritora cuenta la anécdota de una conferencia en la que se pidió al público que levantara la mano en caso de haber dejado de enviar mensajes a alguien si la relación había empezado a dejar de gustarle, y la sala se inundó de manos alzadas. Cuando la pregunta fue si es de esa forma como les gustaría que se les comunicara que alguien había perdido interés en ellos/as, todas las manos volvieron a bajar. Para Turkle, esta es la demostración de que con las nuevas costumbres de comunicación derivadas de la tecnología, hemos acabado aceptando como normalidad muchas cosas que en realidad no nos parecen bien (y yo añado: de momento siguen sin parecernos bien...).
Teniendo en consideración esto último, podría parecer que cuando antes me refería a la cobardía como la actitud a la que parece llevar el uso de la tecnología a la hora de romper con la pareja, lo decía únicamente en referencia a la desconsideración hacia la otra persona, pero no se limita a eso. Ciertamente, si un mensaje de WhatsApp o una nueva aplicación como la antes descrita evitan enfrentar cara a cara el problema, lo cierto es que a la larga pueden salir perdiendo ambas partes.
Sherry Turkle ejemplifica esto mediante el caso de una pareja que rompió su relación de esa forma, sin conversación presencial de por medio, y pasado el tiempo las dudas relacionadas con los porqués no se habían disipado, y como consecuencia de ello no había posibilidad de pasar página. En definitiva, otra muestra más de la tendencia de hacer nuestras vidas superficialmente más asépticas y llevaderas, pero internamente peor resueltas.
Es frecuente defender las tecnologías digitales de estos tiempos en base a que permiten mejorar y extender la comunicación entre las personas más allá de los límites hasta hace poco imaginados: desde cualquier lugar, en cualquier momento, etc. Pues si es así, esta aplicación parece ir en contra de ese objetivo, sustituyendo la conexión entre personas que tienen que resolver un problema por una conexión con tecnologías que resuelvan ese problema sin mediar palabra. Hay que procurar no dejarse engañar. Lo ideal sería que la aplicación nos ayudara a conversar, y no al revés.
Y hasta aquí esta versión tecnológica del "consultorio sentimental de la Señorita Pepis", que espero no repetir en futuras entradas, porque entonces sí que me puedo perder más que nuestro pulpo en la nube, cuando mi intención era, como en otras ocasiones anteriores, sacar mi vena polémica – tecnófoba... Ni se os ocurra poner consultas en las Redes Sociales que no sean meramente tecnológicas, por favor...
Post by Albert