La Realidad Virtual está viviendo un cierto auge, es una de las tendencias más cacareadas de estos tiempos de la revolución tecnológica, y sin embargo no es ni mucho menos algo nuevo. De hecho, es como si con el nivel de desarrollo actual hubiera renacido de sus cenizas, tras un comienzo inicialmente prometedor, hace unos 25 ó 30 años, pero que luego pareció quedarse estancado o incluso olvidado.
Recuerdo haber estado, siendo chaval, en alguna de las ferias tipo Expo Ocio que se celebraban en el antiguo IFEMA de Madrid que estaba en la Casa de Campo, a finales de los 80 o principios de los 90, probando uno de los primeros prototipos de cascos de Realidad Virtual, con un videojuego de acción en 3D bastante rudimentario. Aún quedaba mucho para que tuviéramos móviles, algo menos para que usáramos Internet, y como mucho teníamos en casa algún ordenador de aquellos tipo Amstrad o Spectrum, en los que los juegos tenían el aspecto de 8 bits comentado en la anterior entrada. Y eso es lo que parecía aquel videojuego, por mucho que pretendiera ser 3D y lo estuviese viendo con un casco de Realidad Virtual; de hecho, recuerdo que no me enteré de nada, no veía venir a los malos por ningún lado, y mientras tanto mis amigos lo veían todo mejor en una pantalla exterior.
Por eso, que tanto tiempo después resurja algo que parecía haber fracasado, al son del mundo digital del siglo XXI, me resulta casi tan llamativo como si de repente ahora triunfase el video Beta. Hay otro caso similar, aunque tal vez menos exitoso, que es el del 3D en el cine: De aquellas gafas de plástico blando con una “lente” azul y otra roja que aparecieron ya a mediados del siglo pasado, al Real 3D que parecía que lo iba a petar todo tras la primera“Avatar” de James Cameron...
Luego está la confusión o la comparación del mundo real con el virtual, que da lugar a curiosas reflexiones sobre la psicología humana. A mí me llamó la atención una noticia reciente sobre la inauguración de una montaña rusa con Realidad Virtual. Vamos a ver, me puede parecer interesante que en un simulador de movimiento la realidad virtual te ayude a sentir que estás volando o montando en una montaña rusa cuando no estás subido en una de verdad, pero cuando realmente estás montando en una montaña rusa física, ¿por qué va as ser más interesante ver un mundo virtual en vez del propio paisaje real dando vueltas a tu alrededor? No sé, no me imagino a alguien pensando: “yo monté en el Dragon Khan de Port Avetura y preferiría haber podido probarlo con unas gafas de realidad virtual...”
Esto da lugar a pensar en situaciones absurdas (al menos en apariencia), como ponerte unas gafas de realidad virtual para creerte que lo que estás comiendo es un manjar mucho más sabroso o un plato más gourmet, o para pensar que la persona con la que estás ligando es Angelina Jolie o Brad Pitt (recuerdo cierta escena de “Demolition man”...), o para ver a tu equipo favorito ganando siempre todos los partidos y todos los títulos, etc... Aunque así planteado, podría pensarse que son virtualidades que mejoran la realidad, porque ¿mejora un mundo fantástico en el que no percibes el suelo real hacia el que caes respecto a ver que de hecho tu vagón de la montaña rusa está cayendo de verdad a un suelo real (salvo que tu problema sea el vértigo y por lo tanto no te interesen estas atracciones)?
La pregunta, sin salirnos del ámbito del ocio (porque las aplicaciones prácticas “serias” de la RV son otra cosa) es si lo que deseamos es imaginar una realidad mejor, o simplemente distinta. Al margen de la cuestión subjetiva de la realidad que cada cual valora como mejor o peor, lo que aquí tal vez se vislumbra es que podríamos estar alcanzando un tipo de percepción derivada de la tecnología que acabe por denostar la realidad, lo natural vaya, sea bueno o malo. O quizá sean paranoias mías, no sé. Al fin y al cabo, si nos atenemos al ocio como he dicho, tiene su lógica que el deseo de escapismo lleve a esa búsqueda de “otra realidad”.
Post by Albert